?Nada hay tan conforme a la razón como esa negación de la razón?.
Blaise Pascal
Nuevo Laredo ha sido la ciudad que más ha resentido la oleada de violencia que ha afectado a nuestro país en los últimos meses. Tan sólo en este año se han registrado más de 100 homicidios en esa ciudad fronteriza. Lógicamente las autoridades de todos los órdenes, así como la población local, quieren buscar soluciones a como dé lugar. Pero muchas veces las medidas que proponen no tienen nada que ver con el problema que se quiere superar.
Un ejemplo fue la virtual detención de toda la Policía Municipal de Nuevo Laredo y su reemplazo temporal por Policías Federales. Esta acción no sólo no detuvo la violencia en la ciudad sino que omitió el hecho que los policías municipales han sido víctimas frecuentes de las balas de los sicarios.
Esta semana, por otra parte, el presidente municipal de Nuevo Laredo, Daniel Peña Treviño, anunció la decisión de su Gobierno de cerrar, cuando menos de manera temporal, bares y cantinas a las doce de la noche. No hay duda que esta medida tendrá consecuencias negativas en la economía de la ciudad. Al cerrar más temprano los bares y las cantinas, se reduce el consumo en estos establecimientos. El turismo, el poco que queda, disminuirá. Los meseros perderán propinas y los bares ingresos. Al final esto costará utilidades a las empresas, impuestos al municipio y empleos a los ciudadanos.
Lo peor de todo es que hay pocas posibilidades de que esta decisión ayude a resolver el problema de los homicidios en Nuevo Laredo. Es muy probable que algunos de los actos de violencia que hemos visto en los últimos meses sean producto de los ánimos exaltados que genera el alcohol. Pero la mayor parte son ejecuciones fríamente calculadas y planeadas.
Lo que estamos viendo en Nuevo Laredo, así como en Sinaloa, en Guerrero y en algunos otros lugares de nuestro país, es una ola de violencia que surge de los reacomodos en las bandas dedicadas al narcotráfico y a otras formas del crimen organizado. Hay razones para pensar que el relativo éxito que han tenido las autoridades federales para descabezar al narco se ha convertido en la raíz misma de esos actos de violencia. Y es lógico. El que se detenga a un capo no significa que desaparezca el mercado de la droga. Por el contrario: su arresto suele generar una guerra abierta entre quienes buscan sucederlo, que pueden ser sus lugartenientes u otros criminales que quieren aprovechar el río revuelto. Buena parte de las ejecuciones que hemos visto en las últimas semanas llevan la marca de acciones de grupos de criminales que buscan marcar su territorio y dejarlo libre de rivales.
La violencia que estamos presenciando es similar a la que vivió Colombia en los años ochenta y noventa, un periodo que también se caracterizó por la captura de algunos narcotraficantes importantes. De nada servía en la Colombia de esos tiempos reemplazar a cuerpos enteros de la Policía Municipal o restringir la venta de alcohol. La raíz de la violencia era otra. Hubo que esperar a que los reacomodos de bandas terminaran para que una relativa calma volviera a ese país.
La experiencia nos dice que el problema de la violencia en ciudades como Nuevo Laredo no se resolverá en tanto no se supere el origen del fenómeno. Pero no se puede resolver el problema del narcotráfico con acciones policiacas, las cuales, entre más exitosas son, más promueven la violencia. Sólo la descriminalización de la droga eliminará los incentivos para el narcotráfico y, por lo tanto, para la violencia de las actuales mafias.
Pero esta acción no la puede tomar por sí solo un país como el nuestro o como Colombia. Me queda claro que en algún momento se emprenderá el camino de la descriminalización de la droga: ninguna otra medida ha funcionado contra el tráfico de enervantes. Pero esto sólo ocurrirá cuando haya un número suficiente de dirigentes ilustrados en el mundo, incluyendo por supuesto al presidente de los Estados Unidos, como para tomar una decisión que quizá costará mucho en lo político pero que, como en el caso de la prohibición del consumo de bebidas alcohólicas en los años veinte, es la única que puede poner fin a una guerra que de mil maneras ha afectado a nuestro país.
AZÚCAR
El gobierno del presidente Vicente Fox no debe ceder a las presiones de la Unión Nacional de Cañeros y de la CNC, los grupos priistas que están buscando presionarlo para que publique la nueva Ley cañera. Es importante que México tenga un mercado de azúcar que realmente responda a la Ley de la oferta y la demanda y que no eleve los precios artificialmente. Es injusto que los consumidores subsidiemos a una industria ineficiente y es incongruente que se castigue a la inversión en nuestro país que utiliza el azúcar como materia prima.
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