Sobrino de Diego, aquél que con Cristóbal de Oñate descubre y conquista la tierra de los zacatecanos y aunque es casi un niño, es yerno del Virrey Mendoza, que fue el primer Virrey de México, enviado posteriormente como premio al Perú.
Tiene Francisco 16 años, su sangre y alcurnia vasca, prometen grandeza a su nativa Guipúzcoa de la Indómita Vizcaya.
Como tantos otros vascos con su peculio recluta su propio pequeño ejército y emprende sus exploraciones y conquistas y sobre todo, va fundando pueblos y minas. Toma como base Zacatecas y como apoyo a su tío Diego, hasta cumplir 24 años. Se lanza al norte y descubre al Nazas y al Guadiana y a las Minas de Indé. Cruza la Sierra Madre hasta Topia y regresa por San Juan del Río. Llama a esta tierra Nueva Vizcaya, lo que inicia un problema con la Nueva Galicia quien reclamaba por derecho de guerra.
Al año siguiente, en 1565, forma un pequeño contingente de 60 hombres bien pertrechados; sale el ?fénix de los exploradores?, como se le llamara posteriormente, hacia el norte; descubre el Conchos, pero le pasan desapercibidas Santa María del Oro, Santa Bárbara y Parral que descubrirá posteriormente Rodrigo del Río.
Lleva dos intérpretes la india Luisa, capturada meses atrás y Diego de Soberanes, su asistente; todos sus hombres van a caballo, con cinco remudas y dos sirvientes indios; abre su contingente en grupos de cinco con predominio de arcabuceros; cada grupo lleva un cocinero y un sirviente.
El orden y la organización son sus características, cruza la sierra y se dirige al noroeste, descubre el Mayo, baja a los valles donde hace contacto con los Mayos, Yaquis y los temibles Nebomes, que envenenan sus flechas con sabe Dios si era veneno de víbora o de alguna hierba, pero que producían en sus hombres terror profundo.
Sin dejar de luchar sigue al norte la corriente del Yaqui y finalmente llegan a la tierra de los indómitos Jobas, que ya antes habían derrotado a Coronado, ahora toca el turno a Ibarra; huyendo de un sitio impuesto por quince mil Jobas, magistralmente, Ibarra y su maltrecho contingente, escapa a la Sierra Madre Salvadora y cruzando la sierra pasa a Chihuahua protegido por barrancos y desfiladeros hasta llegar a lo que un día será el Paso.
En las tierras del Paso vivían los que como dice Jordán, ?aún recordaban aquellos cuatro extranjeros que pasaron haciendo milagros?; ese recuerdo de cabeza de vaca, los salvó y les rendían culto, tomando al vizcaíno como si fuera un Dios viviente. Estas tribus nómadas, son bárbaras y ajenas a los restos de una cultura que es evidente, ya que están presentes las casas de varios pisos de paquimé y los múltiples poblados abandonados con numerosas señales de civilización. El cacique Querecho cuenta que hace muchas lunas esos pueblos huyendo de constantes guerras, emigraron al norte. Deja constancia Ibarra de esta gente que llegaron a Babícora y que probablemente pertenecieron a los indios ?Pueblos?.
Es invierno, y se dirige Francisco al sur en las infernales y heladas llanuras de Chihuahua. No hay indios, pero el frío es inhumano; deciden cruzar la sierra buscando el calor de Occidente, lo logran más muertos que vivos, enfermos y hambrientos, son recibidos por los Yaquis amistosamente y les permite reponerse, pero tendrán que seguir al sur buscando Sinaloa y la Nueva Vizcaya. En el camino se encuentran a los temidos Nebomes y sus flechas envenenadas que cobran vidas; logran llegar a su meta después de siete meses de pesadillas.
Francisco sobrevive diez años, enfermo de tuberculosis, que al fin lo mata a los 36 años de edad, después de fundar pueblos y minas y dar forma a su adorada Nueva Vizcaya.