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Impunidad/Nuestro concepto

De la mano de la corrupción, en México se forjó a hierro y a lo largo de muchos años, la que resulta hoy la madre de todas nuestras desgracias: la cultura de la impunidad. La ineficiencia se alimenta y hasta gratifica cuando no tiene consecuencias y los delitos aumentan cuando las personas -por cualquier motivo o circunstancia- deciden emprender el camino de la ilegalidad y lastimar a su prójimo, ya que saben que lo más probable es que no serán castigadas.

Es la resulta de un círculo vicioso que se alimenta cotidianamente en todas y cada una de las relaciones sociales, personales y aún con el medio ambiente. Se tira basura en las calles y se arrojan toda clase de desechos en ríos y bosques, simplemente porque se puede y la conducta no será sancionada; se reducen los niveles de calidad en un sinnúmero de productos e incluso se puede contaminar el entorno en los procesos productivos, ya que finalmente las instancias gubernamentales encargadas por Ley para impedirlo, no tienen ni los recursos ni el personal para atender las quejas... y si lo hacen, se “puede arreglar”. Los “tratos” con los policías y agentes de tránsito son tan comunes y corrientes que basta un “cómo nos arreglamos” o un “me ayuda y lo ayudo” para salvar problemas menores.

Y el círculo se fortalece: la ya ancestral ineptitud y corrupción de las corporaciones policiacas permite una extensísima red de complicidades que derivan, en muchos casos en que delincuente y policía sean la misma cosa; y se sube la montaña hasta que permea y condiciona al sistema de justicia en su conjunto. No resulta ninguna novedad en prácticamente todas las bandas de plagiarios y homicidas, se encuentre a algún policía o ex policía; tampoco debe extrañar que en México se cumpla cabalmente la máxima de que no es posible concebir al crimen organizado sin la complicidad y/o contubernio de las autoridades.

El asunto es tan delicado, por lo grave y extendido, que coloca a los mexicanos en una suerte de callejón sin salida. Queda una sola esperanza: apelar a la base, a los ciudadanos, para empezar a minar ese gigantesco y poderoso círculo vicioso, en lo que nos toca y al nivel de nuestra responsabilidad: habría que empezar con no arrojar desechos en las vías públicas y menos en bosques y ríos; y con el agente de tránsito evitar “los arreglos”, con la esperanza que tal vez en unas décadas, se pueda llegar a la cima y arrancar de nuestra vida ese lastre de la cultura de la impunidad.

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