“El arte de cobrar impuestos consiste en desplumar al ganso de manera que se
obtenga el máximo monto de plumas con
el mínimo posible de quejas”.
Jean-Baptiste Colbert
La Cámara de Diputados aprobó este lunes una iniciativa que permite la devolución del Impuesto al Valor Agregado, el IVA, a los turistas que lo soliciten si presentan comprobantes de gastos por más de 1,200 pesos. Podría pensarse que los legisladores, después de tantas disputas, estarían finalmente logrando un consenso para impulsar una medida que beneficie al país. Pero reflexionemos bien. La devolución del IVA a los turistas que hagan compras en nuestro país es una perfecta solución a un problema que no existe.
El turismo internacional es una de las ramas de la economía que más está creciendo en México. El número total de visitantes aumentó 5.9 por ciento en el primer semestre de 2005 en comparación con el mismo periodo del año anterior. Los turistas que se internaron en el país son 16.6 por ciento más. El gasto de todos los visitantes creció 17.2 por ciento. Estas son cifras que ya quisiera tener cualquier otra actividad económica del país.
Pero México no es ni nunca ha sido un paraíso para las compras. Poco importa si nuestro IVA es más alto que el impuesto mercantil que se cobra en la Unión Americana. Los precios a los que se venden los productos que adquieren los viajeros son simplemente más altos en México que en Estados Unidos, aun antes del impuesto. Esto lo sabe bien toda la clase media mexicana que, a pesar de la apertura de las fronteras mexicanas, sigue yendo a Brownsville, a Houston o a San Diego a hacer sus “compritas”.
Los atractivos de nuestro país pueden ser tan dignos como la belleza física de nuestras playas o la historia de nuestras ciudades coloniales y de nuestras ruinas prehispánicas. Pueden también ser tan prosaicos como el hecho de que en México se pueden ingerir bebidas alcohólicas desde los 18 años mientras que en Estados Unidos la edad mínima es de 21. En cualquier caso, es difícil pensar que con la devolución de IVA aumentará de manera significativa el flujo de turistas a nuestro país. De hecho, yo me atrevería a decir que no llegará a México un solo visitante adicional por la devolución de este impuesto.
Si esto es así, cabe preguntarse a cambio de qué estamos entregando una porción, aunque sea pequeña, de la recaudación del IVA. La verdad es que por nada. Si el asunto quedara ahí no habría más problema. Es una insensatez tener una pérdida impositiva sin contrapartida, pero mientras sea pequeña no es una gran tragedia para un país que tiene ya hoyos fiscales por doquier.
El problema va más allá del dinero que habrá que entregar a los turistas. La devolución del IVA complica de manera innecesaria un sistema fiscal ya marcado por sus tasas cero, sus transacciones y productos exentos y sus tasas especiales en la frontera. En lugar de impulsar una indispensable simplificación, los diputados están tomando una medida para volver el sistema más complejo... y a cambio de nada.
Es verdad que en algunos países del mundo existe se devuelven impuestos a los turistas. Yo lo he experimentado en ciertos lugares de Europa y en algunos estados -no todos- de la Union Americana. Pero quienquiera que haya visto la operación de esos sistemas entenderá que complican enormemente la administración fiscal. Y todavía no he encontrado a nadie que me diga que ha ido a Francia o a Texas porque tienen sistemas de devolución de impuestos a turistas.
Además de la complicación, el trato fiscal diferenciado traerá de manera inevitable a nuestro país un mercado negro de documentos de comprobación de compras por supuestos turistas. En un país con la tradición de corrupción que nosotros tenemos, sólo la absoluta simplificación de los sistemas administrativos puede llevar a la reducción de este mal. La devolución del IVA a los turistas, sin embargo, va exactamente en sentido contrario. En unos cuantos años el sistema de devolución estará corroído por la corrupción.
¿Queremos realmente aumentar la afluencia de turistas? Utilicemos el dinero del IVA que pagan los turistas -y más- para mejorar la seguridad pública y para limpiar nuestras playas. Lo que no tiene sentido es legislar una nueva exención que nadie está pidiendo, que complica el sistema fiscal y que no traerá ni un turista más a nuestro país.
PENSIONES
El déficit de las pensiones de los servidores públicos inscritos en el ISSSTE alcanza ya el 60 por ciento del Producto Interno Bruto. Si añadimos el faltante de los trabajadores del IMSS, el total se acerca al 100 por ciento del PIB. Tarde o temprano habrá que reconocer que esto es inaceptable. Un país no puede trabajar y pagar impuestos sólo para pagar las pensiones de los burócratas.
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