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Imperativo/Jaque Mate

Sergio Sarmiento

“Actúa de modo que desees que tu forma

de obrar pueda convertirse en norma

universal”. Immanuel Kant

Uno de los principios de la ética es que las reglas que uno se dé a sí mismo deben ser aceptables como normas universales. Éste es el imperativo universal categórico de Immanuel Kant, recogido por todos los filósofos posteriores, entre ellos el existencialista Jean-Paul Sartre, quien señalaba que “la responsabilidad del hombre no se refiere sólo a sí mismo, sino a toda la humanidad”.

Me pregunto, sin embargo, si el presidente Vicente Fox ha tenido este principio en mente cuando ha señalado que, a pesar de todas las críticas, llevará a cabo actividades de apoyo al PAN. ¿Cuál habría sido la actitud de Fox si, en 2000, Ernesto Zedillo hubiese aprovechado los enormes poderes de la Presidencia de la República y la cobertura de medios de comunicación intrínseca en su responsabilidad para apoyar la candidatura del priista Francisco Labastida? Seguramente el guanajuatense habría sido el primero en protestar. Y mi opinión es que habría tenido razón.

Uno de los grandes problemas de nuestro país es que los políticos no están asumiendo el imperativo categórico. No toman decisiones como si éstas pudieran tener aplicación universal. Por el contrario, toda decisión se toma por razones estrictamente egoístas. Sólo así se explica que el PAN haya rechazado las reformas fiscal y energética propuestas por el priista Zedillo en su sexenio y que ahora sea el PRI el que rechaza las mismas reformas promovidas por el presidente Fox. Buena parte de la parálisis en la que hoy vive nuestro país es producto de la actitud de los políticos de no hacer nada que pudiera ayudar a los mexicanos porque eso significaría fortalecer electoralmente al partido que se encuentra en el poder.

Me queda claro que en otros países del mundo los presidentes y los primeros ministros realizan labor política y partidaria de manera abierta. Pero esos países no tienen la historia reciente de autoritarismo presidencial de México. Nosotros debemos tener cuidado de que, en el ánimo de evitar simulaciones, no caigamos nuevamente en una situación en la cual desde la Presidencia de la República se manipulan las elecciones.

Desde Los Pinos se nos dice que la Presidencia no está interesada en intervenir en las elecciones. No vamos a regresar los tiempos de las elecciones de Estado, señalaba ayer en su conferencia de prensa el portavoz presidencial Rubén Aguilar. Que me demuestren si se utilizan recursos públicos para asuntos partidarios, afirmó en Moscú el presidente Fox.

Pero la verdad es que algunas de las acciones que se están preparando, como el mitin político del dos de julio en el Ángel de la Independencia de la Ciudad de México, parecen violar abiertamente no sólo la distancia que debe mantener el mandatario sobre los temas electorales sino incluso -y esto es más grave, porque rompe el principio de equidad- el periodo de reflexión que nuestra legislación establece antes de cada elección.

Qué bueno que el presidente de la República quiera dejar atrás la simulación de otros tiempos para permitirse a sí mismo la libertad de hacer proselitismo electoral. Pero hay el riesgo de pasar de las restricciones de la simulación al libertinaje de la hipocresía. Los panistas no pueden dejar de reflexionar sobre cuál sería su actitud si un presidente priista estuviera haciendo lo mismo que Fox.

Por otra parte, es muy triste que el presidente de la República haga cosas buenas que parecen malas. Qué bien que el presidente festeje su triunfo de 2000. Qué mal que lo haga con una reunión política el dos de julio en el Ángel de la Independencia, en lo que parece una simple maniobra para evitar las restricciones a los actos de campaña en el Estado de México un día antes de la elección.

Qué triste que Vicente Fox, después de todo el esfuerzo que hizo para ganar la Presidencia de la República, no se sienta satisfecho con ser presidente de todos los mexicanos. Qué lástima que prefiera convertirse en un simple líder de los panistas.

Qué lástima que los políticos en nuestro país sigan sin entender el imperativo categórico. Qué triste que no se den cuenta que toda decisión ética, para ser correcta, debe tener aplicación universal. Qué lástima que quienes están en el poder lleven a cabo acciones que, en caso de estar en la oposición, habrían rechazado como inaceptables.

POR LAS PRISAS

No tengo duda de que en unas cuantas semanas los problemas del Metrobús capitalino quedarán resueltos. Pero el problema lo genera la obsesión del jefe de Gobierno, Andrés Manuel López Obrador, por inaugurar las obras antes que estén listas. El amor por las cámaras y los micrófonos del precandidato perredista es desmedido. Dos semanas más de espera no le habrían hecho daño a su deseo de aprovechar políticamente el Metrobús.

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