No hay que confundirse. El que el presidente Vicente Fox haya reconocido que el narcotráfico penetró las estructuras de Los Pinos, no es un hecho inédito, salvo por la candidez o torpeza política, de hablar de ello en público sin alcanzar a medir el impacto de sus palabras. No sólo contradijo a su procurador que aseguró que el Gobierno no estaba infiltrado, sino a él mismo y a todo su Gobierno que respondieron airadamente al de Estados Unidos cuando les echaron en cara que habían perdido el control de su seguridad. Esto, sin contar con el sabor de fragilidad que debe dejar en la boca de millones de mexicanos.
Por lo demás, el que un ex funcionario de Los Pinos fuera descubierto, según las autoridades, como informante de uno de los cárteles de la droga, no es algo novedoso en los gobiernos mexicanos. Esto no significa, ni mucho menos, que las estructuras de la Presidencia de la República se caractericen por ser algo así como unas coladeras, sino porque en la dinámica de la lucha de quienes se oponen al Gobierno y al Estado con capacidad de fuego, como son los cárteles de la droga, hay intentos permanentes por infiltrar a la autoridad y tratar de corromper todo lo corrompible para garantizar el éxito de un negocio con el máximo de seguridad.
El que se haya hecho público que un ex funcionario con acceso a información de calidad sobre lo que hace el Presidente tenía presuntas relaciones con narcotraficantes, permite a los mexicanos en general perder la ingenuidad. La percepción generalizada es que sólo se infiltran en los sistemas de seguridad y procuración y administración de justicia, comprando a policías y jueces, pero esto es sólo una parte de la verdad de su mosaico de actividades. Desde hace décadas los narcotraficantes han tejido una amplia red de conexiones en todos los niveles.
Hay políticos involucrados, como el ex gobernador de Quintana Roo Mario Villanueva, preso por estar relacionado con el Cártel de Juárez o en niveles de autoridad inferiores, hay presidentes municipales y regidores en las cárceles por haber servido a los intereses de los barones de la droga. Hay empresarios, incluso ex dirigentes de la Asociación Mexicana de Banqueros, quienes sirvieron de prestanombres de uno de los más grandes capitanes del narco en los últimos 30 años, Miguel Ángel Félix Gallardo, actualmente sirviendo sentencia en la cárcel y quien es sobrino del ex gobernador de Sinaloa, Antonio Toledo Corro. Ha habido muchos periodistas en sus nóminas y un número importante de ellos que fueron asesinados en Sinaloa, Chihuahua y Tamaulipas, por haber traicionado a narcotraficantes. La red que han tejido los narcos es mucho más amplia y llega a niveles, por ejemplo, de empleadas de tiendas departamentales, que son utilizadas para reciclar regalos sin ser detectados. La penetración de todas las estructuras de la sociedad ha sido una constante y sucesivos gobiernos federales han combatido y buscado, sin éxito, erradicar.
En el Gobierno de Ernesto Zedillo, parece hoy olvidarse, el zar contra las drogas, el general Jesús Gutiérrez Rebollo, fue detenido por su vinculación con el Cártel de Juárez, en lo que ha sido el arresto más doloroso que ha hecho Gobierno mexicano alguno, por la magnitud del daño que infringió a la seguridad del Estado. En el de Carlos Salinas, se descubrió que el Cártel de Juárez tenía la misma información secreta que el Cisen había proporcionado al entonces presidente sobre las redes de esa organización y un visitante frecuente a Los Pinos en ese sexenio era Guillermo González Calderón, el legendario policía que vendió su alma, talento y coraje al Cártel del Golfo. Personas vinculadas con esa organización establecieron relaciones personales en las principales oficinas de la Presidencia en esos días y con cuando menos un secretario de Estado.
También en el Gobierno de Salinas se dio el asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo en Guadalajara, en un enfrentamiento entre cárteles, donde el de Tijuana, de los hermanos Arellano Félix, trató de asesinar a otro capo, Joaquín “El Chapo” Guzmán. Lo que es poco conocido es que Posadas Ocampo había ido al aeropuerto de Guadalajara, donde se dio el incidente, a recoger al nuncio apostólico, Gerónimo Prigione, para inaugurar una mueblería de Eduardo González Quirarte, quien era el lugarteniente del entonces jefe del Cártel de Juárez, Amado Carrillo. La Iglesia católica tampoco ha estado ausente de la penetración del narco y los obispos que han pasado por Tijuana siempre han estado bajo sospecha de haber recibido dinero de los Arellano Félix.
La protección de los cárteles se ha dado, en su forma más primitiva, por las policías federales y las municipales, que generalmente están enfrentadas porque defienden a diferentes organizaciones. En su forma más sofisticada, son los gobernadores sus principales defensores estatales. Uno en Sonora hace años por ejemplo, aportaba garantías para que sembraran marihuana en grandes extensiones de la Entidad y otro en Chihuahua, permitió a Rafael Caro Quintero, hoy preso, que mantuviera una operación de cultivo de esa droga que requería alimentar a campesinos diariamente con mil 800 pollos rostizados y dos millones de tortillas.
El narco no sólo ha trabajado con priistas, sino que también ha buscado penetrar estructuras del PAN y del PRD, por mencionar los otros dos grandes partidos nacionales. La lucha es interminable, pero debe ser consistente y sistemática. Lo que se ha descubierto en la casa presidencial que hoy habita Fox no debe causar la alarma que paraliza, sino la alerta para seguir apoyando todos los esfuerzos de combate contra el narcotráfico.
Las declaraciones frívolas del presidente deben tomarse como vienen y no hacerles caso. Tratar de minimizar la peligrosidad de la situación, es como tapar el Sol con un dedo. No son nuevos los riesgos al Estado, que involucran plenamente a la sociedad, por lo que hay que estar conscientes y saber que, en la medida que la guerra contra el narco se incremente, las posibilidades de que la violencia se extienda a ciudadanos ordinarios que no tienen nada que ver, se amplían.
Pero no hay remedio ni vuelta para atrás. Colombia es un espejo de lo que se avecina. Pero es mejor reflejarnos en ella que en Rusia, donde las mafias tienen copado al Gobierno y a la sociedad y la violencia no es menor que en Colombia.
rriva@eluniversal.com.mx
r_rivapalacio@yahoo.com