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Jaque mate/Enfrentar presiones

Sergio Sarmiento

“Cien hombres juntos,

son la centésima parte

de un hombre”.

Antonio Porchia

El momento definitorio del presente sexenio tuvo lugar en 2002, cuando un pequeño grupo de manifestantes de San Salvador Atenco sacó sus machetes y, apoyado por simpatizantes tan diversos como el Frente Popular Francisco Villa y el Consejo General de Huelga de la UNAM, obligó al presidente Vicente Fox a echarse para atrás en el propósito de construir un nuevo aeropuerto en Texcoco.

El mensaje que mandó en ese entonces el todavía joven Gobierno panista era que, ante la presión, terminaría por doblarse. Y ese mensaje fue recibido y entendido por quien tenía que hacerlo. Desde entonces hemos visto un sinnúmero de manifestaciones, plantones y protestas en el país. Los grupos políticos saben que si la presión es suficiente, el presidente terminará por ceder.

Conforme se acerca el fin del sexenio, los grupos de poder que entienden que pueden obtener beneficios adicionales de un régimen que se debilita han incrementado sus esfuerzos. Y el Gobierno parece cada vez menos dispuesto a dar la batalla. Como resultado da privilegios a ciertos grupos y descuida el beneficio de la nación en su conjunto.

Ejemplos sobran en los últimos años. Ahí está la legalización de los autos “chocolate”, que el presidente Fox dijo nunca aceptaría. Está ahí también el caso de la nueva Ley Cañera, que el Gobierno accedió a publicar a pesar de saber el daño que le haría a la industria azucarera nacional en el largo plazo a cambio de una promesa, incumplida hasta ahora, de que el Congreso le haría los cambios necesarios a la Ley.

Hoy la batalla tiene que ver con las pensiones del Instituto Mexicano del Seguro Social. El año pasado el Congreso tomó la decisión de modificar la Ley para impedir que el instituto siguiera contratando nuevos trabajadores, prometiéndoles pensiones tras 27 ó 28 años de empleo sin importar su edad y con un ingreso significativamente superior al que perciben durante su vida laboral. Hoy el Sindicato de Trabajadores del IMSS insiste en que el nuevo contrato de trabajo se firme como si dicha Ley no existiera. La disputa le ha costado ya el empleo al director general del IMSS, Santiago Levy, quien se negó a aceptar una medida que con el tiempo quebrará al instituto. El Gobierno del presidente Fox, en cambio, parece resignado ante las exigencias del sindicato. Prefiere ahorrarse problemas en estos tiempos preelectorales que sostenerse en una decisión que ayudaría a rescatar el Seguro Social.

En el momento en que escribo este artículo no sé cómo terminará la disputa por el futuro del IMSS. Espero que todavía haya posibilidad de que el presidente Fox entienda que su función es defender los intereses de la nación y no la de evitar manifestaciones y plantones. Pero en otros momentos de confrontación hemos visto que el presidente prefiere echarse para atrás antes que confrontar a los grupos de poder.

No es el Gobierno Federal el único que enfrenta retos de los grupos de poder. Éstos se han convertido, de hecho, en una constante a lo largo de los últimos años. Casi todos los gobiernos estatales deben enfrentar presiones y exigencias de grupos organizados que buscan beneficios especiales, pero no todos se atreven a rechazarlas en beneficio de la población. Entre los gobernadores que han rechazado estas presiones están el priista Eduardo Bours en Sonora y los perredistas Lázaro Cárdenas Batel y Zeferino Torreblanca en Guerrero, pero el número de gobernadores que prefieren dar tratos especiales a estos grupos es enorme.

El Gobierno del presidente Fox tiene la obligación de salvar al Seguro Social como una institución que otorgue servicios médicos a la población y no simplemente como una que reciba dinero de los derechohabientes para tirarlo en una nómina sin fondo. El deterioro de los servicios del IMSS a lo largo de los años ha sido producto del otorgamiento de una serie de concesiones al sindicato al cual se le ha dado todo lo que pide para evitar una confrontación sin importar la situación de los derechohabientes.

¿Tendrá el presidente Fox el valor de enfrentar este nuevo reto? Para los mexicanos que queremos un país que no sea propiedad de los grupos de presión, esto sería lo ideal. Pero la experiencia nos dice que Fox es un presidente débil, que prefiere ceder cuando la presión en su contra se vuelve suficientemente fuerte.

DESCARRILAR EL TREN

Matemáticamente Santiago Creel no está derrotado en la contienda interna del PRI. La siguiente ronda electoral, el 23 de octubre, será en la zona central del país donde se concentra el mayor número de votos. Pero la verdad es que se requeriría un milagro para que Creel pudiera descarrillar el tren de Felipe Calderón.

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sergiosarmiento@todito.com

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