El País
MADRID, ESPAÑA.- Una madre recién separada se instala en un viejo apartamento con su hija pequeña. Los fantasmas (¿reales o mentales?) la acosan y ella, deprimida por el abandono de su marido, entra en un extraño proceso de destrucción. Agua Turbia (remake americano de la película japonesa Dark Water, uno de los éxitos del japonés Hideo Nakata). Una película de terror singular que, dirigida por el brasileño Walter Salles, tiene a la actriz Jennifer Connelly como protagonista absoluta. Connelly (ganadora de un Oscar en 2001 por Una Mente Brillante) presentó la película en Madrid a principios de este verano.
Aseguró entonces que nunca había sentido tanta complicidad con un director como la que tuvo con Salles -director de Diarios de Moticicleta o Estación Central- durante el rodaje de Agua Turbia: ?Esta es su primera película de estudio, y en inglés, pero creo que su toque y su elegancia están en toda la película. Es una persona muy delicada y confieso que jamás había tenido una relación con un director como la que he tenido con él. Me hacía sentir como si no hubiera nadie más que él y yo en el set?.
En Agua Turbia Connelly interpreta a una mujer frágil, sola y acorralada que teme por su vida y la de su hija. Adultos solitarios, niños diabólicos y las tripas repulsivas de un edificio enfermo. ?No necesitaba interpretar a esta mujer para saber hasta dónde puede llegar el dolor de una mujer sola o el amor de una madre por su hija?, dice la actriz.
?Puedo entender perfectamente el miedo que siente una madre cuando cree que un hijo está en peligro. De todas formas para mí ésta no es exactamente una película de terror, es demasiado emotiva para serlo. La veo más como un drama sobre la vida urbana, un drama sobre el asilamiento y la soledad. No soy muy aficionada al género de terror pero cuando leí el guión y me interesó empecé a ver viejas películas del género que no conocía. Descubrí clásicos, como La Semilla del Diablo, que me parecieron realmente buenos?.
Dice estar familiarizada con los ruidos domésticos. ?Las casas producen ruido por naturaleza, sobre todos las casas viejas. La mía, por ejemplo, porque tiene más de un siglo. A mitad de la noche crujen las cañerías y te da un vuelco el corazón pensando que ha entrado un intruso. Es el poder de la mente el que produce esa sensación de inseguridad que provoca el miedo?.
Nacida en Nueva York en 1970, Jennifer Lynn Connelly arrancó su carrera profesional siendo una niña. Su primer trabajo fue para Érase una vez América, de Sergio Leone. Un publicista amigo de sus padres la había descubierto y Connelly empezó a salir en anuncios y programas televisivos a los diez años. ?Recuerdo que cumplí 12 en el rodaje de Érase una vez América. Era una niña sin demasiadas aspiraciones. Luego trabajé en dos películas de Dario Argento, en Italia. Estaba enamorada de ese país y quería volver a toda costa. Físicamente fui muy precoz pero a los 20 años seguía siendo una cría?. La carrera de Connelly fue emergiendo durante los años noventa, hasta convertirse en una de las actrices más solventes del cine independiente americano.
Más delgada y menos exhuberante que a los 20 años, Connelly entró en la treintena cargada de intensidad: sus ojos verdes, sus pestañas muy negras y el expresivo gesto de su cara la convierten en una mujer tan sorprendentemente guapa como vulnerable.
?Ya sé que suelen ofrecerme papeles de mujeres en crisis, o adictas a las drogas, en general mujeres torturadas... Para mí el ser humano es muy complejo y por eso me gustan este tipo de personajes. Me dejo llevar por mi intuición, aunque es cierto que tengo cierta predilección por el drama?.
Lleva actuando desde que era una niña. Primero destacó por su físico. Más tarde la casualidad le permitió encontrarse con Sergio Leone, con quien debutó en el cine siendo una adolescente (Érase una vez en América). Después le sonrió la suerte de trabajar, codo con codo, con Robert De Niro y con David Bowie (Dentro del Laberinto) antes de que las hormonas quinceañeras le hicieran sentirse intimidada por tan atractivos artistas. Pero hay un último factor: su cultivada inteligencia, fruto de su formación en la universidad de Yale y Standford. Todo ello le ha llevado a ser una de las actrices más fascinantes de su generación.
?Yo soy actriz?, afirma rotunda. ?No soy una estrella. Respeto a los que buscan celebridad pero no es mi estilo. Llevo muchos años en esta profesión y quiero seguir muchos más, así que huyo de ser un personaje fuera de la pantalla. Casi no voy a fiestas y los fotógrafos no me persiguen, básicamente porque mi vida no es muy interesante. No me considero especialmente guapa tampoco. Soy muy normal.
?No vivo en Manhattan, vivo en Brooklyn y cada día viajo en metro para llevar a mis dos hijos al colegio?. ?¡Sí llevo a mis hijos en metro!?, replica ante la cara de sorpresa del grupo de periodistas que la entrevistan. ?Y nadie se fija en mí, o casi nadie. Y cuando me reconocen, muy rara vez me molestan. De verdad, llevo una vida muy aburrida y me dejan en paz porque no hay nada sexy o interesante qué contar?.
Papeles sombríos.
Jennifer Connelly luchó durante más de una década por superar esa imagen de ingenua starlette y convertirse en una respetada actriz. Lo consiguió gracias a su interpretación de una atormentada drogadicta (Requiem por un Sueño), un filme que le llevó a los sombríos y difíciles papeles que, desde entonces, ha perfeccionado. Tal es el caso de la devota esposa del esquizofrénico matemático, John Nash, en Una Mente Brillante, papel por el que obtuvo un Oscar.
Ella afirma que no hay nada premeditado en la elección de películas que conectan con las historias trágicas. ?Elijo trabajos con los que conecto, historias interesantes y directores con talento, como Walter Salles. De hecho esta cinta ha sido una de las mejores experiencias de mi carrera?. Connelly dice que, detrás de esta historia, aparece ?una mujer que lucha por ser una buena madre, que tiene que enfrentarse a fantasmas de su niñez y que libra una batalla para obtener la custodia de su hija, temas que no suelen aparecer en este tipo de películas?.
La actriz sostiene que ha habido un cambio en la trayectoria del género y que ahora las mujeres tienen mayor protagonismo: ?En los años 70 se producían películas como La semilla del diablo, que tenían un argumento sólido, con momentos muy inquietantes, y las protagonistas eran mujeres. Estoy encantada de que las actrices volvamos a centrar la atención. Siempre me ha gustado el cine de terror?.
En sus inicios trabajó con Dario Argento. Afirma que el género le atrae porque ?se puede experimentar miedo en un ambiente controlado y en compañía de muchas otras personas?. Añade que cuando se sale del cine la carga de adrenalina ha bajado y todo sigue igual que antes de entrar: ?En cierto modo es una experiencia catártica?.