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QUITO, ECUADOR.- Ecuador inició ayer un largo feriado de cuatro días para vivir con frenesí y desenfado las fiestas de Carnaval, las cuales arrancaron desde temprano con el juego con agua en grandes y pequeñas ciudades del país.
Brigadas de “carnavaleros” apostados en esquinas, sobre todo en barrios de estratos medios y bajos, se divierten lanzándose agua entre sí con un frenesí sólo comparable a una victoria deportiva, mientras vehículos van aventando también el vital líquido.
El uso del agua para el juego de Carnaval es tan intenso que el municipio de Quito lanzó una campaña de concientización por radio que exhorta a los habitantes de la ciudad al ahorro del recurso natural.
Pero todo es inútil. La población ha hecho caso omiso de esa exhortación, estimulada además, este año, por el calor del Sol que cae sobre gran parte del país, pese a que esta es una temporada de lluvias. Los desfiles de comparsas y musicales que buscan desterrar el juego con agua batallan inútilmente contra una costumbre que, más allá de razones culturales e históricas, parece responder a motivaciones sicológicas.
El corolario de semejante festejo es la abundante comida y licor que se consume en los hogares donde se recluyen sus habitantes y sus huéspedes, luego de la celebración colectiva. En Quito, el Municipio realiza tímidos esfuerzos por organizar distracciones artísticas para la población, pero la fuerza de la costumbre de jugar con agua es tan intensa que el líquido forma parte de los juegos oficiales.
Este año, el turismo también parece estar haciendo su propio Carnaval, a juzgar por las declaraciones optimistas de los operadores del sector, que anticipan un lleno casi total de la capacidad hotelera de los distintos destinos vacacionales del país.
