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Juan Pablo Horcasitas en La Laguna

Patricio de la Fuente

“Si hubiéramos de

destruir todos los sueños y visiones de los hombres, la Tierra perdería su

forma y su colorido y

nos adormeceríamos en la más triste estolidez”

-Anatole France-

Para llevar a cabo grandes empresas hay que vivir como si nunca se estuviese destinado a morir. El joven pianista Juan Pablo Horcasitas nunca tuvo una concepción fatalista de la inpermanencia humana, ni mucho menos compró ideas absurdas sobre la fragilidad, a veces inherente al torbellino que representa el día con día. Tampoco perdió el tiempo ni gastó energías en perseguir el absurdo, pues su mente y espíritu se encontraban concentrados en alcanzar un sueño calificado por muchos como imposible: entregar toda su pasión al tantas veces ingrato mundo de las artes; sí, aquél donde el triunfo, la realización personal y lo sublime van acompañados por imponderables como la desesperanza. Y es que salir del común denominador implica luchar contra tempestades y molinos de viento, cual El Quijote de Cervantes, ser humano, místico calificado de loco ante su reticencia a seguir normas, preceptos y cánones de una sociedad que hasta la fecha duda o se atemoriza ante aquellos que sin miedo rompen los cánones de un “establishment” temeroso, siempre renuente al cambio. Pero en fin, si observamos la historia caeremos en la cuenta que gracias a dichas personas el mundo no llega a la insoportable levedad de la rutina ligada a una mediocridad asfixiante.

Los seres humanos suelen establecer simbiosis permanentes con algo. Juan Pablo desde muy joven sabía que el viejo piano arrumbado en un rincón de la casa familiar estaba preso en un letargo y debía ser despertado. Siendo apenas un niño de cuatro años empieza a jugar y al poco tiempo se encuentra con la linterna de Diógenes y escucha atentamente sus consejos: “Tú eres diferente, por ello será tu responsabilidad transitar por una senda plagada de claroscuros y laberintos. No te será fácil, pero si perseveras encontrarás en dicho instrumento la razón para levantarte en las mañanas. Trabaja incesantemente, haz oídos sordos ante las murmuraciones del pesimista y pon mucha atención al sonido de la flauta mágica, pues ella te llevará hasta un estado que muy pocos alcanzan: el de la realización personal, estado que pocos consiguen”.

Horcasitas hace entrega de su vida al piano. Tal decisión genera incredulidad entre sus amigos y familiares. “Hay mucha competencia, te vas a morir de hambre”, era una de las frases pronunciadas por aquellos que lo quieren y manifestaban constante preocupación por el entonces precoz estudiante. Juan Pablo hace caso omiso de advertencias y malos augurios y sigue adelante. Cabe destacar que tenía un punto en contra: los recursos familiares eran insuficientes para costearle una educación en el extranjero, así es que se matricula con el objeto de alcanzar el título de licenciado en administración de empresas. Lo logra, pues desde pequeño mostró una notable disposición para los estudios que al día de hoy le ha regalado una vasta cultura.

A sus escasos veintisiete años tiene un amplio currículo. Los más destacados maestros de México lo han guiado y hoy triunfa como alumno de la Manhattan School of Music. Ha dado conciertos en varios países y gracias a su tenacidad ha obtenido apoyos económicos de algunos filántropos, proseguir sus estudios en el extranjero. Hace cuatro años el gran Maestro Ramón Shade, Director de la Camerata de Coahuila, lo invita por primera vez para acompañar a la orquesta. El día de hoy (viernes 18) Horcasitas, calificado por Shade como “extraordinario” se presenta en el teatro Nazas ante la expectación de los amantes de la buena música para demostrar que contra todos los presagios y malos augurios sigue adelante. Ya a muchos les ha cerrado la boca y empeño mi palabra ante el hecho de que hoy no será la excepción.

A pesar de los aplausos Juan Pablo nunca perdió la cualidad que, para mí define la estatura de los grandes: la sencillez. En Nueva York, ciudad donde radica este joven talento, las limitaciones y estrechuras son pan de todos los días para el músico, sin embargo él no pierde el entusiasmo, pues está verdaderamente enamorado de lo que hace. ¿Pero quién dijo que vivir era una empresa fácil? Finalmente el temple y el carácter se forman a partir de las caídas. Quizá dentro de la mitología clásica mi animal favorito sea el Ave Fénix, capaz de levantarse de entre las cenizas y emprender el vuelo hacia las alturas.

He tenido el privilegio de conocer a Juan Pablo Horcasitas desde que nacimos y nunca dejó de sorprenderme ni dejará de hacerlo. Obstinado y comprometido, mi hermano del alma, confidente, jamás me juzgó y por ello me queda muy claro que toda la grandeza de este mundo no vale lo que vale un amigo. Cuando éramos niños nunca quisimos ser pilotos, bomberos o astronautas, al contrario, buscábamos el imposible y por su parte él lo está consiguiendo como parte de sus sueños.

Los espero en el concierto. Me encantaría que conocieran y vibraran ante la fuerza interpretativa de un artista cuya mayor cualidad es la bondad. Cuando se apaguen las luces del teatro y baje el telón seguiré pensando lo mismo que hace veintisiete años: Juan Pablo no es de este mundo, lo desvió el viento.

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