“Las pruebas de la muerte son estadísticas y nadie hay que no corra el albur de ser el primer inmortal”.
Jorge Luis Borges
La muerte es el tema más importante. En las comunidades antiguas era, en efecto, una obsesión de la sociedad. Egipto es sólo un ejemplo. En la actualidad la obsesión parece haberse desvanecido. Basta echarle un vistazo a las páginas de los periódicos o a los espacios de los medios electrónicos para darnos cuenta que, fuera de algunas fechas especiales, la muerte ha dejado de desempeñar un papel protagónico. Sin embargo, tarde o temprano caemos todos en la reflexión sobre los temas trascendentales de la existencia y esto nos hace reflexionar, inevitablemente, sobre la muerte.
Quienes tienen una fe religiosa sólida y honesta no enfrentan esta meditación con temores o con incertidumbre. Tanto los cristianos como los musulmanes están convencidos de la existencia de una vida después de la muerte en la que no se pierde la conciencia personal. Unos y otros consideran que el fin de la vida es la puerta de entrada a una nueva existencia que puede ser mejor que la actual. Para los cristianos, el buen comportamiento en la vida permite el ingreso a un paraíso celestial en el que la dicha eterna está garantizada por la presencia de Dios. Para los musulmanes, “el esfuerzo en el camino de Alá” es la llave de entrada a un paraíso en el que unas doncellas proporcionarán felicidad a los elegidos.
Este concepto de un paraíso para quienes mantienen un “buen comportamiento”, independientemente de cómo se defina éste, lo han compartido muchas religiones y pueblos en la historia. Egipcios, griegos, romanos, mayas y mexicas, a pesar de sus diferencias, tenían la misma idea de una vida después de la muerte en la que un paraíso aguarda a quienes en la vida se han ajustado a ciertas reglas de comportamiento. Incluso el hinduismo y el budismo, que creen en la reencarnación, plantean un proceso de mejora constante en cada nueva encarnación.
Uno de los pocos pueblos que ha tenido una visión distinta ha sido el judío. Su religión no establece la existencia de un paraíso después de la muerte ni una reencarnación. Los textos sagrados judíos no tocan directamente el tema del más allá. La idea de que la vida no acaba con la muerte parece implícita en la exégesis de los rabinos, pero no hay un dogma sobre la forma que podría tener esta vida. Quizá por eso la llegada del Mesías para los judíos implicaba una redención social, una liberación del pueblo judío de la esclavitud o del exilio y no la llegada de un paraíso espiritual como lo ha sido para los cristianos.
Para los agnósticos y los ateos o incluso para ese gran y creciente ejército de personas que cree en la existencia de Dios pero no en las jerarquías religiosas o sus dogmas, la muerte es también un campo de incertidumbre. ¿Hay vida después de la muerte? Quizá la energía personal se preserva tras el fallecimiento bajo el precepto físico de que ni la energía ni la materia se crean ni se destruyen sólo se transforman; pero ¿acaso se mantienen la conciencia y la memoria de una persona después de que ésta viva físicamente?
La verdad es que nadie puede decirlo con certeza. Las distintas iglesias y organizaciones religiosas siempre han afirmado tener en exclusividad la verdad de Dios. Los católicos dicen que las determinaciones ex cathedra del Papa son infalibles porque provienen directamente de Dios, mientras que los protestantes afirman que la única verdad divina se encuentra en la Biblia, aunque hay que saber leerla. Los musulmanes, a su vez, aseveran que en el Corán está la palabra literal de Dios.
Lo más lógico, sin embargo, es que Dios no ande por la vida firmando exclusividades, como hacen las empresas de televisión o las disqueras. Por su propia naturaleza infinita, se encuentra más allá de la capacidad de comprensión de seres finitos como nosotros. Y esto significa que en los temas realmente de fondo y uno de ellos es el de la muerte, Dios no nos ha dado ninguna guía a la verdad.
La muerte es un paso a lo desconocido, de ahí el temor que provoca. En eso los humanos tenemos la peor de las suertes. Es verdad que somos los únicos seres con el don de pensar, pero por lo mismo somos los únicos con conciencia de la muerte. Así, durante milenios ésta ha sido el centro de la reflexión humana. Incluso hoy, cuando creemos que ya no lo es, tiene formas de emerger insospechada para obligarnos reflexionar. Y esto lo hace en México cada dos de noviembre.
EL FIN DE HUGO
Me imagino que Hugo Sánchez no debe ser tan malo como director técnico. Después de todo, llevó a los Pumas a un campeonato brillante y a otro por azar. Pero su prepotencia, sin duda, le hacía daño a un equipo que tiene más que dar a su afición.
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