“El mundo no ha cambiado por la política sino por la técnica”.
Friedrich Dürrenmatt
La discusión de las nuevas Leyes de radio, televisión y telecomunicaciones -aprobadas de manera sorprendentemente unánime por la Cámara de Diputados hace unos días- ha sido pospuesta hasta febrero por el Senado. Es lógico. El albazo no tenía la fuerza suficiente para impulsar la iniciativa en el Senado.
Sé que mucha gente se ha opuesto a la Ley, particularmente quienes no la han leído, y acepto que hay partes de ella que deben modificarse. Pero lo que no podemos olvidar es que México tiene que buscar una nueva legislación para prepararse para un proceso inevitable: la convergencia digital, que hará que la telefonía, la televisión, la radio, la informática e incluso la electricidad caigan en el mismo campo.
La tecnología está haciendo que las distintas formas de comunicación se mezclen. Hubo un tiempo en que la telefonía, la radio, la televisión y la informática eran cosas completamente distintas, pero la revolución digital de los últimos 20 años ha hecho que confluyan de manera inevitable. Hoy debemos buscar una legislación que entienda que en México, si queremos ser competitivos, debemos liberar la capacidad de estos medios para combinarse y competir entre sí con el fin que prevalezcan los mejores.
La tecnología actual ya nos permite recibir un programa de televisión por teléfono -alámbrico o celular- o en una computadora. Podemos hacer llamadas telefónicas a través de la Internet o de la televisión. El mismo espectro de frecuencia que hoy hace posible llevar una señal de radio a un vehículo en movimiento nos permite también transportar datos o imágenes. ¿Por qué prohibir que estas frecuencias se aprovechen al máximo?
Lo más sorprendente es que el cableado de la electricidad puede también llevar a los hogares conexiones de Internet y con ello de telefonía, radio o televisión. Esto es particularmente importante para un país como México. El cableado telefónico llega a un 20 por ciento de los hogares mexicanos, pero el de electricidad alcanza un 95 por ciento. Si queremos una revolución de las comunicaciones, si deseamos realmente que los campesinos e indígenas de las zonas más recónditas tengan servicios de comunicación de primer mundo, necesitamos usar el cableado eléctrico.
Pero para introducir a México en el mundo de las comunicaciones del siglo XXI es indispensable que los legisladores y los reguladores entiendan cuál es su papel. Éste no debe ser el de poner restricciones sino el de promover la innovación tecnológica. Y para ello es necesaria la libertad que nuestros actuales reglamentos no permiten.
Es absurdo pensar que el mundo de las comunicaciones deba seguir dividiéndose en compartimentos estancos de radio, televisión, telefonía e informática. El futuro está en la convergencia de estos medios. Ya no se puede entregar una concesión de espectro con el condicionamiento que sólo puede utilizarse para un medio en particular. El incentivo debe ser otro muy distinto. Yo te licito un determinado espectro para que tú hagas uso de él de la manera más eficiente posible.
Hay elementos de la nueva legislación que apuntan en la dirección correcta. Uno es permitir que el espectro que quede libre gracias a que el concesionario ha sabido emplear mejor el espacio, aplicando por ejemplo mejor tecnología, lo pueda usufructuar él mismo. Esto creará un incentivo para el mejor uso posible de las frecuencias. Otro es entender que las frecuencias tienen un valor y no se pueden simplemente regalar a quienes tengan mejores amigos en el Gobierno. Si queremos un uso realmente eficiente del espectro, éste debe entregarse al mejor postor. Me queda claro que hay concesionarios, como Televisa, a los que se les ha regalado su espectro, pero esto no debe impedir que volvamos la vista al futuro y construyamos un sistema de licitaciones más justo y eficaz.
La liberalización, sin embargo, tiene que ser general. No podemos poner, por ejemplo, a la Comisión Federal de Electricidad a competir con otros sistemas de cableado de comunicaciones si permitimos que mantenga su actual monopolio. La CFE tiene que competir tanto como cualquier otra empresa en este nuevo mundo digital.
No cometamos un error histórico. La prosperidad del futuro pertenecerá a los países que realmente entiendan y permitan el florecimiento de la convergencia digital. La nueva legislación debe considerar que la radio, la televisión y las telecomunicaciones son la misma cosa. Debe entender también que las concesiones de espectro -de radio, televisión o telefonía- no deben ser un mero instrumento para enriquecer de manera discrecional a amigos o aliados políticos, sino una puerta de innovación que permita el mejor uso posible de cada frecuencia. Sólo así podremos tener una economía realmente competitiva en el siglo XXI.
SIN CENSURA
Una ventaja de la legislación aprobada por la Cámara de Diputados es que no incluye ya el intento de un grupo de senadores por controlar los contenidos a través de una Comisión de Comunicación Social. La nueva Ley de radio, televisión y telecomunicaciones debe definir reglas de acceso al espectro, pero no tiene por qué tratar de censurar los contenidos. Éstos deben ser definidos por los emisores y los receptores. Los políticos deben entender que a ellos no les toca definir el contenido de los medios.
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