“La gente no busca razones para hacer lo que quiere hacer; busca excusas”.
W. Somerset Maugham
El desafuero se ha convertido en una verdadera obsesión nacional. No hay reunión en la que el tema no se trate. No hay medio de comunicación en el que no se someta a debate. No hay mexicano que no afirme ser un experto en El Encino, en el desacato, en la Sección Instructora y en el juicio de procedencia. No hay conversación en la que cada uno de los interlocutores no presente una compleja y documentada opinión sobre el desafuero.
La clase política, mientras tanto, parece haber tomado el tema como un pretexto para dejar de prestar atención a los asuntos importantes de la vida pública. Todas las decisiones políticas y de administración pública parecen estar atadas al desafuero.
Y, sin embargo, el desafuero no tendrá ninguna consecuencia concreta y duradera sobre la vida nacional. Lo más seguro es que la sección instructora no apruebe el dictamen que permitiría a la Cámara de Diputados convertirse en jurado de procedencia para considerar la posibilidad de retirar la inmunidad judicial de la que goza Andrés Manuel López Obrador por su cargo como jefe de Gobierno del Distrito Federal. El tabasqueño seguirá gobernando sin problemas la ciudad de México, por lo menos hasta el momento en que pida licencia para contender por la candidatura presidencial del PRD.
Pero aun cuando López Obrador fuera despojado de su fuero, el presidente Vicente Fox no permitirá su inhabilitación como candidato presidencial. Uno puede aceptar que la acción judicial en contra de López Obrador es efectivamente producto de un amparo de un particular, pero Fox seguramente indultaría a López Obrador antes que permitir que las elecciones de 2006 quedaran manchadas por la inhabilitación del candidato favorito para ganar.
Hasta la fecha el Gobierno de Vicente Fox no ha mostrado una gran decisión para enfrentar protestas públicas que puedan poner en riesgo la estabilidad de su Gobierno. El caso más sintomático fue el de los activistas de San Salvador Atenco, los cuales atemorizaron al gobierno con sus machetes y lo obligaron a dar marcha atrás en el proyecto de construir un nuevo aeropuerto en Texcoco.
Si el Gobierno de Fox no estuvo dispuesto a actuar con energía ni siquiera cuando los activistas de San Salvador Atenco bloquearon una importante carretera y secuestraron y humillaron a un grupo de funcionarios públicos, no hay razón para pensar que pudiera hacerlo ahora cuando tendría que defender una decisión de los tribunales que en nada ayuda a su Gobierno. El único beneficiado con el amparo del Encino es el dueño del predio. El presidente Fox recurrirá a cualquier opción legal a su alcance para evitar que el conflicto escale, y el indulto es al parecer el instrumento que le permitiría hacerlo. Pero si ya finalmente sabemos que López Obrador no verá el interior de una cárcel, y que no quedará inhabilitado para ser candidato a la presidencia de la República, entonces ¿de qué sirve todo el sainete del desafuero y el proceso por desacato?
Quien claramente ha sabido jugar bien sus cartas es López Obrador. Él sabe que en el momento final el presidente tendrá que echarse para atrás de una manera u otra. Alguna solución surgirá como por arte de magia para evitar que el Gobierno de Fox quede en la historia oficial -la que escriben las minorías ilustradas de este país- como un gobernante más que maniobró las palancas del poder para evitar un verdadero proceso democrático en el país. De poco o nada servirán las declaraciones con las que el presidente ha sostenido que no puede hacer nada en un proceso que se encuentra en manos del poder judicial. Y, mientras tanto, el conflicto no hace más que nutrir la imagen y reputación del tabasqueño y fortalecer su posición en las encuestas de opinión.
Yo, como muchos otros mexicanos, estoy cansado de la discusión sobre el desafuero. Pero me doy cuenta de que nada puedo hacer para desterrarlo de los medios o de las reuniones de cualquier tipo. Lo peor de todo es que aun cuando fracase el desacato -que, repito, es lo más probable- la polémica no se acabará. Será reemplazada por una discusión sobre si el fuero se pierde o no con la licencia al cargo o sobre las causas de inhabilitación de un candidato. De aquí hasta el dos de julio de 2006, de hecho, no habrá otro tema de discusión en el país.
MAYORITEOS
Durante mucho tiempo el PRD se quejó de los mayoriteos del PRI. Ahora está haciendo lo mismo en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal. La verdad es que es lógico que los partidos con mayoría en una cámara la usen para legislar a su conveniencia. Quizá lo único que habría que pedirles a los legisladores perredistas del Distrito Federal es que no voten de una manera un día y de otra una semana después.
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