La expresa rendición del gobernador de Guerrero, Zeferino Torreblanca, frente a las fuerzas del mal -léanse las organizaciones de narcotraficantes- no sólo evidencia a su autor, sino a un sistema político que prohijó la elección de un ser mal dotado para asumir responsabilidades públicas. Es inadmisible que alguien como el señor Torreblanca se atreva a formular una declaración de tal naturaleza.
Bien se entiende, sin embargo, que lo dicho y hecho por este personaje público es un disfraz de su angustia ante el grave problema que representa la existencia de grupos criminales decididos a prevalecer sobre el orden legal: ?Solo no puedo? clamó titubeante y con dicha frase transmitió una exigencia de ayuda ante el Gobierno Federal qué, ya es evidente, tampoco podrá.
El ?no puedo? se ha repetido durante los últimos años por gobernantes estatales y municipales, tanto del PRI, como del PAN y del PRD: no puedo contra la inseguridad, no puedo contra el desempleo, no puedo contra la falta de agua, no puedo contra los pésimos servicios de transporte público, no puedo construir aulas, no puedo ordenar el tránsito en las calles, no puedo garantizar el orden en la vía pública, no puedo, no puedo no puedo...
Los ?no puedo? se dirigen al presidente de la República, en la esperanza que como titular del gran poder auxilie a las ciudades y a sus habitantes en lo que no son capaces de hacer o servir los otros dos niveles de poder; pero el primer mandatario de la nación tampoco puede hacer algo, pues los diputados federales y los senadores le amarran las manos al mantener un estatuto jurídico que igual no puede cooperar, por anacrónico e infuncional, a la solución del desempleo, de la inseguridad y de todos los males sociales que provienen del viejo estilo de gobernar: el autoritarismo.
Mueren los gobernantes de aquel ayer, fallecen los líderes obreros, campesinos y de la clase media popular y otros los sustituyen, tan caducos como los que se fueron y tan infecundos como los que están en otras áreas comunitarias; los electores prueban la alternancia de los partidos en el Gobierno, la sociedad cambia, inventa medios de presión ante las autoridades, prueba los avances de las naciones desarrolladas, instala sus métodos democráticos y de civilidad, moderniza y globaliza su comercio, pero igualmente se declara impotente ante los álgidos problemas que sufren sus pobladores. Éstos no pueden hacer algo, siquiera y sus mandatarios acaban por hacer nada...
Vivimos, subsistimos, vegetamos, nos sostenemos y duramos; pero no maduramos ni avanzamos un solo paso hacia la solución de nuestra extensa e intensa problemática económica, política y social. Llega un nuevo presidente para la República, unos nuevos gobernadores para los estados, otros novísimos presidentes para los municipios y se reanima nuestra vieja, inacabada esperanza. Pasan los años y nos perdemos en discusiones estériles, debates inútiles, conflictos infructíferos que sólo atizan el brasero de la desavenencia social y a nada bueno conducen. El fraccionamiento de nuestra sociedad abre también grietas en su piel salina y perdemos todo, antes de ganar algo.
Al norte, vecinos poderosos, influyentes e impositivos; al sur vecinos débiles, más que nosotros mismos. Allá lejos, así al oriente como al poniente, laboriosos países encienden el pebetero de sus ambiciones por nuestros recursos naturales, pero nosotros apenas los advertimos ocupados, como estamos, en descansar las fatigas del reposo.
Urge en todo el país la presencia dinámica de jóvenes líderes políticos que nos despierten de la siesta, que nos sacudan la modorra de los años, que nos propongan cambios esenciales pero productivos y estimulen nuestras adormecidas capacidades para querer ser más y hacer más por nuestra familia y por nuestra comunidad. Ya basta de conformismo. Levantemos el ánimo. Decidámonos a ser mejores... y en lugar de decir no puedo que nuestros nuevos líderes exclamen: ¡yo sí puedo, yo sí quiero!
