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Hora cero/La sucesión y el cambio...

Roberto Orozco Melo

Lo que nace, muere, lo que sube, baja, lo que empieza, acaba. En esta vida que vivimos, la lista de fatalidades es curiosamente infinita; hoy, por ejemplo, a las 24 horas, concluirá el año 2005; pero en el inmediato segundo que siga a la campanada número 12 de la noche tendremos el inicio del año 2006.

El año 2006 será un período de lucha política de importancia para el país. Cuando avance sobre el calendario haremos conciencia plena de ello significa un fin y un principio. El próximo 30 de noviembre va a concluir el sexenio de la alternancia, que tantas oportunidades de sátira brindó a los enemigos del presidente Fox o del partido Acción Nacional; sin embargo, ignoraremos o presentiremos qué tipo de folklore se va a caracterizar con el nuevo sexenio.

En un águila, sol y canto se jugarán los comicios en que México echará al aire la moneda de su destino. Conocemos los nombres de los tres principales candidatos presidenciales, creemos saber su fama, sabemos de cuál pata cojean y aún imaginamos cómo irá a ser el estilo personal de gobernar de cualquiera que llegue a sentarse en la silla presidencial. Las encuestas emparejan a Andrés Manuel, Roberto y Felipe de Jesús, quienes corren parejos sobre la pista electoral. Ya vendrá, a la mitad de la carrera, un más reñido “sprint” en las predicciones.

¿Ideología, programa social, proyecto económico, seguridad pública, planes educativos, captación de empleos, consolidación de la planta productiva nacional, recuperación del campo, política monetaria, equilibrio financiero? Los tres viables traen bajo el brazo sus propias ideas, pero en las axilas no las van a convertir en votos efectivos. Habrá que ponerlas sobre la mesa de la discusión pública para que sufran el tamiz de los editorialistas y de los sectores interesados en cada materia de Gobierno.

La tregua Lupe-Reyes a que obligó el IFE a los candidatos registrados está a punto de llegar a su cota final. Después del seis de enero la política electoral entrará en ebullición, sonarán las fanfarrias de los tres pretendientes a la mano de doña Presidencia: desayunaremos, comeremos y cenaremos cerca de ellos por casi 180 días, los encontraremos en los grandes espectaculares callejeros, los escucharemos en la radio y quizá veamos los debates a que los someta el interés popular; cafeteros los van a discutirlos en sus ágoras privadas; reporteros los someterán al escrutinio de los lectores y en suma el país girará día tras día en torno de estos tres mosqueteros que quieren ser capitanes y mandamases soberanos.

¿Algún o algunos candidatos se aventurarán en el área de los compromisos políticos? Quienes lo hagan con certidumbre y credibilidad podrán cobrar ganancias en los sufragios; quienes le saquen al riesgo no se pondrán en tal brete. Alguien dirá que el mundo es de los audaces; mas por lo pronto el país entrará en un electrizante suspenso que ríase usted de las películas del gordo simpático y genial Alfred Hitchcok.

No soslayemos, sin embargo, otros intereses que se van a jugar dentro del mismo proceso electoral. La jefatura de Gobierno del Distrito Federal brilla con luz propia en el panorama de las ambiciones políticas. Hoy está el DF en manos del partido de la Revolución Democrática y de Andrés Manuel López Obrador, pero quizá mañana -y mañana es el seis de julio- pueda cambiar el nombre y hasta el género de la persona que pueda detentarlo.

Beatriz Paredes no es una perita en dulce como competidora electoral pues forma parte de ese diletante sector priista de izquierda que se mueve en torno del perredismo y de Cuauhtémoc Cárdenas. Marcelo Ebrard, ya candidato del PRD, actúa igual sólo que al revés: aparenta ser como su padrino Manuel Camacho, izquierdista de convicciones, pero mantiene contactos importantes dentro del viejo y nuevo priismo al que ambos pertenecieron hasta hace poco.

Pensamos que según se resuelvan estos entreveres de partidos los votos controlados habrán de mandar por cada lado, y no se llamen los lectores a sorpresa.

Post Scriptum: como sucedió con el gobernador Humberto Moreira, una nueva generación de políticos salta a la palestra municipal a partir de mañana, primero de enero. Ello representa un verdadero cambio de nombres, rostros y mentalidades. Tanto de quienes ganaron por el PAN y el PRD, como los que arrasaron en el PRI, van a tener los ojos de doña Opinión Pública sobre sus actos oficiales y privados. Cuidarse en ambos campos los prestigiará y hará saber a quienes los eligieron que no se equivocaron, y el cambio generacional opera en Coahuila.

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