A la carga mis valientes, el grito retumba de pared en pared cimbrando el edificio del PRI salido de las gargantas de los integrantes de Todos Unidos contra Madrazo, mejor conocido por su acrónimo Tucom, que al igual que lobos, al ver al líder de la manada debilitado, lanzan feroces dentelladas. Durante varios meses sus integrantes, siete, cayeron en un mutismo que sólo se podía interpretar como reconocimiento a su inútil esfuerzo por desbancar a su jefe. Lo miran con ojos rencorosos, llenos de venenosa envidia, como queriendo apretarle el cogote en la primera oportunidad. Le pidieron se retirara del cargo como dirigente nacional del tricolor, por que, argüían, no había equidad al también aspirar a figurar como candidato a la Presidencia de la República. Lo hacían con el semblante torcido, titubeantes, dubitativos. De repente, sin que hicieran nada por sí mismos, creen que el apoyo que dio la bancada de los diputados priistas al desafuero de Andrés Manuel López Obrador, aliándose con el PAN es obra de un solo hombre, de donde parten, voceando ¡hurra!, convencidos de que ha llegado la hora de ajustar cuentas, pidiendo que la conducta, de quien es todavía su dirigente, sea execrada.
Eso, aun si fuera cierto, es un insulto a diputados federales priistas pues se les tacha de que obedecen a tirones de correa, motejándolos de carecer de voluntad propia, por lo que deberían ser perdonados pues no supieron lo que hicieron. Si los diputados no reaccionan contra esa monstruosa calificación, entonces sí que los priistas andarán mal, por aquello de que el que calla otorga. Por muy jefe del partido que sea Madrazo nadie está obligado a seguir sus órdenes, no existe precepto del superior como en el Ejército, ni se es súbdito para aceptar tampoco un precepto formal de obediencia, ni se está en presencia de un treceavo mandamiento cuyo precepto obligue al acatamiento, por lo que es válido pensar que cada uno de los representantes populares tomó la decisión que le dictó su propia conciencia, aun considerando que lo hayan hecho por conveniencia. Ergo, mientras no se demuestre lo contrario, el que dirige al PRI no está solo en la responsabilidad, si es que la hay achacable a alguien.
Es decir, los del Tucom se están mostrando como sumos sacerdotes que le rinden culto al oportunismo. Los ojos los tienen puestos en qué hace y cómo lo hace el presidente del CEN del PRI, para actuar en consecuencia. Actualmente manifiestan estar vigilando a los nuevos integrantes del Consejo Político Nacional del PRI, con lo que los priistas se preguntan: ¿quién los nombró supervisores de lo que hacen los organismos internos de ese partido político?, o ¿por qué actúan como censores?, o ¿están por encima de los órganos establecidos? Lo que se advierte es la ambición, de cada uno, por convertirse en candidato a la Presidencia, lo que no es malo para el proceso interno de cualquier agrupación si no fuera por que conlleva un pretendido afán de arrojar por la ventana al que despacha como presidente del Comité Ejecutivo Nacional de su propio instituto político.
De lo que expone, el que se ostenta como vocero del grupo, Roberto Campa Ciprían, se obtiene, punto por punto, lo que arriba se anota. No podía alguien haberlo acotado mejor, confirmando que están atenidos a la suerte que pueda correr el dirigente del partido fundado por Plutarco Elías Calles. Debe reconocerse, es obvio, que Roberto Madrazo sufrió un traspié, más también digamos que en el tropezón lo acompañaban la inmensa mayoría de los legisladores que votaron el desafuero desde sus curules, además de los que pecaron por omisión, al no manifestarse entonces en contra de la medida que ahora atribuyen a una sola voluntad. El órgano de facto, el Tucom, está formado por personas mayores de edad, cuya lógica parecería ser: no importa que el partido se derrumbe, cualquier cosa menos ese tunante. En fin, por más que me esfuerzo no logro entender esa perfidia si no es pensando en la codicia, el egoísmo y la avidez de poder de que somos capaces los seres humanos.
