“Mejor cien enemigos fuera de casa que uno dentro”.
Proverbio árabe
Andrés Manuel López Obrador dejó la jefatura de Gobierno del Distrito Federal el viernes pasado en una posición envidiable. Su aprobación entre los habitantes de la capital, de 76 por ciento según la encuesta de Reforma y de 83 por ciento según la de Consulta Mitofsky, es una de las más altas entre quienes gobiernan las entidades de la Federación. Por otra parte, los sondeos nacionales lo colocan consistentemente en el lugar número uno entre quienes aspiran a ocupar la Presidencia de la República.
Sólo hay dos nubes que oscurecen este soleado horizonte. Una es falta de estructura política del PRD en el norte del país, la cual es necesaria para alcanzar un triunfo electoral independientemente de la popularidad personal de un candidato. La otra es la posibilidad de que el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, quien sigue teniendo un gran peso moral en el PRD, decida salirse del partido para conformar ese frente amplio de izquierda del que ha venido hablando en las últimas semanas.
La estrategia para resolver el primer obstáculo es la creación de cientos de comités ciudadanos que buscarán atraer simpatizantes de López Obrador en lugares en los que hoy no hay presencia del PRD y que se integrarán a la estructura del partido en donde sí existe esa presencia. Para llevar a cabo este esfuerzo en el norte del país López Obrador ha designado a Manuel Camacho Solís, un hombre que ha demostrado siempre ser un buen organizador político.
El segundo obstáculo puede ser más complejo. Cárdenas renunció a la candidatura presidencial del PRD porque dijo, entre otras cosas, que no había las condiciones en el partido para un verdadero debate de ideas. El ingeniero, como la mayoría de los perredistas lo llaman, tampoco está contento con el tipo de personas que se están perfilando para ser postuladas por el partido a cargos de elección federal en 2006.
La presidencia nacional del PRD, a cargo de Leonel Cota Montaño, ha tratado de detener la posibilidad de una separación de Cárdenas. Tanto él como López Obrador saben que el ingeniero no tiene posibilidad de derrotar al ex jefe de Gobierno en una elección abierta, pero su salida del PRD y su apoyo a otra opción política causarían una verdadera fractura en el partido. Por eso el Consejo Político Nacional ha creado una comisión que está trabajando en un intento por fusionar el proyecto político de López Obrador con el de Cárdenas. Se sabe también que hay en el partido la intención de dar a Cárdenas y a sus aliados un número importante de las candidaturas a cargos legislativos federales de 2006.
Pero las objeciones de Cárdenas parecen ir más lejos. Un importante dirigente del PRD me dice que el ingeniero objeta de manera especial la posible candidatura de Marcelo Ebrard a la jefatura de Gobierno del Distrito Federal. Un acuerdo para mantenerlo en el PRD, en apoyo al esfuerzo electoral de López Obrador, tendría que pasar, al parecer, por la eliminación de esa candidatura. Ebrard, sin embargo, no estaría fácilmente dispuesto a ser sacrificado.
Cárdenas apoya la candidatura de Pablo Gómez en el Distrito Federal, pero muchos perredistas plantean que el coordinador de los diputados del partido, a quien consideran radical e intransigente, podría perder la elección en una entidad que de otra manera estaría segura para el PRD. Jesús Ortega, el coordinador de los senadores, podría ser un candidato de unidad. Pero falta mucha negociación para que el partido se decida por imponer un candidato en la capital.
Lo que menos necesita López Obrador en este momento es una rebelión interna que lo despoje de una parte significativa del tradicional voto de izquierda. El voto duro del PRD, apenas superior al 16 por ciento, es el más pequeño del que tienen los tres principales partidos políticos del país. Para llegar a la Presidencia de la República Andrés Manuel necesita conservar íntegro ese voto y, además, añadir el de millones de ciudadanos de centro-izquierda que se sienten huérfanos entre los actuales partidos del país. Un distanciamiento definitivo del ingeniero Cárdenas pondría en peligro esta estrategia electoral.
AHUMADA
Por muy odiado que pueda ser, Carlos Ahumada tiene razón en esta ocasión: se ha convertido en un verdadero preso político. Permanece en la cárcel mientras René Bejarano ha quedado en libertad. Se le acusa de faltas administrativas en sus obras, pero se le están fincando cargos por la vía penal. Cada vez que gana una victoria en los tribunales, se presentan nuevas acusaciones para mantenerlo en la cárcel. Las autoridades del Distrito Federal le prohíben dar entrevistas a los medios para que no se difunda su situación. Su pecado no está en las obras, sino en haber difundido los videos de Bejarano.
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