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Jaque mate/Paradójico Sartre

Sergio Sarmiento

“Estamos condenados

a la libertad”.

Jean-Paul Sartre

Jean-Paul Sartre cumpliría hoy exactamente 100 años. A un siglo de su nacimiento y 25 de su fallecimiento, el filósofo francés sigue fascinando y generando controversia. Su trabajo como filósofo, novelista y ensayista fue, sin duda, una de los más influyentes del siglo XX. El existencialismo, que él reinventó sobre el trabajo de pensadores anteriores, normó las aspiraciones y la moral de una generación intelectual que maduró en las décadas de 1960 y 1970.

Como todos los pensadores importantes, sin embargo, Sartre fue siempre paradójico. Su existencialismo se fundamentaba en el concepto de que la libertad es intrínseca al ser humano: “la existencia -decía él- precede a la esencia”, lo cual quiere decir que, con su comportamiento, el ser humano define su propia naturaleza. Por eso, afirmaba, todos estamos condenados a ser libres.

Esta tesis libertaria, sin embargo, no fue obstáculo para que con el tiempo Sartre se adhiriera al marxismo, una teoría que rechaza la libertad del individuo frente a la colectividad. Tal posición llevó a Sartre a confrontarse en grandes debates con dos filósofos y escritores que en un momento fueron sus amigos: el argelino Albert Camus, cuyo concepto de libertad lo llevó a rechazar el marxismo, y Raymond Aron, a quien la idea de libertad lo llevó de manera natural al liberalismo político y económico.

También en su vida personal Sartre fue un personaje de contradicciones. Su relación con Simone de Beauvoir, la autora del Segundo sexo y de otras obras y memorias importantes, se convirtió en símbolo de un nuevo tipo de amor en libertad. Sartre y Beauvoir eran amantes, o más bien constituían una pareja estable, pero cada quien mantenía su propio apartamento y su vida independiente. Ambos prometieron amarse en libertad y respetar los amoríos que cada uno pudiera tener. Acordaron, de hecho, revelarse sus relaciones amorosas con otros. Sin embargo, la información disponible, la cual procede en buena medida de Simone puesto que Sartre era mucho más reticente con su vida privada, nos muestra a un Sartre que exigía libertad en sus escapadas personales pero a quien le costaba mucho trabajo aceptar las de su compañera.

Hoy hay una tendencia a menospreciar la importancia de Sartre y quizá con cierta razón. Su obra filosófica más importante, El ser y la nada, publicada en 1943, es verbosa y rebuscada en el estilo de Heidegger y Husserl. El existencialismo es un humanismo de 1948 es considerada una simple obra de divulgación. La crítica de la razón dialéctica de 1960 parece un vano esfuerzo por combinar el existencialismo, una teoría que postula la libertad esencial del ser humano, con la dialéctica marxista. Su Flaubert de 1971 parece más un sesudo estudio sociológico del siglo XIX francés que una verdadera biografía del novelista Gustave Flaubert. Sus críticas a los Estados Unidos y a la guerra de Vietnam, si bien entendibles en los años sesenta y setenta, se antojan injustas cuando se contrastaban con su aceptación de los abusos del régimen soviético.

No hay duda, sin embargo, que el Sartre novelista y dramaturgo, quien ganó pero rechazó el Premio Nobel de literatura en 1964, tuvo una influencia crucial en la cultura universal. La náusea (1938), Las moscas (1943), Las manos sucias (1948) y Las palabras (1963) son tan solo algunas de las obras literarias que permitieron que las ideas existencialistas sobre la libertad y la esencia del ser humano se difundieran por el mundo. Junto con el británico Bertrand Russell, por otra parte, Sartre fue pionero en llevar la discusión de los temas éticos de la filosofía a los medios masivos de comunicación y a la agenda política.

Pero aquí nuevamente la paradoja. Sartre es hoy un filósofo muy citado y conocido de nombre, pero en general poco leído. Camus ha perdurado más como novelista y dramaturgo, Aron como ensayista y polemista, y Beauvoir como pensadora de temas sociales. El lenguaje casi impenetrable del Ser y la nada, que en un momento generó admiración, hoy simplemente aburre.

Y es una lástima. Porque muchas de las ideas de Sartre, dispersas en una obra vasta y diversa, son tan valiosas hoy como lo eran en su momento. Sus argumentos de defensa de la libertad del ser humano son un ejemplo concreto. Si tan solo Sartre hubiera sabido respetar sus propias ideas, quizá el mundo lo habría respetado más.

SAVATER

Fernando Savater, el filósofo español, también nació un 21 de junio, sólo que de 1947 y no de 1905. Como Sartre ha sido un gran divulgador de la filosofía, pero al contrario del francés se ha caracterizado siempre por su sentido del humor. Su último libro, El gran laberinto, es una divertida novela de aventuras para jóvenes que promueve el amor por la lectura y -sí, en la tradición de Sartre- el culto a la libertad.

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