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Kim Cattrall ?cambia? de género

La actriz de Sex & the City, KIm Cattrall, participa en la cinta Ice Princess.

El País

Madrid, España.- A sus espectaculares 48 años, Kim Cattrall, la salvaje y promiscua Samantha de la serie televisiva Sex & the City cambia radicalmente de registro y se atreve con una comedia familiar de título imposible.

Digamos que es ?sexplícita?. Y no es que echemos mano de la inventiva lingüística (sin doble sentido) para referirnos sólo a su álter ego en la ficción: la sofisticada, sexy, madura, promiscua y salvaje Samantha, capaz de amenizar una comida de negocios con aportaciones como ésta: ?Si constantemente sexo oral a cada hombre sobre la faz de la Tierra, seríamos las dueñas del mundo. Y encima tendríamos las manos libres?.

No, no es sólo el personaje. Fuera de la pantalla, Kim Cattrall, nacida Clare Woodgate, en Liverpool, Inglaterra, es uno de los máximos exponentes del lenguaje y la acción directos en materia de liberación sexual. Cierto que quizá no alcanza los niveles (para unos directísimos, para otros, demasiado vulgares) de Samantha (no nos cansamos, ahí va otra: ?El dinero es poder. El sexo es poder. Así que aceptar dinero a cambio de sexo es simplemente un intercambio de poder?).

Pero se ha atrevido, sin levantar una ceja (propia, las ajenas suelen arquearse en su presencia) a escribir un libro, promocionado por su ex marido, Mark Levinson, titulado Satisfacción: el arte del orgasmo femenino, simplemente porque pensó que debía haber muchas mujeres en ?su situación?. Y es que ella no encuentra tanta similitud entre su persona y su personaje. ?Cuando me preguntan qué me diferencia de Samantha siempre respondo: ?Bueno, yo tengo una vida sexual mucho mejor?.

La promiscuidad ha sido una constante en su filmografía. ?Pensé que, a estas alturas, estaría interpretando a la típica esposa y madre, pero lo cierto es que es fascinante seguir dando vida a mujeres liberadas. En realidad, es lo que llevo haciendo toda mi vida?.

Y eso que su debut, tras el solemne paso por las Escuelas de Arte Dramático de Londres y Nueva York, y por las tablas del teatro canadiense (donde se crió y se formó), fue a los 19 años, bajo la batuta de Otto Preminger en el thriller nada frívolo Rosebud. Pero era inevitable.

Semejante anatomía y semejante lengua (de nuevo, sin doble intención) parecían encajar siempre en los mismos perfiles, digamos, desinhibidos, por ser cautos. Así que Kim no se resistió: Porky?s, Loca Academia de Policía y Fantasías (el título original era Chicas Desnudas en vivo) fueron sus primeros pasos en el cine e, incluso, su papel secundario en La Hoguera de las Vanidades mantenía la ligereza moral acostumbrada...

Lo cierto es que, a pesar de haber sido un rostro conocido, gracias a su participación en numerosas series televisivas tanto en EU como en Canadá, y también en parte por sus relaciones fuera de sus tres matrimonios (salió con el actor Daniel Benzali, protagonista de la serie La agencia, y con el primer ministro canadiense, Pierre Trudeau), la carrera de Cattrall no contiene ningún título digno de mención: Golpe en la pequeña China, Star Trek VI, Escondido en la memoria y, más recientemente, 15 minutos y Cruce de caminos (aquella ?joya? con Britney Spears) no contribuyeron a dibujar en ella el halo de buena actriz. Pero llegó Sex & the City y con ella el personaje perfecto, el espacio adecuado y, por fin, un Globo de Oro en 1998 como primer reconocimiento a su talento interpretativo.

El premio subió su estima... quizá demasiado, porque su reacción poco después, al plantearse una versión cinematográfica de la serie, fue exigir unos honorarios de 14.4 millones de dólares frente a los 5.4 que le ofrecía la HBO. Gracias a sus demandas, la serie de las cuatro amigas neoyorquinas nunca fue película. Pero ni uno solo de sus 177 centímetros de estatura se inmutó.

Ahora, con la reputación a cuestas y el orgullo intacto, Cattrall, recién separada de su tercer marido, sigue apostando por el cine, y para ello está dispuesta incluso a convertirse en severa entrenadora de patinaje femenino en la comedia de corte familiar Ice Princess, que aquí han titulado (sin ser delito, sorprendentemente) Soñando, soñando... triunfé patinando.

Un papel muy alejado de su viperina Samantha y una oportunidad para mostrar su talento con un personaje en desacostumbrada posición vertical. Aunque fuera de foco ella siga en sus trece: ?Me he dado cuenta de que, a mi edad, cuanto menos maquillaje lleve, mejor. Creo que a medida que te haces mayor lo más moderado es siempre lo más apropiado. Menos con los hombres, claro?.

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