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La lombriz y la víbora

Gilberto Serna

Los dineros que está erogando un candidato sin que las autoridades electorales le pongan un alto a su dispendio, tiende a ser una bofetada al rostro de las clases populares que día con día cuentan sus magros ingresos viendo que les alcanza apenas para mal comer, por lo que no me cabe la menor duda de que es una afrenta a la pobreza de los mexicanos. Extrañamente eso no provoca una reacción que se pueda sopesar en el contenido de las urnas electorales. Lo más que suele pasar es que la gente se quede en casa y no vaya a votar, como una especie de demostración silenciosa de protesta, dejando que los demás hagan lo que les convenga. Igual sucede cuando el equipo político saliente impone a su favorito produciendo que la ciudadanía muestre su desencanto con el proceso electoral, absteniéndose de cumplir con su deber cívico de acudir a depositar su voto en los receptáculos. Nadie lo ignora. Ha sucedido con tanta frecuencia que los ciudadanos ya ni voltean a ver el escándalo publicitario. Eso está ocurriendo en la elección del candidato a ocupar la silla de mando de las oficinas estatales.

El mandatario se ha ido de viaje saliendo de las fronteras de su feudo, no para sacar las manos del proceso si no únicamente para dar la apariencia de que no las ha metido, lo cual es una falsedad. Todos lo que se mueven en ese mundillo político están enterados, con la ventaja de que no hay, fuera de círculo cerrado de funcionarios que le deben el cargo, quien se lo pueda probar. Por lo que ufano puede decir que son rumores sin fundamento. Además el gobernador tiene sus propias aspiraciones y sabe que esta vez tiene que demostrar, ante sus propios compañeros de partido, que tiene el control de su entidad, donde sólo su voluntad suprema es la que hace y deshace. En el principio tenía la presión del líder nacional del PRI que pretendía imponerle a un amigo, por lo que en una temeraria jugada el gobernador designó a cinco candidatos internos, después de sacudirse a Isidro Pastor, dirigente estatal de ese partido, logrando, en un lance magistral, que todos se sometieran acordando sacar un candidato de unidad, dejando con un palmo de narices a Roberto Madrazo quien desde el centro había lanzado una convocatoria amañada que obviamente no le dio el resultado apetecido.

Han ocurrido varios sucesos que particularizan a la entidad. En efecto, no obstante el trabajo que se tomó el gobernador para que el proceso se efectuara sin la participación del candidato panista, el ex priista Rubén Mendoza Ayala, cancelando su registro, este volvió por sus fueros al demandar ante el IFE la restitución de su derecho. Luego se presentó el hecho de que Yeidckol Polevnsky no era su verdadero nombre si no el de Citlali, con lo que produjo que los bonos del PRD cayeran hasta el fondo de un barranco. El gobernador Arturo Montiel resbaló al llevar de la mano a los integrantes del Instituto Estatal Electoral que en la primera oportunidad enseñaron una reprobable codicia, al celebrar un contrato con una empresa privada para proporcionar material electoral en cuya transacción varios de sus integrante obtendrían un jugoso como ilegal bono millonario. Luego como justificación pretendieron simular que se trataba de una broma. No les valió. A continuación el Congreso local los cesó a todos. Esperar que el Ministerio Público los consignará a un juez o que el instituto electoral los penalizará es algo inimaginable que pone al descubierto la conchabanza, el contubernio y el concubinato que se da en estos asuntos donde intervienen políticos que tienden a la impudicia y a la deshonestidad.

El voto respetado, ejercido libremente, es lo que se requiere en estos azarosos tiempos. El engaño, pretendiendo torcer la voluntad ciudadana, no conduce a ninguna parte como no sea al despeñadero. Lo único que puede ayudar a este país para salir del hoyo en que se encuentra son autoridades legitimadas mediante el sufragio popular. No hay otro modo. Es verdad que en este país estamos estrenando una democracia, que en los hechos no acaba de cuajar. Los grupos que disputan hacen hasta lo imposible por obtener el poder, por lo común con malas artes. Aún hay compra de votos, reparto de despensas, uso de fondos provenientes de las arcas públicas y fuertes compromisos con los varones que aportan dinero a las campañas. Es un fraude adelantado que trata de colocar en los puestos no a las personas que más convengan a la sociedad, si no a los cómplices de los capitostes, en un remedo de elecciones que por desgracia nos regresan a las mañas del pasado. Mientras se teoriza sobre los beneficios de la democracia, la que se practica en esos comicios estatales se parece tanto como una lombriz de tierra a una víbora de cascabel.

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