“Los pesimistas no son sino espectadores. Son los optimistas los que transforman el mundo”.
François Guizot
La semana pasada escuché un programa de radio en el que un conductor y un comentarista ofrecían una avalancha de agrias críticas a la forma en que el Gobierno mexicano ha enfrentado al huracán Wilma y sus consecuencias. Parecía que todos los funcionarios del Gobierno mexicano y las empresas públicas debían renunciar de inmediato -desde el presidente de la República hasta el último trabajador de la Comisión Federal de Electricidad- para dejar su lugar a personas que supieran lo que estaban haciendo y estuvieran dispuestas a trabajar para lograrlo.
Lo curioso es que la impresión que a mí me ha dejado la primera semana de esfuerzos tras el embate del huracán es exactamente la contraria. Dada la intensidad y extensión del huracán, lo lógico habría sido esperar un mayor número de víctimas y una recuperación más tardada. Es sorprendente, me parece, la velocidad con la zona está recuperando su vida normal.
Wilma no fue una tormenta cualquiera. El Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos la calificó como el huracán de mayor potencia jamás registrado en el Atlántico. Cuando llegó a la costa de Quintana Roo era mayor en extensión que toda la península de Yucatán. La lentitud de su movimiento hizo que durante 36 horas descargara toda su furia sobre Cozumel, Playa del Carmen, Cancún e Isla Mujeres.
Katrina fue un huracán de categoría menor y de más rápido movimiento. Aún así, dejó un millar de víctimas en Nueva Orleans y la zona circundante. En todo Quintana Roo, en contraste, hubo apenas ocho víctimas mortales por Wilma.
Los primeros reportes después de Wilma pintaban un panorama desolador. El 100 por ciento de los hoteles había sufrido daños. Las carreteras de acceso estaban inundadas, los muelles destruidos y las pistas de aviación inhabilitadas. Cancún se encontraba aislado y las dificultades logísticas de abastecimiento eran enormes. Había temor de que la ciudad se viera doblegada por el hambre y estallara en desesperación.
Los daños a las instalaciones de electricidad eran enormes. Más de 200 torres de transmisión habían caído. Miles de postes yacían por tierra. Muchos de los transformadores de la zona hotelera, que se encuentran a ras del suelo porque la red de electricidad es ahí subterránea, habían sido dañados por las inundaciones. Ante la falta de electricidad, las bombas de agua y drenaje estaban sin funcionar. El penetrante olor de las estancadas aguas negras permeaba la ciudad. Cancún se estaba ahogando en sus propias heces.
En tres días, sin embargo, el 25 por ciento de Cancún ya tenía electricidad. Un ejército de trabajadores traídos de distintos puntos del país labora día y noche para levantar torres y postes, reparar transformadores y conectar cables. La alimentación y el alojamiento de estos trabajadores eran por sí solos una pesadilla logística, pero para el fin de la semana la mitad de la ciudad ya tenía electricidad.
La gran falla de las autoridades fue, sin duda, no haber impedido los saqueos en Cancún. En Playa del Carmen no hubo pillaje porque la Policía, en vez de unirse a la rapiña, cumplió con su deber. Una vez que la Policía Federal Preventiva tomó el mando en el municipio de Benito Juárez, sin embargo, los saqueos empezaron a reducirse.
Para el tercer día empezaron a abrir algunos supermercados. Lo hacían, es verdad, con protección policíaca y con plantas de luz propias; pero esto hizo que se esfumara la posibilidad de una crisis de abasto, la cual habría tenido consecuencias desastrosas. Día con día ha aumentado el número de tiendas y de bancos que abren al público. Hoy se presenta el enorme problema de la reconstrucción, pero sólo porque la crisis de abastecimiento ha quedado atrás.
¿Hubo errores en este colosal esfuerzo? Sin duda. Wilma ofreció retos insospechados a las autoridades y a la población de la zona. Pero basta con ver lo que ocurrió en Nueva Orleans con Katrina para entender el éxito del esfuerzo en Quintana Roo.
¿No pueden ver esto los periodistas que se han empeñado en presentar una imagen estrictamente negativa de lo acontecido? Quizá sí. Pero el problema es que su propio interés es el de presentar siempre una visión pesimista que les permita cultivar una imagen de independencia, aun cuando la información que presenten sea exagerada o simplemente falsa.
LEYES Y TRATADOS
Si el Estado mexicano rechaza el registro de Jorge Castañeda como candidato presidencial porque las leyes mexicanas deben prevalecer sobre los tratados internacionales, entonces ya no podremos cuestionar a Estados Unidos cuando hace que sus leyes locales prevalezcan sobre los tratados internacionales al negar derechos consulares a los mexicanos.
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