“Hoy todos somos
londinenses”.
Cabeza de The Times
Ahora le tocó el turno a Londres. Antes había sido Nueva York, Bali y Madrid. Y la lista, sin duda, se seguirá ampliando. Si algún mensaje han logrado enviar los terroristas islámicos es que, en una sociedad abierta, no hay forma de escapar a los atentados violentos. No importan las medidas de seguridad que se impongan en algún lugar. Nunca serán suficientes para detener a un terrorista decidido a todo.
Es naturaleza misma del terrorismo el considerar a todo un pueblo como objetivo de sus actos de violencia. Poco importa quién muera o quién salga herido. El propósito del terrorista es sembrar el miedo entre la población. No importa que muera un niño o un anciano. En el terrorismo, al contrario de las guerras tradicionales, todos son el enemigo.
Queda claro que Al Qaeda, la organización islámica que probablemente está detrás de los atentados de Londres, está buscando castigar a los países que participaron en las guerras de Irak y de Afganistán. La selección de Madrid y Londres como blancos de ataques no es gratuita. España y el Reino Unido fueron los dos aliados cruciales de la Unión Americana en la invasión de Irak de 2003. Por eso han surgido voces que plantean que los atentados de Madrid y de Londres son, de alguna manera, un castigo justo por esa guerra.
Pero la verdad es que los terroristas no necesitan de una excusa para llevar a cabo sus atentados. Los ataques en contra de las torres gemelas de Nueva York tuvieron lugar antes de las invasiones de Afganistán o de Irak. Fueron, según Osama bin Laden, un castigo por la presencia de tropas estadounidenses en territorio saudí, aunque ésta es una situación que ocurrió a raíz de la invasión de Kuwait por parte de Afganistán en 1990 y a invitación expresa del Gobierno saudita.
Después de los atentados en Madrid Al Qaeda ofreció dos explicaciones: una era la participación de España en la guerra contra Irak; la otra, la expulsión de los moros de España en 1492. Si se trata de buscar pretextos como éste para un atentado terrorista, siempre podrá uno encontrar alguno. Los países cristianos de Europa, por ejemplo, estarían justificados en atacar a los países árabes por la conquista y destrucción de Constantinopla en 1453.
La verdad es que, para el Islam radical, los actos terroristas se justifican por sí solos. No requieren una excusa o razón. Pelear en el camino de Alá o morir en el camino de Alá, son el sendero seguro para alcanzar el paraíso, un paraíso en el que los varones serán atendidos por doncellas amables y generosas. En la lógica del terrorista islámico, si un acto de violencia genera respuestas violentas, cuánto mejor: porque estas respuestas provocarán un nuevo radicalismo entre los musulmanes y llevarán a un fortalecimiento de la lucha centenaria contra el infiel.
Es verdad que no todos los musulmanes participan de este radicalismo, como no todos los cristianos se unieron a la sed sangrienta de la Inquisición o las quemas de brujas de los puritanos. De hecho, la enorme mayoría de los creyentes en la fe de Mahoma es de personas pacíficas contentas de convivir con gente de todas las religiones.
La veta del radicalismo islámico contemporáneo, sin embargo, se ha fortalecido en los últimos años. Una razón es el conflicto de Palestina que ha alimentado la idea entre millones de árabes de que la única manera de conseguir algo es a través de la violencia.
Otra ha sido la profundización de la religiosidad en algunos círculos porque, en el desierto espiritual del mundo contemporáneo, la fe le da a la vida una razón de ser.
La idea de que la pobreza es la raíz del radicalismo islámico no se ve avalada por la información disponible. Muchos de los terroristas identificados en los últimos años pertenecen a la clase media o a las familias más prósperas de sus países.
Estos radicales no son distintos a los revolucionarios marxistas, como el subcomandante Marcos, que hemos conocido en México durante años. Quienes no tienen recursos necesitan esforzarse por trabajar y sobrevivir. Son los ricos los que convierten su ocio en radicalismo.
El terrorismo no va a desaparecer del mundo. Cada atentado abre camino a otros nuevos. Vamos a tener que acostumbrarnos a ver siempre por encima del hombro. Y lo tendremos que hacer en Nueva York, en Bali, en Madrid, en Londres o en la Ciudad de México. Por eso hoy, más que nunca, todos somos londinenses.
PRESA DE CONCIENCIA
Se supone que es un país de libertades, pero en Estados Unidos se encarceló ayer a una reportera del New York Times, Judith Miller, por negarse a revelar las fuentes confidenciales de un artículo. El juez Thomas F. Hogan está colocando a la Unión Americana en el mismo lugar que las dictaduras que se niegan a reconocer el derecho a la libertad de expresión. Judith Miller es una presa de conciencia. Y en todo el mundo debemos exigir su liberación.