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Jaque mate/La crisis del agua

Sergio Sarmiento

“El agua es el más

menospreciado de los

nutrientes de la dieta,

pero quizá el más valioso”.

Nelly Barton

Estamos viviendo uno de los más intensos períodos de estiaje de los últimos tiempos. A esto se ha añadido una escasez de agua potable que afecta a muchos lugares del país, pero de manera muy especial a la zona oriente de la Ciudad de México. La solución del Gobierno capitalino ha sido pedir a la Comisión Nacional del Agua un aumento en la dotación de líquido para el Distrito Federal. Pero ésta no sólo es una solución de muy corto plazo, sino que a la larga agrava el problema al impedir que se tomen medidas de fondo.

La Ciudad de México, me comentaba hace unos días en mi programa de radio Luis Manuel Guerra, el famoso “Químico Guerra”, tiene una situación privilegiada para una urbe que se encuentra en nuestra latitud. La capital mexicana está en el mismo paralelo que, por ejemplo, el Sahara y otros desiertos importantes del planeta. Sin embargo, su régimen de precipitaciones es mucho más generoso.

Según este activista de las causas ecológicas, la Ciudad de México recibe cada año diez veces el agua en lluvia que necesita para su consumo. Esto nos permitiría resolver nuestras necesidades simplemente con esa agua que nos cae del cielo. Sin embargo, desde hace décadas los Gobiernos mexicanos han mantenido políticas en materia de agua que equivalen a un verdadero ecocidio.

En lugar de captar y aprovechar el agua de lluvia y de establecer políticas de reutilización del agua que permitan disminuir la demanda, han recurrido al saqueo sistemático de ríos lejanos como el Lerma y el Cutzamala. El costo ha sido enorme, no sólo en dinero sino en la ecología de las cuencas hidrológicas saqueadas. El deterioro del lago de Chapala, cerca de Guadalajara, es consecuencia directa de esta política.

Como si lo anterior no fuera suficiente, se ha permitido el deterioro de la infraestructura hidráulica de la Ciudad de México al grado de que cerca del 50 por ciento del agua se pierde en la distribución. Además, se promueve el desperdicio al vender agua a los consumidores a través de la red de distribución urbana a precios que van entre uno y cuatro pesos por metro cúbico, cuando el costo de llevar ese líquido al Distrito Federal es superior a los diez pesos. Por otra parte, si consideramos que la mitad del agua se pierde en las tuberías, el costo real de llevar cada metro cúbico a un hogar de la Ciudad de México asciende a más de 21 pesos.

La Ciudad de México debió haber empezado desde hace mucho tiempo el aprovechamiento de la precipitación pluvial para cubrir sus necesidades. Si esto se hiciera, no sería necesario continuar con la política de depredación de los ríos Lerma y Cutzamala.

De hecho, el Valle de México podría ser autosuficiente en materia de agua.

No se requiere mucha ciencia para eso. Desde hace ya mucho tiempo existen tecnologías para captar y utilizar el agua de lluvia en el consumo urbano. Nabor Carrillo, me señalaba el “Químico Guerra”, desarrolló un procedimiento para acumular en presas agua de lluvia en zonas de escurrimiento que se podía inyectar a los mantos del subsuelo. El año pasado cité en esta columna a un ingeniero especializado en el tema, Eduardo León, que ha desarrollado formas para que en las mismas casas se pueda captar agua de lluvia y aprovecharla. La tecnología para el reaprovechamiento del agua está también muy desarrollada.

El problema es que tanto la captación como la reutilización del agua requieren inversiones. Y no habrá incentivos para ellas mientras el Gobierno mantenga su política de regalar el agua. Los precios tienen la función fundamental en una economía de regular la oferta y la demanda. Si son muy bajos promueven el desperdicio, como ocurre con el agua.

Los políticos dicen que han tomado la decisión de regalar el agua por razones sociales. Según ellos, no se les puede cobrar a los pobres por un bien tan necesario para la vida. Pero lo único que han logrado, de hecho, es encarecer el agua para los más necesitados, que tienen que pagar por el líquido que se les lleva en pipas y poner al país en el camino de un desastre ecológico.

Mucho se ha dicho que en el futuro las guerras del mundo no se librarán por el petróleo sino por el agua. Y hay buenas razones para pensar que esto es cierto. Por eso es tan importante que se tomen medidas para captar la lluvia, para reutilizar el agua la que actualmente se usa en las casas y para darle al líquido en el campo y en las ciudades un precio realista.

EL MITO DEL AGRO

Las ventas de productos agroalimentarios subieron 16 por ciento en el primer trimestre de este año en tanto que las importaciones lo hicieron en menos de uno por ciento. La idea de que nuestro campo no sería competitivo con la apertura del Tratado de Libre Comercio ha resultado simplemente un mito.

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