El trapito se llamaba prudencia
acostumbrados los saltillenses a los tiempos del autoritarismo del PRI, no han dejado de escandalizarse ante la forma en que el mismo partido enfrenta ahora el proceso electoral para la renovación de la jefatura del Poder Ejecutivo del estado, el Poder Legislativo y los 38 ayuntamientos, alcaldes incluidos.
El martes anterior dio a conocer el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación su fallo a la recurrida sentencia de su correspondiente órgano estatal que declaraba inválido el Artículo 166 de los estatutos del Partido Revolucionario Institucional, el cual establece como requisito, ni más ni menos, que haber desempeñado previamente un cargo de elección popular. Sin cubrir esta condición, dicho partido negaría el registro para contender en el proceso interno; es decir: no habría manera de que alguien, en esta situación, pudiera alcanzar la candidatura.
Suponemos que el abogado Raúl Sifuentes, uno de los entusiastas aspirantes, ya presentía el criterio adverso de la sentencia del órgano federal, dado que pareció tener preparada la respuesta jurídica como el entorno en que se rebatiría el fallo se segunda instancia; así que él mismo encabezó una manifestación masiva de ciudadanos vestidos con camisolas verdes, color escogido por el cuartel general de RSG para identificar a sus partidarios. Fueron muchos los concurrentes, mas no tantos como 30 mil, cifra estimada por el sifuentismo. El motivo de la expresión ciudadana no era, obviamente, la sentencia del TEPJF sino la entrega de algunas iniciativas de Ley avaladas por -imagínese nomás!- cerca de 130 mil signatarios, de los cuales hubo -eso dijeron los organizadores- 30 mil en la entrega pública.
No fueron tantos, evidentemente, pero los que estuvieron bastaban para colocar en el rostro de los observadores un ceño de preocupación, que se acentuó cuando entre porras y gritos se dirigieron a las oficinas del PRI estatal, las que fueron preventivamente desocupadas pensando en que serían secuestradas por los verdes. De los cejijuntos mirones, unos cuantos embargados por la preocupación hablaron a los periódicos y a los columnistas editoriales. ¿Qué irá a suceder el día siete de julio, fecha de registro de precandidaturas, en que se presenten cinco aspirantes acompañados de sus respectivas y numerosas comitivas y se enfrenten en el estrecho término de diez o doce horas, eufóricos y aglutinados en el breve espacio del Comité Estatal del PRI?
La gente hizo memoria del incidente suscitado con motivo de la reorganización de las secciones electorales de Saltillo. Y no lejos en el tiempo, sino todo lo contrario, del hecho en que perdió la vida un dirigente ejidal de La Constancia, municipio de Parras y resultó herido un funcionario del Registro Agrario Nacional y aparente promotor de bienes raíces. Esto, y el clima de apasionamiento que ha caracterizado el actual proceso electoral de Coahuila, hace pensar a las amas de casa, a los industriales, a los comerciantes y a la sociedad civil en los riesgos que podría enfrentar el PRI en la tarea de obtener un candidato a gobernador del estado.
Mucho se ha hablado de que los funcionarios del PRI, en cuya comisión de proceso interno está un hombre probo, sensato y reflexivo, Eliseo Mendoza Berrueto, invitarían a los precandidatos a pensar, todos juntos, en cómo evitar 1) el sobrecalentamiento de las elecciones internas y 2) las reacciones desmesuradas ante los resultados electorales, fueran los que fueran. Sin embargo, hasta la fecha, dicha reunión no ha tenido lugar o la opinión pública no ha sido informada de sus conclusiones.
El PRI no debería perder de vista que los partidos contrarios -PAN, PRD y párvulos que les acompañan- están más que avisados de cada uno de sus pasos y a cada jornada le toman temperatura y tantean sus reacciones febriles al interior y al exterior. Si el proceso de elección en el PRI, que tendrá lugar el 27 de julio, resulta agitado y, peor que eso, violento en extremo, aquellos partidos van a tener ganancias electorales en río revuelto; tanto porque la ciudadanía coahuilense ha sido tradicionalmente amante de la paz, como por la división interna que se podría generar en el mismo PRI.
Bien decía mi abuela Lola cuando se presentaban situaciones familiares ríspidas e incómodas: ?cuidado, está caliente, no lo toquen y si lo tocan háganlo con un trapito?. El trapito se llamaba prudencia.