“Y así, con dificultad
y trabajo, continuó”.
John Milton,
El paraíso perdido
Son las 7:30 de la mañana. La pantalla de la computadora está en blanco. El columnista se sienta a escribir en su estudio doméstico acompañado de una humeante tasa de café. A las nueve de la mañana la pantalla sigue en blanco y el columnista opta por apagar el equipo y salir de casa para ir a la oficina.
El nuevo intento comienza a las 11:30. El columnista, sentado en su oficina, trata una vez más de escribir su artículo. Pasa una hora más y la pantalla sigue en blanco.
El problema no es la falta de temas. Ahí están la controversia constitucional sobre el presupuesto, los procesos políticos del año que comienza, el tsunami del Asia sudoriental, el homicidio de Arturo Guzmán Loera en el reclusorio de “alta seguridad” de La Palma, el aumento de la producción agrícola nacional y tantos otros temas más.
El verdadero obstáculo para llenar la pantalla radica en la dificultad para echar a andar la maquinaria interna al término de las vacaciones. Medio país, me queda claro, está viviendo el problema. Ya está uno sentado en la oficina y con la computadora encendida. Las pilas de papeles por procesar se acumulan amenazantes en el escritorio. Pero a pesar del descanso de los últimos días, o quizá por él mismo, se siente uno más fatigado que nunca.
No es que estemos más viejos -que lo estamos, por supuesto- ni que las vacaciones no hayan cumplido con su cometido de hacernos descansar. Al contrario, la fatiga de este primer día de trabajo es consecuencia de que el descanso hizo lo que tenía que hacer. La tensión cotidiana se redujo. El estrés se esfumó. La adrenalina disminuyó a niveles difícilmente detectables. Pero por eso mismo sentimos que todo es cuesta arriba ahora y que tenemos que tomarnos unas vacaciones para descansar de las vacaciones que acaban de terminar.
“Adrenalina” es el término común con el que se designa una hormona que los científicos llaman “epinefrina”, la cual es segregada por las glándulas suprarrenales. Esta hormona -que trabaja junto con otra similar llamada noradrenalina o norepinefrina- constriñe los vasos sanguíneos, eleva la presión arterial y estimula la actividad cardiaca. La adrenalina se libera en momentos de tensión y en la naturaleza prepara al cuerpo para situaciones de combate o huida. Pero quienes vivimos en las grandes ciudades, y trabajamos constantemente bajo presión, nos acostumbramos a la liberación permanente de esta hormona.
Las vacaciones nos liberan de manera temporal de la tensión cotidiana. Producen descanso porque dejamos de trabajar contra reloj y bajo presión. Nuestras glándulas suprarrenales dejan de segregar adrenalina en las cantidades habituales. Por eso al regresar al trabajo cotidiano, al enfrentarnos a la primera pantalla en blanco del año, nos encontramos sin esa adrenalina que nos hace ser intensos en la lucha por la supervivencia.
Cuando ayer me senté a escribir esta columna contaba -como bien lo atestiguaba mi cintura- con reservas sobradas de combustible proporcionadas por dos semanas de abundante ingestión de comida. Tenía también la materia prima para reanudar mi actividad: los temas de controversia de los últimos días. Pero me faltaba ese aditivo especial, esa adrenalina que se convierte en una droga que a millones nos mantiene constantemente hiperactivos.
Lo curioso del caso es que el obstáculo para redactar mi primera columna del año lo enfrenté a pesar de que no dejé de escribir en todos estos días de vacaciones. Pero no es lo mismo sentarse a redactar una columna en Ixtapan de la Sal, después de un baño de aguas termales y antes de un masaje o de un facial, que hacerlo en la Ciudad de México en un día lleno de presiones y tensiones.
Estoy seguro de que muchos de mis lectores tuvieron ayer este problema de falta de adrenalina y lo sufrirán a lo largo de la primera semana del año. Conforme pasen los días, sin embargo, regresaremos todos gradualmente a la habitual presión del trabajo. La adrenalina se convertirá una vez más en un estimulante cotidiano.
Debo agradecer, por supuesto, que la falta de adrenalina me haya permitido encontrar un tema para esta difícil primera columna del año. Pero no es nada agradable darse cuenta de que uno se ha vuelto adicto a un estimulante, aunque sea natural y generado por las propias glándulas suprarrenales.
El campo
La Secretaría de Agricultura ha revelado que la producción del campo mexicano en los primeros cuatro años del actual Gobierno es 18 por ciento mayor a la del mismo periodo del sexenio anterior. Las cifras ya lo señalaban así desde hace tiempo. Para los grupos políticos que viven del campo, sin embargo, es importante presentar al sector como un desastre, de ahí que las cifras serán necesariamente cuestionadas.
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