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Jaque mate/El vestuario

Sergio Sarmiento

“La ropa hace al hombre...

la gente desnuda tiene poca

o nula influencia sobre

la sociedad”.

Mark Twain

El debate político en nuestro país está llegando a abismos realmente impensables. En un momento en que las naciones del mundo discuten las grandes reformas estructurales, y buscan maneras de aumentar su competitividad para dar un mejor nivel de vida a su gente, en México la gran discusión política tiene que ver con el gasto en ropa de la esposa del presidente.

En éste, como en otros temas, hay un punto de transparencia que no se puede soslayar. Si Marta Fox usa recursos públicos para adquirir ropa, es correcto que los mexicanos tengamos información sobre qué monto está presupuestado y cuánto se está gastando en realidad. Después de todo, los gobernados tenemos derecho a saber en qué se usa nuestro dinero.

No debería ser necesario, sin embargo, una investigación del Congreso para esto. Lo ideal sería que la Oficina de la Presidencia diera a conocer el monto de lo que el presupuesto contempla para el vestuario del presidente y la primera dama y cuánto se ha gastado en total. Si es verdad, como lo afirmó ayer Marta, que ella sólo ha gastado el 17.8 por ciento de lo presupuestado, entonces ya no habría más que discutir. Ante la falta de un informe de la Presidencia, el tema podría zanjarse con una solicitud de información al IFAI.

Hay un grupo de legisladores, sin embargo, que considera que cualquier gasto de vestuario de la primera dama es excesivo. Por eso pretenden modificar el decreto de presupuesto para eliminar la partida de vestuario de la esposa del presidente. Tienen el derecho de hacerlo para el año que viene, pero eso no quiere decir que eliminar la partida tenga sentido.

En muchos países del mundo, quizá en todos, se considera normal dedicar una partida de gasto gubernamental para el vestuario del jefe de Estado o del jefe de Gobierno y de sus cónyuges. La razón es que entre las funciones de los gobernantes está la de representar al país en comidas, cenas y actos ceremoniales o protocolarios a los que asisten también dignatarios de otros países del mundo. Si los montos permanecen dentro de lo razonable, no hay críticas en ningún país del mundo, sin importar la tendencia política de su Gobierno. El régimen cubano no da a conocer información sobre el costo de los uniformes y trajes del comandante Fidel Castro, pero no tengo duda de que éstos se compran o elaboran con fondos públicos.

Eliminar el presupuesto de vestuario, si éste es razonable, no constituye más que un innecesario intento de humillación al presidente y a su esposa. No se logrará un avance en la lucha contra la pobreza por obligar a la primera dama a usar vestidos de inferior calidad.

Una vez que se empieza en este camino, por otra parte, no hay fin a las acusaciones y contraacusaciones que se pueden hacer y que no tienen ninguna relevancia sobre la forma en que se gobierna nuestro país. Lo importante es no rebasar los límites de lo presupuestado y de lo razonable.

Bastante absurdo fue también hace meses el debate sobre los trajes de Andrés Manuel López Obrador, quien insistía que eran muy baratos mientras que algunos críticos decían que eran caros. Igualmente tonta fue la controversia sobre el precio del reloj de Tiffany que el secretario de obras públicas César Buenrostro le regaló al jefe de Gobierno.

Hay razones para pensar que algunas primeras damas abusaron en otros tiempos del dinero público para hacer compras de carácter privado. Las sospechas más intensas son las que recayeron en su momento sobre Carmen Romano, primer esposa de José López Portillo. Pero si en la actualidad hay un presupuesto razonable y la primera dama no lo rebasa, parece insensato seguir discutiendo el asunto.

Actualmente se está llevando a cabo una campaña electoral en Alemania. Ahí el gran tema de debate es la reforma de la restrictiva legislación laboral en ese país, lo cual es necesario para reducir el endémico desempleo alemán. En México, sin embargo, parece que los temas de fondo son las pensiones de los ex presidentes, el lugar de residencia del próximo mandatario y el gasto en vestuario de la primera dama. No debemos sorprendernos así que nuestro país se siga quedando rezagado en el mundo. Después de todo, si nosotros mismos y nuestros políticos no le ponemos atención a los temas fundamentales, no podremos nunca tomar las medidas que nos permitan construir una economía más próspera.

SALINISTAS

Y EL INNOMBRABLE

Es injusto atacar de salinista a Marcelo Ebrard cuando su trabajo para el Gobierno de la ciudad de México en tiempos de Salinas fue hace más de una década. Pero el propio López Obrador se ha abierto a estos ataques al culpar a Salinas, “El Innombrable”, de todos los errores y tropiezos de su propio Gobierno.

Correo electrónico:

sergiosarmiento@todito.com

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