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Jaque mate/Poeta de muros

Sergio Sarmiento

“En lo profundo de su ser,

cada mexicano es un

arquitecto”.

Ricardo Legorreta

“Poeta mexicano de muros y color”. Este es el nombre de una exposición que actualmente se exhibe en el Antiguo Colegio de San Ildefonso en el Centro Histórico de la Ciudad de México y que nos muestra la carrera profesional de uno de los mayores creadores artísticos del México contemporáneo: Ricardo Legorreta.

México tiene una magnífica tradición de arquitectura que se remonta a los tiempos prehispánicos y a la colonia. Durante el siglo XIX y buena parte del XX, sin embargo, la arquitectura mexicana se hizo imitadora de lo que se hacía en otros países. Las edificaciones pretendían ser francesas o neoclásicas, siempre con tardanza frente a las corrientes que se imponían en Europa. Después surgieron arquitectos que copiaban las últimas corrientes de Estados Unidos.

Desde la segunda mitad del siglo XX, sin embargo, ha surgido un grupo pequeño pero influyente de constructores que han hecho una nueva arquitectura mexicana que se identifica de inmediato en el mundo. Entre ellos cabe mencionar a Luis Barragán, Abraham Zabludovsky, Teodoro González de León y, por supuesto, al propio Legorreta.

Ricardo Legorreta se formó en la Escuela de Arquitectura de la UNAM de la cual se graduó en 1952. Desde estudiante colaboró con el arquitecto José Villagrán, el introductor en México del movimiento moderno, con quien permaneció hasta 1960. A partir de entonces empezó su actividad profesional independiente.

La primera obra realmente personal de Legorreta fue la fábrica Automex (lo que después sería Chrysler) en Toluca, Estado de México, en 1963. Fue, sin embargo, el hotel Camino Real de la Ciudad de México, inaugurado en 1968, el que claramente lo estableció como un creador original, un arquitecto dotado de una estética singular. En este complejo, hecho para los Juegos Olímpicos de 1968, se advierten ya esos muros enormes, grandes espacios y colores fuertes -rosas, naranjas, amarillos, morados- que hasta hoy son característicos de él. Aún con el paso del tiempo, y a pesar de los cambios que se le han hecho al hotel, uno no puede nunca perder de vista en su interior que se encuentra en un espacio Legorreta.

Dos hechos marcaron la vida de Ricardo Legorreta. Uno fue una enfermedad que, cuando joven, lo postró durante un mes entre la vida y la muerte. Después de una larga recuperación, recuerda, “era yo un hombre diferente. Comprendí que la vida es para servir, amar y dar”.

El otro momento crucial fue la estatización de la banca “que destruyó de un golpe los ideales de mi padre (Luis Legorreta) quien, como consecuencia, murió unos años después”. Este hecho lo llevó a buscar comisiones fuera de México que lo consolidaron como un arquitecto de lenguaje mexicano pero con aceptación internacional.

La lista de las obras de Legorreta en México y en el extranjero es realmente enorme. Incluye las plantas de IBM en México (1974) y en Guadalajara (1975), el Camino Real de Cancún (1975), el hotel Las Brisas de Acapulco (1981), los planes maestros de Valle de Bravo y de Huatulco (1985), el Museo de Arte Contemporáneo (MARCO) de Monterrey (1991), la biblioteca de la Universidad Autónoma de Nuevo León (1994), el Papalote, Museo del Niño (1994), el Centro Nacional de las Artes (1994), el centro residencial Schwab en la Universidad de Stanford de California (1997), el centro internacional Tom Bradley de la Universidad de California de Los Ángeles (1999), el pabellón de México Expo Hannover (2000), la Escuela de Graduados en Administración de Empresas (EGADE) de Monterrey (2001), los dormitorios de la Universidad de Chicago (2001), el campus Santa Fe del Tec de Monterrey (2001) y muchos más. En los últimos años Legorreta ha estado trabajado con su hijo Víctor, también arquitecto, quien le ha inyectado juventud y creatividad a los trabajos que ambos realizan.

La exposición del Colegio de San Ildefonso ofrece una visión de la obra de Legorreta pero también de su manera de trabajar. El lugar no podía ser más idóneo. Fue el propio Legorreta quien renovó y rehabilitó el edificio después de un largo periodo de deterioro y abandono. Ahí se han colocado maquetas, planos, fotografías y, en la capilla, un estudio de arquitecto para entender cómo trabajan hoy en día estos poetas de los muros y los colores.

La obra de Ricardo Legorreta, como la de otros grandes arquitectos, permanece de una manera en la que no lo hacen otras expresiones artísticas. Cuando uno se encuentra en un edificio suyo, podrá desconocer el nombre del arquitecto, pero no se puede evitar una sensación singular. Es como si uno estuviera dentro de un poema de lenguaje vital y vigoroso, un poema compuesto de muros, de espacios y de colores.

¿Y EL CALDER?

En un vestíbulo del tercer piso del hotel Camino Real en la ciudad de México había una enorme escultura metálica de Alexander Calder, uno de los mayores artistas estadounidenses, que había sido hecha para ese lugar en especial. Hoy, después de la compra del hotel por nuevos dueños, nadie sabe dónde se encuentra. En su lugar hay un video bar. Algunos funcionarios del hotel dicen que la escultura se está remozando; otros afirman que está encerrada en un almacén con otras obras artísticas de las que nadie se ocupa. ¿Dónde está ese Calder? Es una pregunta que alguien debe responder.

Correo electrónico:

sergiosarmiento@todito.com

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