Estamos acostumbrados a los desatinos, por lo que a nadie tomó por sorpresa, que en una más de sus intervenciones, estando en el micrófono, el presidente de la República haya usado frases vejatorias que, una vez más, han causado revuelo, al tiempo que se aprecia una ausencia de oficio político. No acaba de salir del escándalo que armó, al decir que los mexicanos hacían trabajos en la nación vecina que ni los negros querían, cuando de nuevo se sube al cuadrilátero lanzando flechas ponzoñosas contra legisladores, diciendo que hacía responsable al Congreso de la Unión, a senadores y diputados, del PRI y del PRD, de no proveer de instrumentos necesarios, en la lucha contra el crimen, al presidente de la República, a los gobernadores y a los alcaldes. Mencionó, en apoyo de ello, el que no se haya aprobado una Ley, cuyo proyecto envió hace ya más de un año. Luego, en un cambio impensado de actitud, sin retirar una sola palabra de lo que acababa de decir, que contenía una grave acusación de negligencia legislativa, procedió a reorientar su discurso invitando a los congresistas al diálogo, a pasar de la estridencia a la prudencia, de la cerrazón a la razón y de la protesta a la propuesta.
Como se advierte hay un presidente, Vicente Fox Quesada, que sin decir agua va, arremete contra todo y contra todos, pareciendo no importarle a quién ofende ni las consecuencias que pudieran provocar sus palabras. Da la idea, a quien lo escucha, que se encuentra fuera del control que debería corresponder a una autoridad de su jerarquía. Esa es una hipótesis, otra sería más escalofriante y anonadadora, esto es, que si uno mira los hechos con imparcialidad encontraría a un Fox escindido, dividido, partido en dos. En efecto, una disociación de personalidades en un solo cuerpo, es lo que aparece en el escenario nacional. Mientras uno lanza su perorata agrediendo, ciego de histeria, a los que considera son los autores de sus desgracias políticas, el otro permanece agazapado en algún rincón del subconsciente, tapándose los oídos y apretando los dientes. Para luego que le llega su turno, como si nada hubiera pasado, asumir su papel de presidente, pronunciar frases alusivas a la buena disposición de su Gobierno para encontrar soluciones a la problemática que envuelve al país. Un comportamiento reiterativo, semejante a típicas amnesias repentinas, que se presentan cuando hay un ambiente adverso, buscando excusas para evadir la realidad.
Es comprensible, pero no adecuado ni conveniente, que los diputados hayan respondido molestos, en vez de guardar un silencio recriminatorio, tachando la actitud del Ejecutivo como producto de una mente desquiciada, que está desesperado porque se le agota el tiempo al encabezar un Gobierno que ha fracasado, queriendo llevarse entre las patas, así lo dijeron, a los diputados. La cuestión es que, dejando a un lado el intercambio de insolencias, urge que quien tenga la responsabilidad se ponga a trabajar porque esto, a juicio de muchos mexicanos, ya se está pasando de tueste. No transcurre un día sin que los titulares de los periódicos se ocupen de informar que personas, se cree relacionadas con el narcotráfico, han sido brutalmente asesinadas. Al homicidio de jóvenes mujeres en la frontera ahora debe agregarse la muerte de niñas en diabólicos ritos de sexo bestial. Lo cierto es que hay un letargo colectivo que no nos permite darnos cuenta que la escalada del vicio está produciendo repugnantes fenómenos patológicos y sociológicos nunca antes vistos. Pensar con tristeza que hay quien lucra haciendo negocio con la depravación y hasta hace la apología de su inmoralidad.
El Gobierno debe asumir su papel de garante de la paz pública. Pues, aun siendo cierto que los asuntos nacionales se resuelven con un sentido político, la violencia ahí está y de una manera u otra debe ponérsele un alto. Tratar de crearle un ambiente social hostil a los legisladores no lo ha de conducir a ninguna parte como no sea a demostrar su propia incapacidad para crear alianzas, amarrar acuerdos, rescatar principios y destruir tabúes que impiden que se unan las fuerzas que buscan el bienestar de los mexicanos. Ha llegado el momento de tomar decisiones y de entrar en acción. El crimen organizado, vistos los cadáveres de personas ejecutadas con un tiro descerrajado en la nuca, no debe paralizar a una sociedad que hasta ahora ha hecho muy poco para exigir su derecho inalienable de vivir con seguridad. Esperar que las cosas las corrijan otros, al grito conformista de que al cabo un año más y nos vamos, o confiar en que el Chapulín Colorado nos auxilie con su chipote chillón justiciero, es soñar despiertos.