Continuación...
Por disposición de don Ignacio Francisco de Barrutia gobernador de Nueva Vizcaya se ordenó que el alcalde mayor de Parras, don Prudencio Basterra y el cura beneficiario del mismo pueblo, don Manuel de Valdez, pasarán al paraje del Álamo con el fin de dar posesión, de él a los tlaxcaltecas. Dicha disposición se dictó el 16 de febrero de 1731.
El mismo Basterra en cumplimiento de la orden, se trasladó al paraje de Álamo con 45 familias tlaxcaltecas y cuatro célibes, el 24 de julio de 1731, fecha de fundación: El Virrey y Marqués de Casa Fuerte aprobó la fundación el ocho de mayo de 1732. El seis de diciembre de 1734 se les mercedó (regaló) el manantial que lindaba con las tierras Jesuitas (nuestro inolvidable Lago de Juan Guerra).
En la cercanía del Álamo se intentó sin éxito en 1777 la fundación de una población de españoles llamada Nueva Bilbao.
HACIENDA DE HORNOS
Desde 1599, los incansables Jesuitas, dirigieron a naturales irritilas y laguneros y sobre todo a tlaxcaltecas, con su tradicional y ancestral cultura agrícola, hicieron de esas tierras un emporio, un centro educativo y un centro de fe cristiana. Su latifundio llegaba hasta Jimulco; planeaban y así lo prometieron a su gente un plan de parcelas propiedad del trabajador, pero la problemática en la iglesia, hizo que aquel plan no se realizara ya que fueron expulsados en 1767. Sus propiedades pasaron a manos del cura don Dionisio Gutiérrez que se enriqueció pero nunca volvió el orden Jesuita.
Con el tiempo, heredó Santa Ana y Hornos a su sobrino nieto don José María Herrera. Los campesinos ya sin la tutela de los Jesuitas, siguieron creciendo y formando poblados sin orden en todos aquellos terrenos abandonados. Al llegar el señor Herrera en 1801, encontró pobladores en sus tierras del Saucillo, Santa Ana y los Hornos y con las armas en la mano los expulsó (y pensar que años después su nieto haría el papel de invasor violento exactamente lo contrario de él).
Administró el señor Herrera su propiedad durante 29 años con pésimo resultado pues al morir en 1829, estaba terriblemente endeudado y su viuda señora María del Pilar Flores de Herrera tuvo que rematar todo para poder pagar, vendió parte al señor Carlos Borke y a don Leonardo Zuloaga que finalmente compró su parte al señor Borke para quedar como único dueño de la Hacienda.
Hemos relatado ya el éxito de la administración del señor Zuloaga, pero en la región se habían asentado ya no sólo los originarios locales sino ya había emigrantes de Nuevo León, Zacatecas y Durango desde hacía medio siglo; al llegar el nuevo dueño aceptaron la ley y su condición de peones, pero no así los habitantes de Las Vegas de Marrufo (vega: terreno cercano a un río, con menor altura por lo que es fértil por la humedad de la filtración. Marrufo: por ser el apellido de las primeras familias parrenses que primero se establecieron ahí).
Desde el tiempo del Marqués de Aguayo, estas tierras abandonadas eran verdaderos bosques de mezquites y debido a que los dueños de las dos propiedades colindantes, Hornos y San Lorenzo de La Laguna las tenían en el abandono los campesinos ya habían formado un pueblo, su pueblo de San José de Matamoros. En 1839, viendo el peligro sobre su pueblo, el señor Felipe Cano solicitó a Saltillo la cesión de derechos, pero al mes, por ser ilegal se canceló. El 24 de marzo de 1841, sucedió lo que temían el señor Zuloaga compró Hornos y el 48 San Lorenzo de La Laguna.
(Continuará).