Con la muerte del Papa Juan Pablo II se abre un periodo de incertidumbre dentro de la Iglesia Católica. Entran en su interior las contradicciones de intereses. Resuenan en su seno las demandas de la época que vive el mundo y cada una de las naciones. La Iglesia Católica es mundial; pero se vincula a específicas situaciones en cada uno de los países donde vive la religión católica o con los que tiene que convivir. La Iglesia Católica tiene una historia milenaria, pero está diversificada, incluso dentro de las mismas naciones, como es el caso de México.
En los últimos 60 años en todo el mundo se ha estado realizando una controversia muy intensa. En momentos ha desarrollado tensiones críticas que podrían haberle provocado una gravedad incalculable a la Iglesia. Se ha llegado a pronosticar que aquello que le ocurrió en la época de Lutero podría haber resultado insignificante frente a lo que pudo haber sucedido si Juan Pablo II no realiza una actividad tan grande en todo el mundo para vincular a la Iglesia con los intereses nacionales sin perder su alianza con los poderes dominantes en la vida internacional.
Desde las posiciones más diversas todo se ha discutido dentro del clero católico y en su seno se han formado corrientes diametralmente opuestas entre sí: cada corriente ha diseñado un Cristo a la medida de sus intereses. El Cristo de Samuel Ruiz y los zapatistas de Chiapas es muy distinto al Cristo del Cardenal Obispo de Guadalajara Juan Sandoval Iñiguez. Unos luchan por un Cristo de la teología de la liberación y otros por un Cristo que agrade a los conservadores de los intereses prevalencientes en cada país.
En 1969, al terminar el segundo Sínodo Episcopal en Roma, el dominico Francis Biot escribió: “Pese a sus deseos, la Iglesia en su conjunto, especialmente en sus estructuras jerárquicas, no se ha reconciliado en la realidad con el mundo moderno. El mundo sigue su marcha alegremente sin ella y la mira con la indiferencia que inspira a todos una dama anciana, simpática en sí, pero cuyo carácter inofensivo aparece ya perfectamente manifiesto”.
Son muchos los dilemas de la Iglesia Católica. Su posición frente a la planeación familiar y el uso del condón. El aborto y el uso de los anticonceptivos. El celibato de los sacerdotes y la homosexualidad. Los grandes misterios eclesiales y la visión científica de la vida moderna. Los dogmas anacrónicos y la realidad social. La Iglesia Católica se encuentra ante una gran encrucijada: o marcha por el camino de su actualización o se agrava su crisis frente al mundo.
Con juicio profano, se dice que la Iglesia Católica es la organización más vieja, más grande y más compleja del mundo. Ya casi tiene dos mil años de existencia. Su historia es larga. Cuenta con una experiencia milenaria. Siempre ha revelado una enorme capacidad para adaptarse a los cambios del mundo y vincularse a los grandes centros de poder. Desde los tiempos de Constantino el Grande (311-377) se alió a las fuerzas dominantes en la Roma imperial. Esta alianza la mantuvo renovada con el Papa Juan Pablo II.
La Iglesia Católica nació en la época del esclavismo; se fortaleció durante el periodo del feudalismo y llegó con algunos descalabros a la etapa del capitalismo. Pero los cambios que se operaron en los últimos cien años son muy profundos en la vida de los pueblos y se han realizado a un ritmo demasiado vertiginoso. En momentos la Iglesia ha temblado por la incertidumbre ante el porvenir y ha hecho muchos juegos a la vez.
La Iglesia en las últimas décadas ha pasado por indescifrables momentos de crisis. En su seno se han desarrollado controversias intensas para tratar de modernizar su relación con la vida social a fin de superar anacronismos y errores históricos. Ello es evidente en el caso de México, donde le pesa demasiado la carga de su pasado y le nubla la visión de porvenir el recuerdo de su antiguo poder.
La alta jerarquía católica con la guía del Papa Juan Pablo II, humildemente ha reconocido errores históricos como el de Galileo. En México la Iglesia Católica necesita reconciliarse con la historia nacional. Tiene que corregir su visión sobre Hidalgo, Morelos, Fray Servando, Juárez, Obregón, Calles y Lázaro Cárdenas. Es aconsejable que la Iglesia arroje su lastre histórico para que el pasado no entre en conflicto con el porvenir.