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Jaque mate/El terremoto

Sergio Sarmiento

“No hay libertad para el hombre mientras no supere el temor a la muerte”.

Albert Camus

Han pasado 20 años de los sismos de 1985. Todos los que los vivimos y sufrimos esa tragedia, tenemos nuestras historias que contar. Las escenas de desolación que vi el 19 de septiembre y en los días subsecuentes en las colonias Roma y Condesa de la Ciudad de México, donde vivía, se han quedado grabadas indeleblemente en mi memoria.

Esta experiencia nos ha ayudado a cientos de miles, a millones de mexicanos, a entender mejor otras tragedias. Ni la devastación del huracán Gilberto, ni la más reciente de Katrina, tendrían su justa dimensión si no tuviéramos la capacidad de compararlas con lo que vivimos entonces. Y aunque valoro la gravedad de cada uno de estos desastres, no puedo evitar señalar, al recordar los hechos de septiembre de 1985, que en las inundaciones del Katrina se han identificado poco más de 700 muertos mientras que en los sismos de la Ciudad de México los cálculos, nunca corroborados porque nunca fue posible encontrar todos los cadáveres, ascienden a diez mil muertos.

Hace poco Carmen Segura Rangel, coordinadora nacional de Protección Civil, escandalizó a muchos cuando dijo que en México podría registrarse en la próxima década un terremoto de magnitud igual o similar al del 19 de septiembre de 1985. Varias personas me dijeron que esas declaraciones eran una irresponsabilidad. Aun cuando sea cierto, señalaban, un funcionario público no debe provocar alarma.

Mi opinión es exactamente la contraria. Con el paso de los años la preparación que pudo existir para un sismo se ha deteriorado. Hoy virtualmente nadie en la Ciudad de México sabe exactamente lo que haría en caso de un terremoto. Una parte muy importante de la población de la zona metropolitana de la Ciudad de México no tiene, por su juventud, un recuerdo directo de la tragedia. Lo único que ha hecho es recoger la tradición oral y mediática de lo que vivieron sus padres.

La Ciudad de México está encajada en una zona altamente sísmica, como lo están también zonas muy importantes de la costa de Guerrero y otras regiones del país. Pretender que nunca se repetirá la experiencia de un terremoto de cuando menos 8.1 grados Richter es pecar de ingenuidad. El hecho, precisamente, de que hayan transcurrido dos décadas desde los movimientos del 19 de septiembre hace temer que se esté acumulando tensión en el subsuelo y que pueda desencadenar un sismo todavía más fuerte que el de 1985.

Hay quien piensa que la obligación de la autoridad es negar esta realidad y presentar siempre un rostro optimista ante los medios. Curiosamente, quienes mantienen esta posición son los mismos que cuestionan al presidente Vicente Fox por tratar de presentar una actitud de ver el vaso medio lleno en lugar de medio vacío; son los mismos que se quejan de la campaña actual del mandatario por rechazar la visión de los “fracasados” que insisten en ver todo lo que ocurre en nuestro país desde un punto de vista negativo.

Mi posición es que en la vida hay que estar siempre preparados para los acontecimientos negativos pero sin dejarse dominar por ellos. En Cancún o en Miami la amenaza de los huracanes es una parte de la vida cotidiana en el verano. Hace décadas que un huracán no golpeaba a Nueva Orleans, y nunca la ciudad había experimentado uno de categoría superior a tres, pero la Ley de probabilidades finalmente se impuso y la falta de preparación mató a más de 700. En la Ciudad de México los riesgos son los secuestros y los terremotos. Pero no puedo dejar de pensar en un empresario amigo que mudó a su familia a Nueva York por temor a los secuestros justo a tiempo para ver caer las torres gemelas por los atentados suicidas del 11 de septiembre.

La advertencia de Carmen Segura Rangel es pertinente y no hay que echarla en saco roto. Hay grandes posibilidades de que en la próxima década se registre un terremoto importante en la Ciudad de México. La manera en que lo manejemos dependerá de qué tan preparados estemos. Pero me queda claro que en este momento hemos bajado la guardia. Y bajar la guardia en una ciudad como la nuestra puede ser equivalente a firmar una sentencia de muerte para nosotros y para nuestras familias.

MUERTES

Vamos a suponer que la cifra, tan citada pero nunca comprobada, de diez mil muertos en los sismos del 85 es correcta. Esto no significa que un terremoto sea el principal riesgo que tenemos quienes vivimos en la Ciudad de México. Nada más en el Distrito Federal se registran dos homicidios diarios. En los 20 años desde el temblor, esto significa 14,600 muertes. En la zona metropolitana la cifra es cuando menos el doble. En otras palabras, en la Ciudad de México es mucho más fácil morir por homicidio que por terremoto.

Correo electrónico:

sergiosarmiento@todito.com

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