“Ojo por ojo y el mundo acabará ciego”.
Mahatma Gandhi
El hecho de que el presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, sea un “cristiano vuelto a nacer” ha tenido una influencia enorme sobre la política de los Estados Unidos y sobre los acontecimientos internacionales de los últimos años.
Las encuestas de opinión señalaron el pasado mes de noviembre que la mayoría de quienes votaron para reelegir a Bush como presidente de los Estados Unidos lo hicieron porque creían en su liderazgo moral y religioso. Las acciones militares tomadas por el presidente en Afganistán e Irak, así como su oposición en el interior de los Estados Unidos al matrimonio entre homosexuales, el aborto y la promiscuidad, fueron clave en asegurarle el triunfo frente a John Kerry.
Lo inquietante del caso es que la derecha religiosa estadounidense parece estar olvidando en su actitud moral y política las enseñanzas de ese mismo Jesús que dice adorar. El conservadurismo moral y la belicosidad internacional podrán defenderse con argumentos sobre la necesidad de preservar los usos y costumbres de los Estados Unidos o los intereses políticos y económicos de la máxima potencia del mundo, pero es hipócrita usar a Jesús como justificación.
No hay nada en los evangelios que nos señale que Jesús de Nazaret era un puritano en cuestiones amorosas o sexuales, como lo han presentado tantas organizaciones religiosas al paso de dos milenios. Es verdad que los evangelistas no mencionan ningún amorío ni matrimonio de Jesús, pero esto puede deberse más a un prurito personal que a una decisión de vida de Jesús.
No hay que olvidar, por otra parte, que en la sociedad judía a la que Jesús perteneció hace dos mil años se relegaba a la mujer a un papel secundario. A pesar de ello, Jesús se hizo acompañar siempre de mujeres: entre ellas María Magdalena, quien junto a María fue la única que permaneció junto a la cruz hasta la hora de su muerte.
Jesús, de hecho, mostraba una actitud mucho más abierta hacia la mujer que la sociedad de su tiempo. No sólo rechazó que un grupo de fariseos lapidara a una mujer, como lo establecía la Ley judía, por haber sido encontrada en el acto de adulterio, sino que retó a la multitud reunida a que sólo aquel que estuviera libre de pecado arrojara la primera piedra. Nadie se atrevió. Con esta acción Jesús demostró una tolerancia ante el “pecado” que el cristianismo no ha exhibido en general a lo largo de los tiempos.
Si bien la Ley del Antiguo Testamento permitía la venganza ojo por ojo y diente por diente, Jesús ofreció una filosofía completamente distinta. Si alguien lo golpeaba a uno, decía, había que presentarle la otra mejilla. Nos cansaremos de buscar en las palabras de Jesús registradas en los evangelios siquiera una que justifique una guerra preventiva. Quizá haya guerras inevitables, pero ninguna puede hallar sustento moral en las palabras de Jesús.
Nadie puede estar seguro de cuáles fueron las ideas exactas de Jesús ni de cuáles serían ahora sus respuestas a las disyuntivas morales y políticas que enfrenta la sociedad de nuestros tiempos. Los evangelios son textos fragmentados y proselitistas escritos décadas después de la muerte de Jesús. Lo que sí sabemos es que el Nazareno preconizaba la paz y el amor como valores fundamentales de la sociedad.
El mensaje de los nuevos fundamentalistas supuestamente cristianos en los Estados Unidos y otros países del mundo, incluso el nuestro, es exactamente el opuesto. Ante los posibles enemigos de otras tierras, la actitud es atacarlos primero y averiguar después si realmente estaban planeando algo maligno. Ante las decisiones de carácter moral que se salen de las reglas o tradiciones establecidas, por otra parte, hacen gala de intolerancia que contrasta con la apertura de Jesús.
No tengo objeción a que George W. Bush y algunos miembros de su equipo de trabajo se consideren cristianos vueltos a nacer. Pero quizá a todos ellos y a los millones de estadounidenses que votaron por Bush en noviembre debido a sus ideas religiosas y morales, les convendría detenerse un momento a leer los evangelios y a meditar sobre la filosofía del Jesús que dicen adorar como encarnación de Dios.
Quizá entonces se darían cuenta que el Nazareno promovía una filosofía de amor y no de guerra, de apertura y no de rigidez moral, que es exactamente opuesta a la que hoy Bush y los fundamentalistas han adoptado como cristianos vueltos a nacer.
CARNAVAL
Estamos en pleno carnaval, una festividad que busca darle alegría al cuerpo antes de empezar la disciplina de la Cuaresma. La celebración revela que desde tiempos antiguos las sociedades cristianas entendieron que la austeridad y la abstinencia de la Cuaresma sólo podían mantenerse si se daba a la gente un tiempo para el gozo de los sentidos.
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