Si un concepto central de la XV Cumbre Iberoamericana quedara grabado como resumen de su objetivo primordial sería el de la “Alianza de Civilizaciones”, iniciativa que ha sido asumida por Naciones Unidas y respaldada por Iberoamérica. Este paradigma se contrapone diametralmente al del “Choque de Civilizaciones”, término que en su momento se puso tan de moda y que conlleva agresión y temores sin remedio.
La reunión de Salamanca celebrada la semana pasada donde estuvieron presentes los 22 países que conforman la fraternidad iberoamericana, no fue otra ronda de discursos de jefes de Estado y de Gobierno rematados por una declaración bien intencionada. Fue un apretado y enjundioso encuentro que despachó con notable eficiencia organizativa una agenda clara y oportuna.
Los temas tratados abocaron en una diversidad de decisiones prácticas como por ejemplo: canje de deuda por educación y otras inversiones sociales, creación de un mecanismo de coordinación para facilitar respuestas eficaces ante desastres naturales en la región, una visión humanitaria del vasto problema de la migración que entiende el dolor del emigrante y las responsabilidades del país receptor y una lucha concertada contra la pobreza y la desigualdad en todas sus formas. La Declaración de Salamanca llama a los Estados Unidos “poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero que mantiene contra Cuba”.
La consolidación de una vinculación fuerte con la Unión Europea y el estatus de Observador ante las Naciones Unidas subrayan la intención de dar a la Comunidad Iberoamericana una voz fuerte,
Las presencias de Kofi Annan, secretario general de Naciones Unidas y de José Manuel Barroso presidente de la Comisión Europea subrayaron la trascendencia que tiene para todo el mundo el que nuestros países, hermanados en idiomas y visiones compartidas, fortalezcamos nuestros propósitos comunes de paz, democracia y desarrollo con responsabilidad social, reconociendo como enemigos de estas metas a la miseria y el terrorismo.
La XV Cumbre Iberoamericana, instituyó una Secretaría General que tiene por cometido llevar a los hechos las decisiones tomadas. México tiene a uno de sus mejores elementos profesionales, Miguel Hakkim, que ya se incorporó a la institución a cargo de Enrique Iglesias. A ellos toca hacer que las relaciones con la Unión Europea, produzcan resultados tangibles en términos de cooperación en la lucha contra la pobreza y la obtención de mejores condiciones en el comercio mundial. España y Portugal han comprometido su papel como puentes entre América Latina y la Europa de los 25 con la que pronto habrá una reunión cumbre con este propósito. La Secretaría General organizará lo antes posible reuniones sobre fuentes de energía renovables y convocará un Encuentro Iberoamericano sobre Migraciones para proponer soluciones a los ingentes problemas que afectan a todos los países iberoamericanos sin excepción. Además se suscribirá un Convenio Iberoamericano sobre Seguridad Social.
Llama la atención el apoyo decidido que la conferencia dio a los procesos de integración de Sud y Centroamérica. Ninguna alusión mereció México que ha ido aceptando paso a paso una progresiva integración con sus dos vecinos norteamericanos. No había mucho que pudiera decirse acerca de la fusión trinacional que se promueve en el TLCAN de las economías y su capacitación para la competitividad regional que ahora encuentran insistente impulso en la apremiante preocupación norteamericana por su seguridad.
El silencio en Salamanca fue confirmación de la imagen que México conscientemente ha ido forjando desde hace más de una década al buscar por conveniencias más bien de corto plazo, soluciones a nuestro desarrollo más con nuestros vecinos al norte, que continuar la ruta que histórica y culturalmente nos une a los países de América Latina y España.
Quienes creen que el sesgo norteamericanista que hemos impreso a nuestras relaciones encuentra justificación en los intereses superiores de nuestra población, encontrarán en el fortalecimiento de la personalidad e influencia de la comunidad latinoamericana alcanzada en la XV Cumbre de Salamanca, la clarinada de nuestra hermandad cinco veces centenaria, de 600 millones de habitantes. En ella México encuentra mucho más ánimo de cooperación hacia un desarrollo justo y digno que los simples objetivos de competitividad económica y comercial que nos propone el TLCAN.
Los medios de información angloamericanos no le concedieron espacio en sus noticiarios al evento salmantino, porque su visión responde más a temores, miedos y choques.
No hay que olvidar que las Cumbres Iberoamericanas se han sucedido y consolidado gracias a una iniciativa mexicana que en 1991 se celebró la primera en Guadalajara. La que acaba de concluir en Salamanca, fue una reafirmación del eminente lugar que México está llamado a ocupar al lado de sus hermanos en un mundo requerido de valores para dar sentido humano al progreso en el Siglo XXI.
“Es tiempo de colaboración y de esfuerzos compartidos”, dijo Rodríguez Zapatero en la ceremonia de clausura, para afrontar un porvenir que no siempre pueden aportar los estados miembros en solitario.
Salamanca, es pues, un vivo ejemplo de que los momentos actuales son de entendimientos, puentes y alianzas entre las muchas culturas que componen nuestro mundo.
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