Moscú, (EFE).- Rusia, que acaba de conmemorar un año de la tragedia de Beslán, asiste atónita a un escándalo relacionado con un curandero y sectario que promete a las desconsoladas madres resucitar a sus hijos muertos durante aquel ataque terrorista.
Todo comenzó hace una semana, cuando varias mujeres del Comité Madres de Beslán, que reclama al Kremlin responsabilidades por la tragedia, viajaron a Moscú seducidas por las promesas del sectario Grigori Grabovóy, quien se declara Jesucristo resucitado.
A cambio de mil euros por persona, el charlatán prometió a las desesperadas y crédulas mujeres que el 14 de octubre organizará en Beslán un acto de resurrección colectiva de los 187 niños muertos en la caótica y sangrienta operación de rescate, junto a 144 adultos.
Para mayor confusión, encabezó a ese grupo Susana Dudíyeva, la misma presidenta del Comité que hace tres semanas, en el aniversario de la tragedia, se reunió en Moscú con el presidente Vladimir Putin para inquirir por qué las tropas se lanzaron al asalto disparando con tanques y lanzallamas contra la escuela repleta de rehenes.
La televisión mostró imágenes del foro de los adeptos de Grabovóy en las que la mujer que osó echarle en cara a Putin acusaciones que jamás nadie se atrevió a decirle, balbuceaba entre lágrimas palabras de agradecimiento al "maestro" que le supo "devolver la esperanza".
"Cuando partíamos a Moscú, muchos nos decían: ¿adónde vais, en qué os estáis metiendo? Pero sólo somos unas madres a las que nos duele el alma, y que sólo hablamos, entendemos y actuamos con el corazón", dijo, afligida, Dudíyeva.
"Durante la tragedia, sólo rezábamos para que nos salvaran, pero no sirvió para nada... Y ahora sólo vivimos de la esperanza de un milagro, de que los niños vuelvan con nosotros", añadió otra mujer, Rita Sidakova, quien perdió a su única hija en la escuela de Beslán, donde un comando suicida chechén secuestró a mil 251 personas.
Entonces Grabovóy propuso emplear sus capacidades sobrenaturales para resucitar a las víctimas, y en el foro repitió su promesa ante las madres y unos dos mil adeptos que estallaron en aplausos.
Según el diario "Izvestia", Grabovóy era uno más de la legión de magos que hacen su agosto en Rusia, pero hace un año creó una secta y se declaró Dios reencarnado capaz de resucitar difuntos, manejar acontecimientos y salvar la Tierra de catástrofes globales.
También creó entre sus seguidores un partido, inundó el país con sus libros, videoconferencias y "etiquetas que alejan la muerte", y hace poco llegó a prometer que sucederá a Putin en 2008 para prohibir para siempre la muerte en Rusia.
Para darse importancia, llegó a insinuar que incluso el Kremlin recurre a sus servicios y le confía la tarea de "cargar de energía" el avión presidencial ante los vuelos de Putin y "diagnosticar" a distancia el estado de los artefactos espaciales.
Pero el timo a los deudos de las víctimas colmó la paciencia y provocó en la sociedad una ola de indignación, a la que ayer se sumaron más de 200 integrantes del Comité Madres de Beslán, sin críticas, sino con compasión hacia las mujeres engañadas.
"Condenamos la criminal y cínica manipulación de las mujeres que sufrieron la peor desgracia, la muerte de sus hijos, y que luchan por que se haga justicia", declaró el Comité en una carta abierta en la que exigió a la Fiscalía rusa que "de una valoración jurídica a la actividad del charlatán Grabovóy" y "tome medidas legales".
Pero el Comité afirmó además que tras la actividad del sectario están los servicios secretos, en "otro intento de desacreditar, dividir y, por consiguiente, neutralizar" a su molesta organización, que denuncia la incompetencia de las autoridades en la crisis de los rehenes y reclama respuestas a sus incómodas preguntas.
Y es que la invitación de Putin para reunirse con las madres en el aniversario de la tragedia ya había suscitado polémica en Beslán, tanto más que el presidente ni pidió perdón, ni dio respuestas, y echó la culpa al "terrorismo internacional" y la debilidad del Estado que le tocó heredar.
Para Natalia Guevorkián, columnista del diario "Kommersant", lo escandaloso del caso, sin indagar en la teoría de la conjura, es que el sectario "se convirtió en la última esperanza" de las madres doloridas porque Putin era "la penúltima", y no dio la talla.
La periodista preguntó "hasta qué grado de desesperación había que llevar con la indiferencia a esa gente desgraciada, para que su último refugio y última esperanza sea un granuja y un ladrón".
"Si un solo habitante de Beslán da dinero a Grabovóy, será una sentencia moral al presidente y a todo el sistema actual en Rusia, será nuestra pesadilla y nuestra vergüenza común", sentenció.