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La moneda en el aire

Gilberto Serna

Se creyó que con encerrarlo en un calabozo, a siete llaves y con aldabón, daban el cerrojazo a su popularidad manteniéndolo al margen del acontecer nacional y lo que en realidad están consiguiendo es exactamente lo contrario. En libertad el señor tenía, como todo hombre común y corriente, partidarios, simpatizadores, enemigos y detractores, era un aspirante más, como cualquiera de los que puede haber en un proceso libre y democrático, sin embargo, su izquierdismo asustó a ciertos grupos de poder.

Perseguido, acosado y a punto de ser preso lo ascienden a símbolo de una causa. La verdad es que antes era conocidillo en el Distrito Federal, hoy, gracias a un hostigamiento permanente y sistemático, se ha vuelto popular allá y en el resto de la nación. No estoy muy seguro de la forma en que, en caso de que llegara a ser elegido, habría de gobernar al país o siquiera si será la mejor opción, pero los ciudadanos querrían que se les permita decidir.

La pregunta que se formulan los mexicanos es ¿qué sigue? Dicen los amantes del deporte cinegético que nunca hay que acorralar a la pieza que se caza porque, no teniendo salida de escape, por mucha bondad que traiga consigo su instinto animal de supervivencia puede lograr que se lance contra todo y contra todos. La resistencia pacífica que hasta ahora se ha hecho por sus partidarios no le ha producido ningún beneficio conocido. ¿Cuánto tiempo podrán resistir sus seguidores sin que no les gane el cansancio ante los nulos resultados de una resistencia ineficaz y decidan tomar otros derroteros que pueden ser desastrosos? Las autoridades creen manejar todos los hilos esperando que en cualquier momento se rindan por inanición o que se les consuma el ánimo como las llamas de una hoguera que solas se extinguen al paso del tiempo. Lo que pasa es que cierran los ojos para no ver el combustible social que se ha ido acumulando en casi cinco años. Si bien no se espera algo fuera de lo normal hay un “titipuchal” de riesgos. Habrá concentraciones, furibundos discursos, una velada amenaza de asonada y no quiero imaginar que más.

Los seguidores pueden, llegado el caso, copiar las famosas barricadas que, con toda clase de enseres caseros, bloqueaban las calle en distintos barrios de París, en la época de Napoleón III, (1808-1873) -el mismo que envió sus tropas para imponer como emperador a Maximiliano de Hapsburgo-. Eran escaramuzas de guerrillas en la ciudad, ¡sin disparar un solo tiro! De pronto aparecían en un lado como en otro, actuando como fantasmas inasequibles que se movían durante las noches y al amanecer se evaporaban. En nuestros días, un sinnúmero de posibilidades hay que aumentan el peligro de que se desborden las pasiones más allá de lo que aconseja la prudencia. El sacar a la calle contingentes puede inducir a que fuerzas obscuras, que siempre están al acecho de oportunidades para echar su gato a retozar, aprovechen para radicalizar a las fuerzas del orden mediante la comisión de actos reñidos con la Ley en busca de ser reprimidos.

La moneda está en el aire. A las autoridades no les quita el sueño que los perredistas llenen la plancha del Zócalo con cientos de miles de personas -les confieso que a mi sí-. La convocatoria para que se realicen marchas silenciosas no les ocasiona el menor desvelo -a mí me preocupa-. Los recursos legales tampoco han de conducir a que las autoridades aflojen las tenazas. -Deberían darle vuelta a la tuerca, en sentido inverso, un poquito-. En fin, el desaforado Andrés Manuel López Obrador dijo en su alocución del pasado jueves que no era ingenuo. En efecto, es factible que no lo sea. Ni tampoco inexperto, bobo, o perezoso. Él debe saber que hasta ahora a estado actuando con suma tibieza. De aquí en adelante no tiene otra disyuntiva qué, o se somete a lo que digan sus contrarios o emplea una estrategia que le rinda mejores resultados. Ha avanzado tanto que ya no le sería posible retroceder. Es ahora o nunca. En eso consiste el dilema al que se enfrenta. O se pone el overol de agitador, sin reglas que acatar, o respetando el ámbito legal continúa su lucha, que en este momento se bambolea a la orilla de un precipicio.

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