En mayo de 1963, me presenté a las siete de la mañana en la dirección del Hospital Ejidal de Torreón. Iniciaba mi primer trabajo como médico titulado; hacía un mes había presentado mi examen profesional en la UNAM; estaba naturalmente nervioso, no todos los días comienzas otra etapa de tu vida.
El doctor Espriella, director de los Servicios Médicos Ejidales me presentó a mi jefe, doctor Tapia, un hombre tranquilo, bondadoso y experimentado. Subimos a la camioneta de la clínica de Coyote, Coahuila a donde fui asignado; conocí a Angelito el chofer, con su eterno sombrero zacatecano, a Julia la partera ya entrada en años, a las enfermeras Socorro y Albina. Partimos por la carretera La Concha y Hormiguero. Al fin iba a conocer la parte coahuilense de La Laguna ya que en mi adolescencia como boy scout caminé todo mi río Nazas hasta Nazas, Durango y la región de Cuencamé y Pasaje, pero de Coahuila sólo conocía Matamoros y Viesca con su inolvidable Lago de Juan Guerra; dimos vuelta en el Cuije con su puente quemado y llegamos a Coyote.
Coyote es un grupo de cinco ranchos: El Fénix, Buen Abrigo, Coyote Mismo, Los Ángeles y La Paz; la clínica era una gran casa señorial, en El Fénix que luego supe fue casa de don Andrés Eppen cuyo mausoleo está ahí en Coyote. Las habitaciones eran tan grandes que pudieron usarse como salas de hospital, ahí viviría año y medio.
Conocí al personal, sobre todo a Federico el farmacéutico, un hombre valioso porque de él dependíamos en medicamentos para las 200 consultas diarias por cada médico; ahora daba gracias a Dios por haber llevado la materia escolar de farmacia que ya no se enseña. Federico era un farmacéutico a la antigua y todo lo hacíamos según fórmulas magistrales porque no había sino muy poco medicamento de patente; nos entendimos de inmediato y me enseñó muchas cosas, en su departamento tenía farmacia, botica, rebotica y un botamen (acopio de botes con medicamentos) muy rico reunido a través de muchos años.
Dábamos servicios a: Purísima, Solima, Atalaya, Granada y Solís que era el rancho más lejano; desde el principio, gracias a la observación que aprende todo médico en su formación, noté que la gente de cada población era diferente, algunos ?güeritos?, otras ?morenas? y otras ?negroides?, más tarde al leer la historia de nuestra región, sabría la razón.
En 1964, hubo trabajo de auxilio para los campesinos que atravesaban una mala época, se revistieron todos los canales y se les pagaban con despensas, al mismo tiempo se hizo una campaña de mejoramiento del ambiente, se les daba el material necesario para arreglar su casa, cemento y pintura, etc. y se les pagaba de la misma manera, en esto último participamos comprobando que el trabajo estaba hecho, casi todos cumplían pero había algunos que querían cobrar y habían vendido el material, solían armar escándalo pero los demás los hacían entrar al orden, esto es clásico en el lagunero su sentido de lo justo. Otra causa del retraso del trabajo era que a los ranchos, como era época de actividad política, llegaba uno o dos camiones de ?redilas? del partidazo con un encargado de recoger gente para alguna manifestación, llevaba una gran caja con lonches y un costal con billetes de 20 pesos, ?troca, billete y gorda? y va p?arriba el ?acarreado? que dejaba tirado el otro trabajo.
Llegó luego una campaña total de vacunación y terminando mi región se me llamó a cooperar en la hermosa región de San pedro. Un día le pregunté a uno de los choferes: ¿de dónde sale tanta gente?, -?pos nomás siga el río?-, me contestó.
Luego fui enviado en la misma campaña al área de Matamoros y se me destacó a Gilita, no comprendía por qué todos le sacaban la vuelta a esa región, pronto lo supe. Había visto lo hermoso de nuestra región, ahora salimos de Matamoros, cruzamos el Aguanaval y empezó el mar de polvo que se te mete hasta el alma, los mezquites chaparros por falta de agua. Llegamos a El Tejabán, El Esterito, Boquillas de Perlas, Benito Juárez, Gilita y llegamos hasta Agua Nueva, ni tenía agua ni era nueva. Hay un rancho cuyo nombre es explicativo El Esfuerzo; si al norte hay abundantes álamos, al sur sólo polvo y pinabetes cenizos, de veras vivir allá es un esfuerzo. Y otra vez, la gente es diferente en su caracterología pero comprendían el beneficio de la vacunación casi todos, ya que a veces tenía que ir el comisario a sacar al niño de donde lo tenían escondido. En fin mil experiencias que me permitieron conocer mi región, palmo a palmo y comprender a su gente en el desempeño de mi trabajo como médico en 1964.