La renuncia de Arturo Montiel a la búsqueda de la candidatura por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) fue recibida por muchos con sorpresa, sin embargo, para los analistas de la vida nacional era una acontecimiento que ya se veía venir.
Tras el escándalo televisivo sobre el origen de la riqueza de los hijos del ex gobernador del Estado de México, Arturo Montiel estaba herido de muerte. Ahora la contienda al interior del PRI se concentra en el desconocido Everardo Moreno y el tabasqueño Roberto Madrazo, este último para muchos artífice de la estrategia que deja a Montiel fuera de la batalla.
Muchos pudieran pensar que el gran beneficiario del escándalo es Roberto Madrazo, nada más lejos de la verdad. El origen dudoso de la riqueza de la familia Montiel remitió a la mente de los mexicanos el fenómeno de corrupción que nunca tiene explicación. Para la mayoría de los mexicanos, sobre todo los más jóvenes, el PRI es sinónimo de oscuros manejos. Roberto Madrazo es un candidato muy conocido, pero su historial no se caracteriza por haber estado alejado de escándalos políticos y financieros.
Actualmente el Partido Revolucionario Institucional gobierna al 44 por ciento de los mexicanos y ha ganado 13 de las 17 elecciones para gobernador en los dos últimos años. Es la principal minoría en el Senado y la Cámara de Diputados, además de controlar a la mayoría de los Congresos locales. Con estos números parecería que su regreso a la Presidencia de la República era un mero trámite, sin embargo no es así.
El PRI debe reinventarse, olvidar sus viejas tácticas las cuales lo llevaron a la derrota en el año 2000, sin embargo pareciera que la lección no fue aprendida y se mantiene intacto en esquemas y paradigmas que ya alguna vez la sociedad civil rechazó. El reto del PRI es cambiar, pero paradójicamente ellos son sus principales enemigos para hacerlo.
