Nadie sabe, en el Partido Revolucionario Institucional, cómo irá a ser la designación de su candidato a gobernador del Estado de Coahuila. Los priistas llevan casi seis años de pensar que será, como en 1999, una elección interna abierta a militantes y simpatizantes; pero los líderes nacionales del partido, que todavía no acaban su destete de alguna chiche autoritaria superior, tienen la mala idea de recurrir al viejo concepto de candidatura de unidad que les costará menos trabajo, les asegura una solución adecuada a sus intereses políticos nacionales para 2006 y pondrá en evidencia pública al principal impulsor de la democracia interna, Enrique Martínez y Martínez, quien compite seriamente por la candidatura del PRI a la Presidencia frente al dueño virtual de la baraja, Roberto Madrazo Pintado.
Para colmo y como se dice vulgarmente, la abuela parió sextillizos: ya no son cinco los precandidatos a la gubernatura, ahora son seis con la aparición de Miguel Arizpe Jiménez, aspirante de último momento; y con ello varían los escenarios configurados para el último instante de las decisiones...
Hagamos un poquito de microhistoria, o de historia matria:
Apenas Enrique Martinez había elevado su brazo derecho y la palma de su mano para solemnemente jurar “protesto desempeñar el cargo de gobernador del estado” ya rumoreaban muchos aplaudidores quién iba a ser, o de entre quiénes iba a salir el siguiente gobernador.
Los aficionados a la guija política no tuvieron la menor consideración y respeto para el gobernador que apenas empezaba sus funciones y visualmente recorrían las tres primeras filas para entresacar los nombres y méritos de los potenciales aspirantes, de los cuales obtuvieron cinco posibles candidatos...
¿Pero qué méritos o condiciones personales podrían marcar la preferencia del gobernador por alguno de ellos? 1) Humberto Moreira se perfilaba como el político más cercano al estilo y a la simpatía del flamante gobernador. Había sido designado Secretario de Educción Pública del Estado de Coahuila, un cargo que cuenta con una carga intensa de trabajo pero también ofrece un positivo protagonismo político y social; 2) Javier Guerrero González, quien entraría poco después como Secretario de Finanzas, un puesto de primer orden y alta responsabilidad que había sido olímpicamente desdeñado por Eloy Dewey Castilla y que aceptó el sampetrino Guerrero para demostrar que su preparación en ciencia política lo capacitaba para bien desempeñarse en todas las áreas del Gobierno; 3) Raúl Sifuentes Guerrero, otro sampetrino designado como Secretario de Gobierno, que es políticamente la cartera de mayor confianza y compromiso entre todas las del estado; 4) Alejandro Gutiérrez Gutiérrez, por otra parte, no había sido distinguido con un cargo estatal pero lo acreditaba como aspirante con posibilidades reales el hecho de haber declinado su propia participación en la contienda interna del PRI para poder sumarse él y sus partidarios a las aspiraciones del ya gobernador Enrique Martínez.
La gratitud política del gobernador se hizo expresa en la candidatura a senador, por la vía plurinominal, que Alejandro desempeña con habilidad y buenas relaciones; y, finalmente, don Jesús María Ramón Valdez, otro superviviente con vocación de los comicios de 1999 quien repetiría en el año 2003 como diputado federal para dejar firme su vehemente deseos de llegar a gobernar Coahuila en 2005.
Miguel Arizpe Jimenez estaba entonces por concluir su responsabilidad como representante popular de Coahuila en la legislatura federal anterior y obtuvo algunos brevísimos encargos del Gobierno local, salvo este último que ahora desempeña: la presidencia del comité estatal del PRI, de la cual ya anunció su retiro para calificar como pre candidato de su partido a gobernador en el período 2005 2011, una aspiración legítima, tanto como puede ser la de cualquier ciudadano coahuilense, pero incrementadas de condiciones personales que la tornan viable.
Simpatía, popularidad, experiencia política, arraigo estatal, honestidad acreditada y acreditable, reconocimiento ciudadano, etcétera, etcétera, son cualidades objetivas que se toman en cuenta para los escenarios que los comentaristas han considerado lógicos o previsibles hacia la selección o elección del candidato del PRI. Sin embargo, tanto los miembros del grupo inicial de aspirantes, como el sexto recién incorporado, tendrán que aceptar que existe un escenario más, imposible de pasar por alto: las diferencias económicas y sociales que son palpables en los seis...
Nuestra duda es la siguiente: si nuestro gobernador fuera compelido por los factores y la coyuntura política a inclinarse por una candidatura de unidad ¿por cuál pre candidato se decidiría? El conocimiento de los orígenes, las vidas y el desarrollo político de los seis aspirantes nos llevan a separarlos en dos grupos según su procedencia social y condición económica: Humberto Moreira, Javier Guerrero y Raúl Sifuentes pertenecen a una categoría, podríamos decir popular; Alejandro Gutiérrez, Jesús María Ramón y Miguel Arizpe, por su lado, corresponden a la índole antípoda la cual, por cierto, gobierna de hecho en casi toda la República.
¿Pero cuáles factores o circunstancias podrían presionar al gobernador de Coahuila para tomar una decisión de ese tamaño? La política tiene, para bien o para mal, muchos insospechados caminos, variables no previstas, eventos sorpresivos, imponderables no tomados en cuenta. Quienes han tenido experiencias en la política electoral saben que siempre surjen acasos, eventualidades y sorpresas en ese largo camino, de modo que nadie podría decir: de esa agua no beberé. Pero también siempre existe una vía legal que evita el riesgo de acatar lo no deseable: presionar por que sea la elección interna, libre, democrática de los coahuilenses la que decida quién será el candidato del PRI y por lógica elemental el triunfador final; después, claro, naturalmente, de un proceso electoral constitucional que haya sido bien organizado, bien vigilado y bien calificado. ¿O no?..