El País
MADRID, ESPAÑA.- Tiburón, inexacta traducción del original Jaws (Mandíbulas), trascendió pronto las salas de cine para convertirse en fenómeno sociológico y de paso, crear toda una corriente de thrillers acuáticos (las tres secuelas, Piraña, Tintorera, Orca?). 30 años después de su estreno, su vigencia como clásico moderno es incuestionable, mantiene intacto su poder de fascinación, sigue disparando emociones en el espectador y es una cátedra del suspenso (?Soy su primer fan?, aseguró en su día Alfred Hitchcock).
Tiburón es, en muchos sentidos, un filme institucional. Ante todo, supuso el despegue fulgurante de Steven Spielberg hacia al estrellato de la dirección y su certificación como maestro del entretenimiento. Una obra en la que dejó lo mejor de su talento, en parte enflaquecido después por el resbaladizo sentimentalismo.
En cuanto a la industria, la película, que ganó tres Oscar (montaje, sonido y banda sonora), inauguró el concepto de blockbuster veraniego y abrió el camino a las masivas campañas publicitarias, con una estrategia de relaciones públicas pionera. Así, se lanzó una agresiva campaña de marketing en televisión (?Este verano? no te metas en el agua?), se abrió la era del merchandising (barquitas, escualos de goma, camisetas?) y la cinta se estrenó en más de 450 cines de Estados Unidos (EU), algo inaudito en los setenta (hoy día, una gran producción supera las tres mil salas).
Además se convirtió en el primer filme de la historia en alcanzar los 100 millones de dólares recaudados en el mercado estadounidense, sumando 470 globales, récord absoluto hasta que, dos años después, aterrizó La Guerra de las Galaxias. Para autores como Peter Biskind (Moteros Tranquilos, Toros Salvajes), Spielberg y Lucas son, en gran parte, responsables del inicio de la obsesión de los estudios con el público adolescente. Pero ¿se puede culpar al director de haber hecho una pequeña obra maestra?
Un mecanismo preciso
?Violenta, cruda, asquerosa? No había nada en esta película que me era personal. Todo fue calculado al detalle, hice cada toma recreándome, sabiendo el efecto exacto que causaría en el público?. Jugando con su dominio absoluto de los resortes que hay que pulsar para asustar al espectador, Spielberg dio forma a una historia híbrida entre el filme de terror, el thriller psicológico, el drama costumbrista y la crítica social. Una obra influenciada por la magia de Jacques Tourneur a la hora de sugerir, más que mostrar (La Mujer Pantera, Yo Anduve con un Zombie) y la honestidad de joyas de la serie B de los cincuenta (El Enigma de Otro Mundo, La Criatura del Lago Negro).
El guión, la mayoría escrito por Carl Gottlieb y Spielberg, con aportaciones de John Milius, está basado en el best seller de Peter Benchley, a su vez inspirado en un suceso real que ocurrió en el verano de 1916 en New Jersey: cinco ataques de tiburón y cuatro muertes en el transcurso de dos semanas. En realidad, el texto se rescribía cada noche y la autoría individual es muy discutible (?Ésta es una historia escrita por un comité?, señaló Robert Shaw).
En el plano literario, tanto la obra de Benchley como la película se apoyan, principalmente, en el Moby Dick de Herman Melville y el clásico teatral de Visen, Un Enemigo del Pueblo (llevado al cine en 1977 con Steve McQueen).
El horror en lo apacible
El filme está estructurado en dos partes. La primera narra cómo la tranquila vida del pueblo Amity Island se ve conmocionada por la aparición de un tiburón blanco, que comienza su sangrienta cacería de seres humanos. Martin Brody (Roy Scheider), el pusilánime jefe de Policía del lugar -curiosamente hidrófobo-, tiene que hacer frente a la amenaza creciente del escualo psichokiller y a la corrupción del alcalde (Murray Hamilton), que se niega a cerrar la playa en plena época turística del cuatro de julio. Un segundo ataque a un niño hace público el terror y víctima a víctima, Brody encuentra el coraje para vencer sus miedos y asumir que la única manera de terminar con el peligro es aniquilar al monstruo.
En la segunda mitad, Brody, Matt Hooper (Richard Dreyfuss), un experto científico de afilado sarcasmo, que le ha venido ayudando desde la primera chica asesinada, y Quint (Robert Shaw), un veterano cazador de tiburones irlandés, especie de álter ego del capitán Ahab, se embarcan juntos a la búsqueda del terrible asesino.
Al borde del naufragio
Steven Spielberg lo pasó tan mal durante la filmación -en Martha?s Vineyard, Massachussets-, que juró ?no rodar nunca más en el agua?. Y es que Tiburón estuvo a punto de convertirse en el Waterworld de los setenta. El director se negó a utilizar una gran pileta porque quería el realismo del mar abierto, pero los tres tiburones construidos se hundían constantemente (en 1974, los efectos especiales no pasaban de maquetas y animatronics elementales). Incluso, con la película terminada, tuvo que completar una escena en la piscina de la montadora (cuando Hooper descubre la cabeza de un pescador bajo el agua).
El caos implicó el retraso en casi 100 días del plan de rodaje y un presupuesto que se infló de cuatro a 12 millones de dólares, lo que llevó al estudio a pensar que habían producido un ?desastre de serie B? y a filtrar que ese jovencísimo director no volvería ?jamás a filmar una película?.
El público, por tanto, salvó la carrera de Spielberg.