6-EL SEÑOR DE MAPIMÍ
El Jueves Santo de 1717, los habitantes del pueblo de Mapimí, Durango (Cerro Alto) hacían procesión alrededor de la plaza principal, frente a la iglesia del lugar trayendo con ellos al Cristo Patrón, al Señor de Mapimí. Sorpresivamente, cayeron como tromba las turbas de los indios tobosos, asesinando a hombres, mujeres y niños de la población, sin ninguna misericordia. De mil colonos sólo lograron escapar algunas cien personas, trayéndose consigo al Señor de Mapimí, fueron en su fuga hacia Zacatecas por caminos que los llevaron a la región de la Sierra de Jimulco, donde lo dejaron escondido debajo de abundantes ramas de mezquite y continuaron su escapada; ahí fue encontrado por lugareños que se dedicaban a la elaboración de carbón y lo llevaron a la iglesia de Cuencamé donde se encuentra desde entonces y se le rinde culto el seis de agosto.
7-UNOS DÍAS DE 1731 EN LA LAGUNA
Imagínate lector, que vienes a caballo, formando parte del grupo de gente que por orden del Juez Privado Superintendente general de ventas y composición de tierras de Nueva Vizcaya, encabezado por el Delegado para conocer del denuncio de tierras realengas (propiedad real) para que le sean mercedadas (regaladas o vendidas por merced y méritos) al señor Joseph Vázquez Borrego. Tierras vecinas a las del Marqués de Aguayo, cuyos límites son: La Sierra de las Noas siguiendo a la Boca de Picardías donde entra el Río Aguanaval a sus tierras, de ahí una línea que corre al norte de la Sierra de Jimulco, hasta cerca de la laguna de El Álamo (hoy Viesca, Coahuila).
Es el día 20 de agosto de 1731; salimos todo el contingente: El delegado don Adriano González Valdez y Cienfuegos, don Joseph Vázquez Borrego, cuatro testigos y un resguardo militar para nuestra protección por ser tierras de gran peligro por los ataques de los indios bárbaros. Salimos antes del alba del pueblo de Cuencamé, base de toda actividad en estas tierras; cabalgando a buen paso, seguimos el llamado camino de las carretas que iban a Mapimí; digo iban porque desde la Semana Santa de 1717, en que los tobosos mataron a más de mil gentes escapando unos cuantos con el Señor de Mapimí a cuestas, ya nadie va hasta allá. Se necesita mucha hombría para prometer que si se le conceden las tierras, de su capital y escolta se hará guerra y se retirarán estas tribus de manera que se puedan hacer nuevas poblaciones. Es entrada ya la tarde y hemos llegado al Río Nazas que atravesamos por el único bajío que lo permite, es pegado al cerro y al otro lado hay un cerrito donde se hicieron corrales para caballos, es una posta que ha sido atacada muchas veces por los indios para robárselos; después de muchos trabajos, logramos cruzar. Aquí en la posta descansamos y al día siguiente salimos muy de mañana para San Juan de la Casta (hoy León Guzmán, Durango).
Salimos con el alba, buscando siempre la cercanía de los cerros, pues las humedades son tantas que los caballos se hunden hasta el cincho y así llegamos temprano a San Juan de Casta; un pequeño pueblito al pie de la Sierra del Rosario desde donde se ve perfectamente el Río Nazas. Al occidente el potrero de patrón que se señaló el cinco leguas (legua: 5,572 metros) hasta San Juan de Casta; hacia el oriente, el Puerto de Guajolotes que da al Valle de Saín, en el sureste y al oriente la Boca del Río Nazas que en tiempos de secas permite pasar hasta el Cerro de Calabazas. Para fijar linderos hacia el norte, rodeamos el Cerro Grande hasta donde hay unos cerritos colorados, ahí a vista de ojo, de sierra a sierra y al norte en dirección a Mapimí se calcularon cuatro sitios de ganado mayor (sitio de ganado mayor: 1,755.61 hectáreas). Hecho lo anterior, nos dispusimos a dejar este pueblo, heroico por su eterna defensa contra los salvajes; por algo al fundarlo Fray Agustín de Espinosa en 1598 le puso el nombre de aquel santo mártir que a las puertas de Roma fue metido en un perol de aceite hirviendo y no sufrió quemadura alguna, San Juan de Casta, (hoy León Guzmán, Durango). Aprovechando que aún se pedía pasar por la posta, al día siguiente, desandamos el camino; Dios nos ayudó porque este río comienza a correr en junio y a veces no para en todo el año desparramándose en los valles porque no tiene cauce. Ya en el lado sur del río, entre sierrecillas distantes media legua entre ellas, se calcularon hacia el oriente a partir de la Boca que se llama de la muerta y hasta el Cerro de Calabazas dos sitios de ganado y luego nos fuimos alejando poco a poco de las arboledas del Nazas y entramos a tierras más desérticas.
Caminando y caminando llegamos hasta el Valle de Saín y a la Boca de Picardías al pie de la sierra que va al norte hasta el Nazas, en este sitio entra al Río Aguanaval encajonado entre la sierrecilla que va del Valle de Saín a la otra Boca de San Diego y la otra sierra llamada Sierra de Jimulco. Se midieron a cálculo de ojo cuatro sitos de ganado mayor, en parte por ser tarde ya y en parte porque la lechuguilla estaba muy cerrada, no permitía el paso y los caballos ya sangraban. Al día siguiente y habiendo medido 77 sitios y tres cuartos de ganado mayor, enfilamos las cabalgaduras al llano de Ledesma hacia el sur, buscando el camino de las carretas a Mapimí.
Cuatro días de calor, moscos, atolladeros, lechuguilla criminal y siempre con la alarma del ataque de los salvajes en el momento menos esperado, hacían que con ansia cabalgáramos buscando el perfil de la torre de la iglesia de la adorada Cuencamé con la escasa luz del atardecer.