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HORA CERO/ ¿Y por qué no gastar menos en las elecciones?

Roberto Orozco Melo

¿Y por qué no gastar menos en las elecciones?

Este es el panorama de 2006: Acción Nacional apagó su incertidumbre con la victoria de Felipe Calderón Hinojosa como candidato a la Presidencia de la República con lo cual saca un pie adelante a sus competidores del PRI y del PRD, que andan en los prolegómenos de la decisión: Madrazo, empeñado en realizar a toda costa y costo su solitario proceso interior, y Andrés Manuel López Obrador que hace campaña sobre campaña para obtener la estafeta del Partido de la Revolución Democrática.

Los precandidatos y sus partidos poco se preocupan por dar austeridad a una contienda que será mayormente mediática y onerosa, pues la televisión ha impuesto su Ley y sus tarifas al proceso político, soslayando el práctico y barato sistema de que los aspirantes expongan sus ideas compareciendo ante el pueblo, vis-a- vis, para que los ciudadanos los conozcan. Así serán para las empresas de los medios de comunicación todos los apoyos financieros del IFE, cuantiosos, contantes y sonantes: miles de millones de pesos...

Esto es una parte del panorama nacional; la otra, verdaderamente dramática, es el encono de la naturaleza contra nuestras playas en el sur y sureste del país, donde el huracán Wilma y la invalidez económica de los pobres unieron fuerzas para crear un desastre nunca visto: la destrucción, causada por el meteoro y el latrocinio contra las pobres víctimas que provocó el fenómeno socioeconómico de la miseria, se conjugaron para crear desolación, inseguridad, hambre, angustia y terror; más la dolorosa y aniquilante perspectiva de constatar la desaparición de sus playas, el más valioso capital turístico de la costa caribeña mexicana, ya menguado por la explotación irracional de la ecología.

Las crónicas de los diarios y las imágenes de los medios electrónicos nos entregan, día a día, la dantesca realidad del litoral y sus poblaciones. Los nativos y residentes dan cuenta de sus temores y de sus afanes por salvar lo poco que tienen y lo muy poco que han logrado recibir del Gobierno, de la Cruz Roja y de las instituciones que habitualmente acuden en ayuda de los damnificados por este tipo de fenómenos; y no por soslayo de responsabilidad de la autoridad y de la sociedad civil, sino porque la propia magnitud del fenómeno ha vuelto casi imposible el acceso de la asistencia externa.

Allá todo es caos en estos días. Y mientras tales desgracias diezman a nuestra población y reducen a ceros el potencial económico del turismo en la zona del desastre, el resto de los mexicanos nos preparamos para contemplar, imperturbables, cómo los políticos se disponen a gastar miles de millones de pesos en sus respectivas y vanidosas campañas electorales.

Es un dinero que se va a convertir en aire, en papel, en mantas multicolores, en movilizaciones inútiles, en elogios vanos, en espectaculares callejeros, en expresiones lacayunas de apoyo político... pero, carajos, ¿qué no habrá algo de sentido común en los líderes de los partidos, en los candidatos, en los dirigentes del Instituto Federal Electoral para que unidos propongan la reducción al mínimo del gasto político en 2006 y el dinero ahorrado se invierta en la rehabilitación de las áreas dañadas por Wilma y sus otras consecuencias?...

Hay que actuar ahora, en este momento y no esperar el transcurso del tiempo para tomar decisiones; recibirían más crédito político los aspirantes a presidentes de la República si deciden renunciar al 80 por ciento del dinero del IFE y lo donan a la causa del Caribe, que si hunden sus cabezas en la tierra o hacen como que la Virgen les habla para disfrazar su mutismo, parálisis avara y tacaña sordera ante la catastrófica realidad que viven nuestros hermanos en aquellos confines.

El IFE, por su parte, podría evidenciar algo de preocupación para reducir al mínimo el gasto de organización electoral si convocara a los gobernadores de los estados para que acuerden asumir, por una sola vez, las erogaciones que demande un proceso electoral federal que debe ser, por otra parte, muy austero. Las empresas televisivas, periodísticas y radiofónicas, mucho podrían hacer si al menos redujeran los altos costos de la publicidad institucional del IFE en aras del mismo objetivo. Es hora de la solidaridad nacional, no seamos indiferentes, ni tacaños, ni sórdidos...

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