“El diluvio universal
fue un fracaso: quedó
una familia viva”.
Henri Becque.
Este próximo domingo se celebrará por primera vez el Día de la Familia. Mi reacción inmediata al enterarme de la iniciativa fue pensar: ¿Para qué otra conmemoración más? ¿Para qué añadir un nuevo festejo a la letanía del día del amor, el de la madre, el del padre, el del maestro, el de la enfermera y hasta el del compadre?
Con más reflexión, sin embargo, me doy cuenta que quizá no sea tan mala idea festejar el Día de la Familia. Después de todo, ésta representa el cimiento fundamental de la sociedad... de cualquier sociedad.
Una de las grandes ventajas de México frente a otros países y en especial Estados Unidos, con el que por la proximidad geográfica solemos compararnos, es que tenemos una estructura familiar más sólida. En nuestro país los hijos no sólo permanecen durante más tiempo en el entorno familiar, sino que mantienen lazos estrechos con sus padres incluso después de que forman sus propias familias. Esto no ocurre en la Unión Americana, donde las familias se disgregan cuando los hijos llegan a la edad universitaria y se reúnen solamente el Día de Acción de Gracias o en Navidad.
Una estructura familiar sólida, como la que tenemos en México, genera beneficios concretos para la sociedad. La familia unida forma una red de apoyo que previene la indigencia o incluso la criminalidad. Diversos estudios sugieren que el desmoronamiento de la estructura familiar en Estados Unidos ha estado relacionado con aumentos en los índices de criminalidad. Por otra parte, las ciudades mexicanas que registran mayor delincuencia, como Tijuana y Juárez, cuentan también con mayores flujos de inmigración. Quienes llegan a ellas son usualmente hombres y mujeres jóvenes que pierden sus lazos familiares tradicionales y los controles que éstos imponen sobre los individuos.
Por eso celebro que festejemos a la familia. Pero debemos entender que ésta puede y suele tener hoy formas distintas a las tradicionales. La típica familia nuclear -el matrimonio en el que padre, madre, hijos y a veces abuelos viven bajo un mismo techo- ya no es única en nuestro país. Un 30 por ciento de las familias mexicanas es encabezado por una mujer.
En otros casos se mantiene el matrimonio formal, pero el padre está ausente de manera más o menos permanente. En la mayoría de estas familias no existe una relación de amor y respeto entre el padre y su esposa.
Hay en México también parejas que viven en unión libre con o sin hijos. Tenemos, aunque en menor número, parejas de homosexuales. Muchas de estas relaciones atípicas, significativamente, son más sólidas y estables que los matrimonios tradicionales. No se les puede negar como familias, independientemente de que no se ajusten al esquema tradicional.
La diversidad en los tipos de familias, especialmente en las grandes ciudades, es en buena medida consecuencia del proceso de urbanización de las últimas décadas.
En contraste, la familia tradicional, no sólo en nuestro país sino en el mundo, fue consecuencia de la revolución neolítica que dio origen a las sociedades agrícolas hace seis mil años.
Es falso que la familia nuclear haya sido siempre el esquema único de las sociedades humanas.
En los tiempos de las comunidades nómadas, antes del advenimiento de la agricultura, las familias eran encabezadas por mujeres y estaban formadas principalmente por los hermanos y los hijos de la mujer. Los hombres de la familia salían a cazar y, si se encontraban con mujeres, trataban de aparearse con ellas. No había una idea clara que de esa relación surgían los hijos nueve meses después. Las mujeres preñadas permanecían con sus madres en familia y ahí tenían a sus críos. Las abuelas eran sucedidas por las madres como cabezas de la familia. Y los hijos varones salían a cazar y reanudaban el ciclo.
La agricultura transformó a la familia. El hombre asumió el papel de protector del terreno de cultivo y la mujer, de cabeza de familia, se convirtió en propiedad del hombre y proveedora de hijos que trabajarían en el predio familiar.
Hoy una nueva revolución económica y social está cambiando esa estructura. Eso no significa que no deba ya existir una familia. Ésta es absolutamente indispensable para el bienestar de la sociedad.
Pero tenemos que entender, incluso al festejar este día, que las familias de las sociedades urbanas deberán ser necesariamente distintas a las que han existido en las sociedades agrícolas de los últimos seis mil años.
CABRERA INFANTE
El Gobierno cubano señaló ayer, en una carta al periódico español El País, que nunca prohibió los libros de Guillermo Cabrera Infante. Qué bueno que así sea. Supongo que eso significa que los libros de este autor estarán disponibles en la isla y que nadie será arrestado por leerlos.
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