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Japoneses, en manos de brujos y adivinos

Tokio, (EFE).- La figura del adivino se ha apoderado del corazón de millones de japoneses, dispuestos a todo para conocer su futuro a través de los métodos más peregrinos, en un negocio que mueve miles de millones de dólares cada año.

"¿Cómo va a ser el día?". Koen Sato, de profesión "adivino" desde hace 25 años, recibe todos los días la llamada telefónica de un médico que le formula esa pregunta.

"El cliente quiere saber si se va a equivocar a la hora de hacer un diagnóstico o si va a recibir alguna queja engorrosa de los pacientes", declara a EFE Sato, quien basa sus adivinaciones en el horóscopo oriental y se mueve cada día en complicados cálculos estelares.

Otra de sus clientes se presentó en una ocasión en su consulta con una lista de fechas de nacimiento de 30 hombres y solicitó su ayuda a la hora de elegir uno para casarse.

La magnitud de este lucrativo mercado de consulta a brujos y adivinos ronda en Japón los 70 mil millones de yenes (unos 640 millones de dólares), según un estudio del Konami Quality Life Laboratory, basado únicamente en las cantidades que la gente destina a este tipo de servicios.

Sin embargo, si se tienen en cuenta las ventas de libros y productos relacionados con la "suerte", la cifra sube hasta el billón de yenes (unos nueve mil 350 millones de dólares).

La imagen de los adivinos solitarios sentados en callejones oscuros ha sido desplazada por otra en la que aparecen largas colas de clientes ante los suntuosos despachos de "brujos" que han alcanzado gran fama, algunos de los cuales cuentan incluso con sus propios programas de televisión.

Las predicciones y horóscopos están omnipresentes en la vida cotidiana de los japoneses, en los programas matinales de la televisión, en periódicos y revistas, en bebidas y cajas de dulces, e incluso en las galerías comerciales donde siempre hay un hueco para las cabinas de adivinación.

Además, hay métodos para todos los gustos a la hora de escudriñar el futuro y predecir el bienestar, desde las cartas del tarot, la quiromancia (lectura de la mano), el "I Ching" de origen chino, el "Feng-shui" (armonización del entorno), la astrología, hasta la adivinación por los nombres y el tipo de sangre.

Esta obsesión llega al extremo de la ruptura de compromisos matrimoniales tras descubrirse que, por ejemplo, el "conformista" grupo A del novio es incompatible con el "rebelde" 0+ de la novia.

Internet también ha contribuido a la popularización de las predicciones de futuro.

La pagina de adivinación de "Yahoo! Japan", que tiene más de sesenta servicios de pago, que cuestan entre tres y diez dólares, ha visto como el número de suscriptores aumentó el pasado año en más de un 500 por ciento.

"Antaño, la gente consultaba sus problemas a su familia o amigos, pero ahora muchos temen molestar y son incapaces de abrir su corazón a otras personas, por lo que sus relaciones son superficiales. Con los adivinos, se aseguran una relación anónima y pueden así hablar cosas muy personales", dice el psicólogo Shozo Shibuya.

Más que por las ansias de saber, muchas veces la adivinación se ha convertido en una manera de resolver la angustia vital, en un país donde no es habitual recurrir a la psicoterapia, según Shibuya.

"La incapacidad de las personas para tomar decisiones por sí mismas se ha extendido recientemente, de ahí que se conformen con las respuestas superficiales de los adivinos", señala este psicólogo para explicar este "boom".

Yoko Makino, maestra de una escuela secundaria, visita frecuentemente a brujos, quiromantes y demás "especies" de la profesión.

"Necesito a los adivinos para que me ayuden a tomar decisiones. Eso sí, cuando me dicen algo malo, visito a otros hasta que escucho lo que me conviene", confiesa Makino.

En la escuela de adivinación "Akademeia", los estudiantes tienen que seguir una asignatura obligatoria de psicología clínica para "aprender a aconsejar", además de cinco especialidades destinadas a convertirlos en adivinos profesionales.

Según el adivino Koen Sato, entre sus clientes últimamente han aumentado los hombres de entre 40 y 50 años de edad.

"Creo que vienen impulsados por su inquietud, al no tener un porvenir claro", asegura Sato.

El estallido de la "burbuja" bursátil e inmobiliaria a principios de los noventa provocó una crisis económica que cambió drásticamente las concepciones del valor en la sociedad nipona.

Antes se mantenía el sistema del empleo vitalicio y del salario por antigüedad, sin embargo esos conceptos se han desplomado en una recesión que dura más de una década, por lo que "ahora la gente no sabe de qué fiarse, y menos aún de sí mismos", dice el adivino.

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