En memoria de don Rubén Aguirre Flores, un inventor
honesto y eficaz
En los años cincuenta del siglo XX reporteaba espectáculos para el vespertino dominical “Claridades” cuando se suscitó en el Distrito Federal un conflicto por derechos de autor entre el compositor mexicano Luis Arcaraz y su colega Ernesto Lecuona, nativo de Cuba, quienes decían ser autores de la pegajosa música de una canción que fuera de México se conocía como “Siempre en mi corazón” y acá se anunciaba como “Sortilegio”.
No pocas riñas de cantina, cabaret y prostíbulo se ocasionaron al discutir, bajo los humos del alcohol, quién era verdadero compositor y quién plagiario de aquella partitura, asombrosamente idéntica, que registraba considerables regalías pues se había convertido en tema musical de una película hecha en Hollywood: “Always in my heart”. Luego volví a residir en Saltillo y le quité la vista al litigio que me había provocado tanta curiosidad como reportero.
Hace algunos días apareció el libro “Inventa/r” editado por el Consejo Estatal de Ciencia y Tecnología que dirige el economista Mario Dávila Flores. Los autores son César García López y Gerardo Segura y por ellos me entero, entre otras novedades técnicas, del desenlace que tuvo aquel conflicto en un tribunal internacional sobre derechos de autor, cuyos jueces no se anduvieron por las ramas al “inventar” una salomónica decisión: las regalías que produjese “Sortilegio” en Latinoamérica serían para Luis Arcaraz y las que rindiese “Siempre en mi corazón”, en el resto del mundo corresponderían a Ernesto Lecuona. Al fin artistas, los compositores se conformaron con la peregrina sentencia y a otra cosa, mariposa.
¿Mas por qué razón aparece esta anécdota en un libro sobre invenciones? ¿Crear música es igual que inventar? Atendamos a lo que explica doña María Moliner en su diccionario de uso del español: “Inventar es igual a descubrir o idear. Encontrar la manera de hacer una cosa nueva, desconocida antes, o crear una nueva manera de hacer algo (....pero también) imaginar cuentos o narraciones, narrar como verdaderas cosas que no lo son, añadir en una cosa que se cuenta o que se recita algo que no está en el texto ni en la realidad. Y también se puede emplear “asacar” un anacronismo expresado en vez de sacar de la cabeza o concebir El título del libro “Inventa/r” hace justicia al quid de la obra, que cumple con creces el objeto final de toda publicación: imantar la atención de los lectores mediante un esquema de creciente interés que se plantea, en el caso, en cuatro capítulos centrales: Magia e inventiva, Cómo inventar, De la idea al negocio y Los secretos de la patente. En cada apartado se insertan pequeñas narraciones y dibujos humorísticos que tornan amable y digerible la temática técnica.
El primer capítulo, escrito por César García López, confronta la acción de inventar con la ilusión de la magia; puntualiza qué cosa es un invento, cuáles son las diferencias entre el invento y la obra artística y qué es lo que determina a una invención, todo lo cual se ilustra con un suceso pretérito en que dos desconocidos situados en lugares distintos y distantes del planeta concibieron al mismo tiempo una idea técnica: la comunicación por medio del teléfono. ¿Cómo llegar a saber cuál de los dos fue el original desarrollador de aquel principio de invención?... ¿Quién descubrió el teléfono?: ¿El italiano Antonio Meucci o Alejandro Graham Bell?...
Del mismo artículo de García López resulta memorable su comentario sobre las ideas y la ética de los inventores pues ofrece cinco principios morales indispensables: honestidad, imparcialidad, perseverancia, paciencia y sentido humanista. Practicándolos se evitarán el plagio y el autoplagio, la piratería, la autoría injustificada, la falsificación de datos o la selectividad sesgada, la publicación múltiple y el menosprecio por la actividad.