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Jaque Mate| Emily en Cancún

Sergio Sarmiento

“El hombre no debe inclinarse ante la adversidad; se debe oponer firmemente a ella y convertirla en estímulo”.

Simón Bolívar

CANCÚN, Quintana Roo.- En la zona hotelera no hay muchos indicios del paso de Emily. A lo mucho algunas ramas de árbol apiladas cuidadosamente en las aceras, en espera de algún vehículo municipal que las lleve a un tiradero. Es poco en una ciudad azotada por vientos de 250 kilómetros por hora hace una semana. La imagen del Cancún de hoy contrasta notablemente con el recuerdo que tengo de la tan destruida Mérida después del huracán Isidoro.

Los problemas se encuentran en otros lugares. En la Riviera Maya, al sur de Cancún, los daños son importantes. Los servicios de electricidad, agua y teléfono no se habían restablecido completamente hasta este viernes. Algunas viviendas precarias, hechas de madera y cartón, quedaron destruidas. Ixcaret, el parque ecológico y de diversión, ha cerrado sus puertas un par de semanas, no por daños a la infraestructura sino porque los vientos volaron los techos de paja de las palapas de los restaurantes.

El 21 de julio la ocupación hotelera en Cancún y la Riviera Maya se encontraba en 71 por ciento. No es una mala cifra para una región que cuatro días antes sufrió el embate de un huracán de categoría cuatro. Pero se han perdido 20 puntos porcentuales frente a los niveles de ocupación de los días previos al huracán. Un restaurantero importante me dice que sus ventas están 30 por ciento por debajo de los niveles de la semana anterior. Cancún sigue teniendo niveles de ocupación que son la envidia del mundo, pero algunos sí han cancelado sus viajes.

Si bien una baja de un 30 por ciento en la actividad turística es inquietante, no lo es tanto si se considera la experiencia de huracanes anteriores. El propio gobernador Quintana Roo, Félix González Canto, me recuerda que durante dos meses después del huracán Gilberto de 1988 la actividad hotelera del estado quedó reducida virtualmente a cero. Los niveles de ocupación que se registraban antes del Gilberto tardaron años en recuperarse.

Dos factores explican la situación diferente en este 2005. En primer lugar Emily fue significativamente menos violento que Gilberto, que alcanzó la categoría cinco, la máxima de la escala Saffir-Simpson. Además, no pegó directamente en las zonas con mayor densidad de población. Pero a esto hay que añadir el hecho de que las autoridades y la población tomaron decisivas medidas preventivas.

Cuando el huracán Gilberto golpeó a Cancún en 1988 la enorme mayoría de los habitantes nunca había experimentado el impacto directo de un huracán de gran magnitud. Muchos de los habitantes de Cancún provenían entonces, como hoy, de otros lugares. La joven ciudad no tenía memoria histórica de lo que podía significar un impacto de un huracán de categoría cinco.

Si bien hubo advertencias de huracán con Gilberto, pocos entendieron la gravedad del riesgo que se acercaba. Hace años un cancunense me contó que poco antes del impacto habló al Centro de Huracanes de Miami para preguntar la situación del huracán. Quien le respondió en la línea le dijo que no podía creer que no se le hubiera evacuado. “No tienen ustedes idea del tamaño del animal que se les acerca”, le dijeron.

En esta ocasión el trabajo de protección fue rápido y bien planeado. Más de 50 mil visitantes fueron evacuados de la región en los dos días anteriores al impacto. Más de 20 mil fueron llevados a refugios. Muchos hoteles cuentan ahora con refugios diseñados precisamente para soportar la furia de un huracán.

Algunos de los visitantes, de hecho, encontraron un elemento de diversión en el meteoro. Me cuentan que una turista alemana se negó a irse porque dijo que no iba a perder la oportunidad de experimentar un huracán por primera y seguramente última vez en su vida. Los turistas reunidos en los albergues públicos tomaron la experiencia como oportunidad de una especial celebración colectiva.

La mayor queja de los cancunenses tiene que ver con la cobertura de los medios de comunicación. Muchos afirman que las televisoras pintaron la situación peor de lo que era quizá con el ánimo de ahuyentar al turismo. Una queja muy puntual es la que señala que algunos noticiarios utilizaron video de archivo de los tiempos del Gilberto para presentar un panorama peor del que realmente existió.

Si esto fue hecho a propósito, no lo sé. Lo que me queda claro es que Cancún se recuperó del Emily en unos cuantos días. Y los lugares con mayores problemas podrán lograrlo en unas semanas más.

EMPLEOS

México tiene ahora 400 mil empleos formales más que hace un año. Es una buena noticia, especialmente después de la pérdida de trabajos de 2001-2003. Pero no olvidemos que simplemente para mantenernos a la par con el aumento de la población deberíamos crear un millón de empleos al año.

sergiosarmiento@todito.com

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