EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

La discriminación, hermana de la pobreza/ Del tintero

Fidencio Treviño Maldonado

Lo que para el pobre es andar borracho, para el rico es estar alegre; el trabajo se lo dieron al güerito de los ojos de color; como te ven te tratan; etcétera.

Pueblo el nuestro, el que por años sigue sumido en el complejo de ser “Juan Diego” y la utopía de lo absurdo. Hace años un matrimonio lagunero fue con reservación a un hotel de Cancún, los acompañaba una familia de mexicoamericanos residentes en Nuevo México, Estados Unidos, que planearon el viaje con varios meses de anticipación. Desde que llegaron al lobby del hotel en esa ciudad les comenzaron a hablar en inglés, afortunadamente los originarios de Nuevo México sabían nuestro idioma y por ese lado no tuvieron problemas.

Después les intentaron cancelar sus reservaciones por ser morenitos “prietitos, gorditos y chaparritos”, sólo que no contaban con que la señora de este amigo es lagunera de las buenas, que en un tiempo vivió en la colonia San Joaquín y por lo pronto apeló a que hablaran el español y a que respetaran la tarifa y las reservaciones con todas de la Ley que conllevan esos viajes.

Pero más allá de que los negocios en los centros turísticos sean discriminatorios, está el estigma de no nacer con el prototipo del triunfo e inclusive en México hasta la equidad de género se castiga en los trabajos y otras actividades, sobre todo en mujeres embarazadas o por tener el hermoso aspecto autóctona.

Las personas con discapacidad o habilidades diferentes son las más castigadas en nuestro país, raras veces se les abre las puertas laborales y son -en no raras ocasiones- motivo de burla; el señor Gilberto Rincón Gallardo luchador social y defensor de los derechos universales da cifras alarmantes de la discriminación y segregación hasta llegar a la xenofobia en nuestro propio país, todo por ser personas con capacidades diferentes.

La discriminación no es nueva, tiene muchos siglos de ser un mal universal, la prueba son las miles de fronteras entre las naciones y ahora con la globalización este prejuicio social se ha incrementado, a tal grado que no parece importarle a nadie.

Una conducta indiferente de la sociedad, sin libertad de conciencia y guiados sólo por la manifestación exterior de cómo viste, el color de su piel, su estructura (bajito o gordito) su forma de hablar y todo un cúmulo de contrariedades atribuibles a las personas no gratas a nosotros.

Esta miopía social se da en algunos status de la supertribu desde que el niño es controlado por la educación conductista y en algunos casos de élite, incluyendo la religiosa, ya que en un país con disparidades sociales abismales como el nuestro, la libertad absoluta de opiniones y de sentimientos sobre cualquier asunto práctico especulativo, científico, moral o teológico es llevado al frágil escrutinio de la masa política que como los estómagos todo lo convierten en ca... y dejan siempre más interrogantes que respuestas en sus incoherencias llenas de incapacidad para un verdadero debate sobre el tema; ya que sus argumentos están muy lejos siquiera de nuestra recontraparchada Constitución, que es clara en su primer artículo: “en los Estados Unidos Mexicanos todo individuo gozará de las garantías que otorga esta Constitución...”.

Y como si fuera una copia al carbón de la de Francia en su primer capítulo dice: “ante la patria todas las personas son iguales”. Y para no variar la de los Estados Unidos de Norteamérica dice en su primera enmienda: “todos los individuos nacen para ser libres y ante este país son iguales”.

Sin embargo y más allá de que estas constituciones estén grabadas en letras de oro en lujosos recintos, la letra de estos importantes papeles en los hechos, la verdad dista mucho qué desear.

Hasta 1952, relativamente hace poco, en un poblado del estado de Alabama en los Estados Unidos de Norteamérica, aparecía un letrero en un restaurante que decía: “No se admiten negros, mejicanos ni perros”, consigna que parece ser universal para muchas mentes ofuscadas en el zoológico humano que ejerce el juego trivial que subyace en el caos urbano y en el plano personal.

La conducta humana ahora más que nunca toma una cultura ajena y es donde pierde sus sentimientos de identidad social, identidad que en estos tiempos tanta falta le hace al mundo y a México en lo particular, sin embargo la ostentación, el glamour y el materialismo con el modismo nos ganó y los defectos sobresalen más que las virtudes en la misma discriminación de parte de los que se llaman triunfadores y que ven en los hermanos con capacidades diferentes y a los miserables de este país por arriba del hombro.

Hace algunos días en muchas playas de nuestros hermosos litorales se dieron cita muchos jóvenes vacacionistas de otras latitudes, con fiestas que degeneran en sus excesos en la bebida y en otras cosas fuera de control, a ellos se les permite todo, desde tomar en plena vía pública hasta caminar casi desnudos en pleno centro de la ciudad..., pero a los jóvenes mexicanos de algunas localidades cercanas o de ahí mismo con el hecho de que una patrulla los vea tomar cerveza en la banqueta son celosamente remitidos a la comandancia y se les aplica un correctivo (multa).

La discriminación existe en nuestro país y con ello genera pobreza y miseria a quien la padece y pese a que muchos gobiernos dicen que no, no se implementan programas ni se avizora ningún cambio en la conducta de nuestros gobernantes.

¿Pero si nuestra casta política en su permanente miopía no puede o no quiere cambiar, por qué entonces no hacerlo nosotros, para parar esa trágica discriminación que en pleno siglo XX1 se da en México?

Correo electrónico:

linga_1031@hotmail.com

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 140057

elsiglo.mx