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Jaque mate/Sharon estadista

Sergio Sarmiento

“Puedes llevar el caballo al agua, pero no puedes obligarlo a beber”.

Refrán español

Sólo unos cuantos políticos tienen la capacidad de convertirse en estadistas. Son aquellos que dejan de preocuparse por la próxima elección y se ocupan de la próxima generación. Ariel Sharon, el primer ministro de Israel, puede estar orgulloso de haber tomado una decisión histórica, una decisión de estadista, al ordenar el retiro de los asentamientos israelíes en Gaza a pesar que toda su vida luchó a favor de ellos.

Sharon está demostrando que en momentos cruciales los estadistas dejan de ser rehenes de su propia ideología y toman medidas que favorecen el beneficio histórico de su pueblo. Se requirió un primer ministro israelí de línea dura, Menajem Beguin, para firmar la paz con Egipto en 1979 y devolver el Sinaí a los egipcios. Fue preciso también un gobernante socialista, Felipe González, en la España de los años ochenta para llevar a cabo las reformas estructurales de mercado (que México todavía no ha podido hacer). Hoy es también un primer ministro israelí de línea dura el que está retirando a los colonos judíos de Gaza.

Israel tiene dos posibles caminos en el futuro: ser un Estado democrático y próspero en una de las zonas más autoritarias y pobres del mundo, para lo cual es indispensable que limite su territorio al poblado de manera mayoritaria por judíos; o convertirse en un Estado represor de una parte importante de su población aunque en un territorio más amplio. El retiro de Gaza es congruente con la primera opción.

Sharon fue durante toda su vida política un símbolo de la línea dura. De hecho, su elección como primer ministro a principios de 2001, con el margen más amplio de victoria en la historia de Israel, fue producto de la decepción de los votantes con las iniciativas de paz del primer ministro laborista Ehud Barak. Los israelíes veían en Sharon una garantía de que no se harían más concesiones a los palestinos.

Lo paradójico es que, una vez en el poder, Sharon ha hecho no lo que supondría su ideología sino lo que la historia le ordena hacer. Lejos de mantener el statu quo o de buscar una imposible solución militar, el viejo derechista ha optado por un retiro unilateral de los asentamientos israelíes de Gaza y cuando menos una parte de Cisjordania. Y lo está haciendo a pesar del costo político que ello implica.

La enorme popularidad de Sharon ha descendido de forma significativa como consecuencia del “plan de desconexión” o retiro de los asentamientos. Un ex primer ministro de su propio partido Likud, Binyamin Netanyahu, ha visto la oportunidad de reemplazar a Sharon en la imaginación de los israelíes como el político realmente duro ante los palestinos y renunció este pasado siete de agosto al gabinete de Gobierno en protesta por el plan. Netanyahu seguramente buscará reemplazar a Sharon como líder del Likud y como primer ministro con una posición de rechazo al retiro de los asentamientos.

Sharon lo sabe. Está consciente de que su posición le puede costar el cargo, pero entiende también la fuerza de la historia. Israel no podía darse el lujo de mantener a 8,500 judíos en Gaza con una población de cerca de dos millones de palestinos. El siguiente paso, mucho más impopular debido a una mayor presencia de colonos israelíes, será el retiro de los asentamientos del norte de Cisjordania.

El retiro unilateral de los asentamientos parece incongruente para un político que siempre defendió una estrategia agresiva ante los palestinos. Pero Sharon ha entendido que una cosa es la retórica del político de oposición y otra la responsabilidad del estadista. Es la misma reacción que tuvo Beguin cuando firmó la paz con Egipto y ordenó el retiro israelí del Sinaí.

Si Israel va a sobrevivir como lo que es, un país democrático con un grado de libertad individual impensable en cualquiera de las naciones vecinas, necesita replegarse completamente a un territorio en el que los judíos sean una clara mayoría. Esto quiere decir que los asentamientos israelíes establecidos en los territorios ocupados en la guerra de 1967 deben ser abandonados. No es fácil lo anterior para un pueblo que ve esos asentamientos como avanzadas indispensables para asegurar la seguridad nacional y como un derecho obtenido tras sufrir constantes ataques de los vecinos. Pero el propio Sharon se da hoy cuenta de que si no se sacrifican los asentamientos Israel no podrá sobrevivir como un país libre y próspero.

LA PÍLDORA

Hace 45 años, el 18 de agosto de 1960, se inició en Estados Unidos la venta de la primera píldora anticonceptiva. El fármaco fue y sigue siendo controvertido, especialmente a ojos de algunos grupos religiosos. Pero la “píldora” significó una revolución en las costumbres y en la moral que a mi juicio ha sido en buena medida positiva.

Correo electrónico:

sergiosarmiento@todito.com

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