EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Igualados/Sobreaviso

René Delgado

El PAN y el PRI son unos igualados. Los asuntos de verdadero interés nacional pueden separarlos porque no quieren compartir la rentabilidad de un logro de esa magnitud, pero los asuntos de interés partidista puede acercarlos porque no quieren compartir ni abrir el campo de competencia a otros. Son iguales. La pinza que cerraron para concretar el despropósito de eliminar a su principal adversario político, pone en evidencia la tentación de reponer, ahora en versión de condominio de dos, “la dictadura perfecta” a la que se refería Mario Vargas Llosa. La tentación de reponer la idea de la democracia tutelada, donde a la ciudadanía se le tiene por un menor de edad, incapaz de ejercer a plena y responsablemente sus derechos. La tentación de reponer la idea de que los representantes populares no son eso, sino representantes de partido que, en forma alguna, pueden votar a conciencia en atención a su representatividad.

Del lado del PRI, la tentación no causa sorpresa. Revela si acaso que la idea de mostrar un rostro distinto a la ciudadanía ha sido y es una mascarada pero que, desde la perspectiva de la congruencia, es más consecuente que el PAN: desde el poder o desde la oposición (como ahora) mantiene intocado el estilo acuñado desde hace años. Del lado del PAN, la tentación ratifica la sospecha que sembró, desde 1988, cuando encontró que -aun a pesar de su propio candidato, Manuel Clouthier- el fraude electoral cometido por Carlos Salinas de Gortari era algo digerible y negociable y que, desde la óptica de la congruencia, es menos consistente que el PRI. Como quiera, la tentación los presenta como un par de igualados. La operación para eliminar a su adversario deja por saldo un absurdo: ahora que se puede elegir, no hay de dónde escoger. El PRI y el PAN son iguales. La diferencia entre Roberto Madrazo y Santiago Creel es menor a la supuesta, son muy parecidos.

*** El desafuero de Andrés Manuel López Obrador iguala, en el plano inmediato, al PRI y al PAN: limita pretendidamente la competencia electoral a dos concursantes, Roberto Madrazo y Santiago Creel, que -sin decirlo- dejan sentir que el perredista era imbatible en las urnas y, por consecuencia, había que pararlo a como diera lugar. A las artes de Madrazo y Creel queda sujeta la lucha por la Presidencia de la República, ofreciendo a las buenas conciencias una garantía: las pequeñas diferencias entre ellos son rebabas, fáciles de cepillar en el ejercicio del poder. A lo largo de los cuatro años y cuatro meses que lleva el sexenio, Vicente Fox y Santiago Creel no pudieron construir alianzas políticas o mayorías parlamentarias para sacar adelante uno solo de los proyectos que presentaron como los principales del Gobierno. No pudieron con la suscripción de la paz en Chiapas, no pudieron con la reforma del Estado, como tampoco con las reformas fiscal, energética o laboral y mucho menos con la posibilidad de construir el nuevo aeropuerto internacional de la Ciudad de México que, supuestamente, era imprescindible.

Ahí, donde el interés nacional exigía un mejor trabajo de ingeniería política y, quizá, compartir la rentabilidad del logro, ni Fox ni Creel pudieron con el paquete. No pudieron encontrar aquellas coincidencias para remontar los obstáculos que frenan el desarrollo político y económico de la nación. Al sacrificio se fue la posibilidad de hacer de la alternancia una alternativa. Sin embargo, la decisión de unir votos para eliminar a un adversario político común revela que ahí sí hay coincidencia o capacidad de construir acuerdos. Ahí sí, pueden igualarse el PRI y el PAN y, al paso de los días, se entiende que los trabajos de ingeniería política destinados a ese propósito se pulieron de tiempo atrás lo necesario. Se entiende ahora por qué sí hubo acuerdo del PRI y el PAN para darle una nueva configuración al Consejo Electoral del IFE o para canjear un ministro de la Suprema Corte por un ombudsman a modo.

En el afán de convertir la política en un duopolio, el PRI y el PAN se igualaron. Y, quizá, eso explica por qué la incapacidad de procurar justicia en asuntos tales como el Pemexgate, los Amigos de Fox, Sergio Estrada Cajigal, José Murat, Luis Echeverría. El desacuerdo era el acuerdo. El desinterés en procurar justicia era el interés compartido a preservar. La congratulación del presidente Vicente Fox por el desafuero de Andrés Manuel López Obrador, presentando a ésta como el acto fundacional del nuevo Estado de derecho, es en realidad la satisfacción de haber logrado un acuerdo para preservar la política como el patrimonio de un duopolio, el PRI y el PAN. Un acuerdo donde la izquierda sobra o queda confinada a participar como una fuerza testimonial y contestataria pero no más.

*** Más allá de la propaganda donde la fuerza del Estado de Derecho se cifra en respetar la luz roja del semáforo pero en olvidar el saqueo de Pemex para fortalecer una campaña partidista, muy mal parado queda el Estado de Derecho. Los fiscales de Rafael Macedo de la Concha han hecho de la procuración de justicia una palanca que se mueve de manera distinta ante los inculpados. Si el inculpado quiere y sabe negociar en los términos del viejo y el nuevo régimen que, en el fondo, son lo mismo, se pueden encontrar los resquicios necesarios para encontrarle una salida “jurídica” al problema. Si no quiere negociar y sumarse a una forma de hacer política, todo el peso de la Ley se viene encima. Un simple ejemplo, distinto al desafuero. La foto del ex director de giras de la Presidencia de la República, Nahum Acosta Lugo, en el santuario de Jesús Malverde, “el bandido generoso” que veneran los narcos, puede resultar para la PGR una prueba contundente de su vínculo con el narco.

Sin embargo, una foto del asesor del procurador Rafael Macedo de la Concha, Sócrates Campos Lemus, tomando copas con narcotraficantes de carne y hueso no supone para la PGR la necesidad de averiguar si hay vínculo del asesor con el narcotráfico. Desde esa perspectiva se entiende por qué la construcción de un camino hacia un hospital pasando por alto una suspensión judicial, llevada a cabo por un fuerte competidor electoral, exige perseguir hasta su última consecuencia el presunto delito. Y se entiende por qué la fabricación de un autoatentado por parte de un gobernador que pone en vilo la seguridad nacional, pero no es un competidor político, se puede investigar sin ánimo de llegar a ninguna consecuencia.

*** Muy mal parado queda el Estado de Derecho con el desafuero de Andrés Manuel y, en su operación, arrastra uno a uno a los poderes de la Unión. Mal parado queda el Poder Ejecutivo que no consigue acreditar el supuesto acto de justicia que promueve. Muy mal parado queda el Poder Legislativo, fundamentalmente las fracciones del PRI y el PAN, que votan bajo línea un asunto que exige una enorme entereza política y moral. Una doble digresión sobre el particular: destaca la entereza del priista Roberto Campa para votar a conciencia, a sabiendas del castigo partidista que se le puede venir encima; provoca pena la actitud del coordinador parlamentario del PRI, Emilio Chuayffet, que se le llena la boca al hablar del nuevo Estado de Derecho, a sabiendas de que pesa sobre sus hombros la matanza de Acteal y el golpe a la Cámara de Diputados que quiso dar en 1997.

Quedan muy mal parados esos dos poderes y, ahora, en el efecto dominó, sigue el Poder Judicial. El juez que finalmente resuelva la situación de Andrés Manuel López Obrador tiene que estar muy claro del significado de su actuación para el Estado de Derecho, más allá del propio inculpado al que, en principio, le podría tocar juzgar. En la actuación de ese juez quedará la respuesta a la interrogante de si el conjunto de los poderes de la Unión hicieron causa común para, por encima del Estado de derecho que dicen fundar, dejar caer el peso del Estado sobre un competidor político.

*** Más allá de la igualación del PRI y el PAN e, incluso, más allá de la suerte de Andrés Manuel López Obrador, lo grave de la operación ejecutada es el mensaje que se pasa a una porción considerable del electorado. A esa porción de la ciudadanía se le ha enviado un mensaje terrible. Se ha mutilado su derecho a participar civilizadamente en la contienda electoral, se le ha hecho sentir que había profunda desconfianza en el sentido de su voto y, entonces, mejor le están tratando de quitar su opción. Si esa operación concluye con la inhabilitación de López Obrador para competir, es probable que una buena parte de ese sector caiga en el descreimiento electoral y haga de la abstención su participación. Se debilitará la legitimidad del sistema electoral mexicano pero, bueno, el daño quedará acotado. Lo que preocupa es que, de ese mensaje, una pequeña porción de ese sector interprete que la vía electoral ha sido cancelada y que, entonces, reivindique la vía violenta como el único camino para participar y dejar sentirse.

Como toda esa operación se ha disfrazado de una operación netamente jurídica y se ha efectuado con una visión política cortoplacista, los beneficiarios, el PRI y el PAN, pueden festejar el síntoma de recuperación de la bolsa, la compostura guardada por los manifestantes que están con Andrés Manuel López Obrador, pero no pueden ignorar que, quizá en el mediano plazo, germine la semilla de la inconformidad que sembraron y que, en algunos sectores, no se va a limitar a abstenerse de votar. Antier se sembró una semilla de inestabilidad política que no va a germinar en los próximos días, sino hasta más tarde. El PRI y el PAN quedan como unos igualados que quieren duopolizar la política, dejando participar sólo a quienes acepten una democracia limitada del centro a la derecha y marginando de ella a quienes creyeron que, legitimado el sistema electoral, podían verdaderamente elegir proyectos distintos a los que desde hace años prevalecen.

*** Falta ver el desenlace de una operación que no ha concluido del todo, pero que en sus primeras conclusiones deja ver al PAN y al PRI como un par de igualados, interesados en duopolizar la política y expulsar de ella a un sector de la ciudadanía. La germinación de esa semilla no será ni con mucho la consolidación de la democracia y mucho menos el fortalecimiento de ese Estado de Derecho que sigue siendo un grave pendiente. Por lo pronto, está claro ahora que cuando por fin se pudo elegir no hubo de dónde escoger.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 142720

elsiglo.mx