Aparentemente resueltas las postulaciones presidenciales de los tres partidos mayores de la República, sus jerifaltes y los de los partidos juniors se preocupan por hacer el reparto de las candidaturas a diputados federales y senadores de la República, tarea en la cual se privilegian las conocidas como plurinominales, platillo de excelencia en el menú del oportunismo político. Estas chambas de perilla se obtienen gratis, sin gasto alguno ni esfuerzo fatigoso y se disfrutan a plenitud con dietas, gastos y comisiones, más jugosos bonos mensuales, trimestrales y anuales incluidos.
Son siete partidos, me parece, los que cuentan con un registro legítimo según ordena nuestro código de instituciones y procedimientos electorales, pero en realidad sólo tres de ellos podrían ufanarse de contar con una militancia aceptable; los otros constituyen organizaciones electoreras de paja, etéreas, que viven a expensas del Instituto Federal Electoral y sirven ocasionalmente de partenéurs, o patiños, al partido de la derecha, al del centro y al de la izquierda, léanse PAN, PRI, y PRD.
Para “salvar” la estabilidad política del país se erogan onerosas prebendas económicas a unas cuantas decenas de privilegiados, de lo cual resulta el despropósito de que nuestros recursos fiscales y el destino democrático de nuestro país se conviertan en cosa fungible; vale decir algo que se consume mediante el uso y el abuso. Miles de millones de pesos se escapan de las arcas nacionales en el juego de intereses con que se se divierten los partidos políticos y los altos funcionarios de la gobernación nacional y del instituto federal electoral, quienes también gozan de altos emolumentos...
Qué fácil resulta para los políticos bien colocados llegar a acceder -accesar dirían los tecnócratas- al paraíso de las nominas legislativas sin siquiera despeinarse, ni sudar, ni acongojarse con las fatigas de una campaña política que cumpla todos los requisitos de la Ley Electoral.
Simplemente hacen una gestión personalísima ante los jefes de sus partidos y después se apoltronan a esperar el raudo discurrir del tiempo. Allá que sufran los tontejos que escogieron el arduo camino de las elecciones de mayoría relativa, pues con las dichosas “pluris” no se beneficiarán sino los muy vivos. A quien llega por la puerta trasera, muelle le resulta ocurrir solamente al registro de su lista electoral antes de tomar vacaciones en Europa y esperar, a su regreso, a que después del día de los comicios les llamen los representantes de su partido en el IFE para comunicarles la buena nueva: “la hicimos, señor, la hicimos. Ya es usted senador o diputado pluri, como la quería” Y el señor aquel pensará: “quizás hasta pueda ganar, ¿por qué no? el liderazgo de mi Cámara”. Ha sucedido ¿no es cierto?...
Así van a acceder -accesar dirían los nerds- estos suertudos que aparecerán en la planilla de los candidatos a senadores o diputados plurinominales como acreditados al jus utendi, fruendi y abutendi del presupuesto federal; a la cómoda curul o el escaño confortable; al cómodo equipal en su oficina, al automóvil de lujo, a los boletos de avión, a los viáticos sin límite; a los asesores que sudarán su pluma cuando al señor legislador le toque subir a la tribuna y al agregado de prensa que difundirá sus patrióticos mensajes, etc., etc.
Como duele recordar la forma en que se vivían aquellos diputados del tiempo juarista, quienes aprovechaban los recesos de las sesiones legislativas para zurcir con sus propias manos sus gastadas levitas y poder levantarse de su curul, cuidadoso de que no se le vieran los zurcidos, para subir a la tribuna a defender o atacar, con plena honestidad, los proyectos legislativos en discusión. ¿Qué tan importantes eran las dietas que devengaban? Sólo unos cuantos pesos por quincena, pero así lograron escribir aquellos diputados la etapa más ética, valiente y digna de la historia política mexicana.
¿Cuándo concluirán estos abusos? me pregunta un compañero en la redacción, asomado a fisgar lo que escribo. Nunca, le respondo, porque la deshonestidad no deja resquicio alguno para que se filtren las normas morales. Quien venga atrás de los actuales detentadores dirá siempre: ¿y nosotros por qué no? Tal han hecho y dicho los diputados y los regidores del PAN: ¿y nosotros por qué no? Y no se diga los perredistas, que les sacan un pie adelante..¿Y nosotros por qué no?.. Así que resignémonos a soportar a los legisladores plurinominales por sólo Dios sabe cuánto tiempo...