El monstruo blanco avanza con lentitud pasmosa. Sus dimensiones no tienen precedente, tampoco su capacidad destructora. La península de Yucatán desaparece detrás del meteoro. La bella Cozumel es devorada. Empiezan las horas de angustia. Sin embargo sabemos que la Marina se ocupa ya de controlar la navegación, que auxilia en los desalojos de las Islas. Sabemos también que el Ejército Mexicano se encuentra en la zona preparando albergues, desalojando viviendas en riesgo, sabemos que el DN-III estará operando. La terrible herida de Chiapas todavía está abierta, cuando ya hay otro requerimiento inexorable. Helicópteros para el rescate de poblados enteros, atención médica que surge de la nada, abasto de agua potable y alimentos, acceso provisional a comunidades incomunicadas, puentes metálicos que permiten el reencuentro de familias y un largo etcétera de acciones que sabemos estarán allí. Estamos acostumbrados a ver que los efectivos de las Fuerzas Armadas aparecen sin excepción en labores de auxilio.
Se trata de instituciones, instituciones que llevó décadas crear y consolidar, instituciones que tienen la confianza de los mexicanos, instituciones que, como dijera Tocqueville, conforman parte de nuestro patrimonio, por eso los mexicanos las llevamos en la memoria. Sabemos que Sedesol implementará también labores de auxilio que se montan en el aparato de Protección Civil que, en silencio, igual ayuda en las erupciones de los volcanes que en los desbordamientos de ríos o lo que sea. Hasta ahora son pocas las muertes en relación al desastre. Ello sólo se explica por la fortaleza de la sociedad y la eficacia de las instituciones que no nacieron el dos de julio. Hay que decirlo.
Institución lo es también la Comisión Federal de Electricidad que tuvo que reparar cientos de kilómetros de cableado, postería y demás en la “Riviera Maya” hace apenas unos meses y también hace unos días en Chiapas. El esfuerzo en Quintana Roo será titánico. Institucionales son también las acciones que se desprenden del aparato de salud y que tendrán que atender a la población por todas las secuelas de los horrores que nos han visitado. Institucionales son los trabajos de la SCT para la reparación de los puentes, carreteras y muelles dañados. Institucionales son las acciones de PEMEX para restablecer el abasto de combustibles. Institucionales son los recursos federales para la reconstrucción de más largo plazo. Sólo así el presidente Fox puede aparecer en pantalla y lanzar palabras de esperanza, lo hace porque se cuenta con todo un andamiaje institucional que sabemos estará allí. Esa es la palabra clave, sabemos. No depende de la voluntad de una persona, del humor de un funcionario o de la buena actitud de un legislador. Las instituciones se asientan por arriba de los hombres, los trascienden, esa es su esencia.
Al final del día México es un país con muchas instituciones. No que sean perfectas ni mucho menos, pero están aquí, entre nosotros, desde hace tiempo. Quizá por ello ya no las valoramos. Sabemos que la Secretaría de Salud saldrá al paso en la previsión de posibles epidemias y otros males. Sabemos que la SEP apoyará a las entidades dañadas. Sabemos que el IFE organizará las próximas elecciones y movilizará cientos de miles de ciudadanos. Sabemos que la CNDH es un dique en contra de las arbitrariedades, sabemos y sabemos. Hoy son esas certidumbres que le dan rumbo al país.
Digo todo esto por que en los últimos tiempos pareciera moda el arrojar lodo a las instituciones. Decirle “árbitro vendido” al IFE o mofarse de la Suprema Corte de Justicia son lances que dañan a todos los mexicanos. ¿Cómo llegamos aquí? Por supuesto que hay muchas instituciones que funcionan muy mal. Cómo pedir el respeto de un ciudadano a las instituciones de justicia cuando sabemos, de nuevo, que buena parte de los actos criminales salen de allí. Debe haber agentes del Ministerio Público y policías que cumplen con su deber, el problema es que en muchos casos no es así. Pero debemos ser capaces de discernir, de separar. En ese ejercicio el absurdo discurso de la gestión de Vicente Fox condenando en bloque todo lo que viene del pasado no sólo no ayudó sino que agravó una lectura caricaturesca de nuestra realidad. Fox terminará su gestión gobernando con las mismas instituciones que heredó y que, por lo visto, no eran tan malas, sino cómo explicar la “foxilandia” que está empeñado en vendernos. El Seguro Social -institución que mal han sabido defender y que atiende a más de 50 millones de mexicanos- es parte también de un entramado institucional. Qué decir de la UNAM, el Politécnico, Bellas Artes, el ISSSTE o el FCE, etc.
Pero claro, como reconocer el valor de las instituciones es reconocer aciertos del pasado y eso es hoy políticamente incorrecto, entonces mejor condenar sin miramientos. Lo malo es que por ese camino en el proceso electoral de 2006 no vamos a poder ponderar con sensatez para dar continuidad a lo que la merece y corregir donde se requiera. Estamos atrapados por la caricatura. Los sistemáticos ataques de López Obrador al Judicial, en particular a la Corte, son una auténtica falta de respeto a esa institución clave de la democracia mexicana. Cinco años de vituperios desde la Presidencia en contra de las instituciones y una campaña feroz en contra de cualquier creación priista han envenenado brutalmente el ambiente.
Apoyado en qué instituciones piensa López Obrador llegar a la Presidencia, ¿en el IFE? Entonces más vale que él y su partido respeten al árbitro. ¿Con qué instituciones piensa gobernar si llega al poder? ¿Piensa acaso “disolver” la Suprema Corte? Pero si piensa gobernar con ella más vale que desde ahora la respete incluidos a los señores ministros cuyos sueldos quiere él, brincándose la Constitución, reducir a la mitad. ¿Qué piensa AMLO del Banco de México, para saber de qué estamos hablando?
El próximo presidente de México gobernará con las mismas instituciones con las que gobernaron los priistas y luego Fox. México no se encamina a una refundación como la que tan irresponsablemente invoca Fox para referirse a la elección de 2000. Por fortuna los equilibrios políticos no lo permiten. De ser así, qué sentido tiene esta andanada en contra de los pilares de nuestra vida como nación. Eliminemos las que no funcionen, corrijamos donde sea necesario, pero también debemos exigir más respeto de actores políticos que aún no han mostrado sus capacidades para crear instituciones cuando ya atacan a las que tenemos. Eso si es un pacto democrático. Porque ellos se irán y por desgracia probablemente habrá otro Wilma y allí estarán las instituciones, esas de las que tanto se mofaron para conseguir votos y que, simplemente, les responden con hechos.